Hoy existen las herramientas, recursos, fuentes ilimitadas y escaparates para que cualquiera consiga una audiencia, espacios de expresión o plataformas para poner en marcha un proyecto. Hoy, el «cómo lo hago» ya no es un problema en absoluto. Lo relevante es encontrar un buen «qué». Porque no nos engañemos, saber manejar el Word no implica saber escribir.
La existencia de todos esos «facilitadores», además del efecto positivo de desarrollar la capacidad de creación y expresión, también están construyendo hábitos, lógicas, formatos y modelos que ya son reconocibles. Todos somos usuarios de las mismas herramientas, redes, modelos o plataformas… Y se nos está acostumbrando la vista, el oído y el cerebro.
Nos estamos habituando a una lógica y una estética de aspecto expansivo, pero que en realidad nos limita.
¡Qué paradoja! Disponer de un teórico universo de posibilidades y de todo tipo de lenguajes, para acabar diciendo cosas que suenan igual. ¿No estaremos creando una generación de personas que solo saben expresarse a partir de lo que ya existe? ¿Los facilitadores están abriendo puertas o creando esquemas? ¿Cuántas ideas nacen realmente del mito de la servilleta y cuántas en un power point?
Se me ocurren algunos indicios, más cotidianos, para identificar mejor esas conductas y esquemas.
¿Crear valor o congregar valor?
En la nueva meritocracia digital están apareciendo nuevos sitios, figuras insignes (reales o inventadas), yutubers, blogueros… Pero empiezo a tener la sensación de que no es más genial quien aporta ideas, sino quien recopila mejor. ¿Cuántos de los modelos están basados en la posibilidad de reunir o juntar cosas de otros?
Pinterest te permite aportar tu visión de lo que te gusta, pero a partir de los ingredientes de otros. Spotify no es más que un agregador del trabajo de otros. Tu perfil de Facebook es el escaparate de lo que otros hacen. ¿Cuánto de lo que hay es aportación, creación y producción propia? Y Menéame, Twitter, apps de agregación de contenidos, rastreadores…
Tengo que decir que congregar valor no es ningún demérito. Al contrario, es una categoría en sí misma. Saber identificar las piezas que te ayudan a construir un proyecto mayor requiere de sensibilidad, habilidad y empeño. Pero en el fondo me hace pensar que son modelos creados para la recolección más que para la creación. Y que muchos se conforman con definirse así mismos a partir de lo que recopilan de otros. ¿Cuál será la proporción entre los que crean y los que congregan?
Hablar con la voz de otros
Otro de los pilares sobre los que baso toda esta teoría de las personas, digamos, de segunda mano es aún más reconocible. Todos, sin excepción, disfrutamos de esas frases de otros que dicen aquello que nosotros no sabíamos contar. Esos fogonazos de elocuencia con tipografía hipster que nos conectan con una sensación. Con tanta simpleza y verdad que sentimos la necesidad de compartirlo. Y además lo hacemos pensando que por el hecho de ser mensajeros, algo se nos pega. Nos da voz, aunque sea con palabras de otros.
Y esto es lo realmente grave. Porque el pensamiento no es un enunciado, una creación visual o expresiva. El pensamiento es el principio. Es lo que luego deberá alinear río abajo todas las piezas de un proyecto. Y por lo tanto, parece claro que debe nacer de uno mismo. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste por ti mismo y creaste una frase propia? (esta podría ser una buena frase)
El activismo reactivo
Otro síntoma puede ser el llamado fenómeno colaborativo. Colaborar es, en teoría, «laborar con». Pero tengo la sensación de que el modelo colaborativo hoy es más bien un crowdfeeling. Consiste en hacer partícipe emocionalmente a alguien de algo y requerirle una mínima acción (a veces algo tan comprometido como hacer un click).
Brindo por el fomento del espíritu colaborativo. Pero me preocupa ver que en realidad nos contagiamos de iniciativas de otros más que de un impulso propio. Hacer partícipe no es sinónimo de colaborar. Existen plataformas como Change.org prediseñadas para apoyar iniciativas de otros. Es como si nuestra implicación, nuestro activismo, fuera reactivo más que activo y eso es contradictorio, ¿no?
A base de templates
Por lo general, la base para empezar un diseño, una web, un texto, es un template, (una plantilla de toda la vida) y no una hoja en blanco. Nunca empezamos de cero. Yendo más lejos, existen plataformas de e-commerce disponibles para cualquier modelo de negocio, sistemas de gestión basados en patrones predefinidos, la publicación de los casos de éxito de otros… ¿No estará eso, en realidad, creando cauces más que abriendo espacios?
Su utilidad es innegable (ahorro de tiempo, dinero, aprendizaje) pero no deja de ser un atajo o una inercia que crearon otros y a la que recurrimos de entrada.
Crecer sin células madre
Hace años entendí que lo que no nace de uno mismo será difícil que pueda venderlo o sentirlo. Ya sea un proyecto de emprendimiento, un proyecto corporativo, el diseño de una app o una fiesta sorpresa de cumpleaños. Cuando la idea es tuya hay unas células madre que se ponen a vibrar.
Me gusta escuchar historias de emprendedores. Me gusta escuchar cuando alguien cuenta cómo, cuándo, en qué lugar se enamoró de la idea. Y cómo esa fuerza interior le ha ido cargando de razones después. En ese momento uno sabe si la idea es propia o heredada. Hay, o no, pasión cuando lo cuenta. Es como un polígrafo.
Pero ¿cuántos modelos de negocio ocurren a partir de la mejora de algo ya existente? ¿De la evolución tecnológica, técnica, financiera? ¿Del reciclaje de ideas? Y de hecho, ¿cuántos de ellos fracasan precisamente por ser una copia? (Keteké, Google Wave..)
De nuevo brindo por la evolución, la mejora, el cambio de modelo o la mejor gestión. Pero quizás a un proyecto sin células madre siempre le faltará la irracionalidad que a veces se demanda.
En definitiva…
Los facilitadores, las herramientas, los recursos y las fuentes de información han subido el listón. Ahora somos más capaces. Hoy, cualquiera, con un poco de empeño, puede demostrar su valía y su talento; y poner en marcha su proyecto. Pero superada esa fase, empezamos a parecer recicladores, personas de segunda mano. El auténtico reto es volver a construir pensamientos y frases propias. Ideas de primera generación. Células madre. Esas son las que abren camino y que hoy no encajan en los templates.