El poder creativo de los caprichosos

En una de las calles del Rastro de Madrid hay una pintada que define los caprichos de la siguiente forma:

ยซCaprichos: obras de arte en que el ingenio o la fantasรญa rompen la observancia de las reglasยป.

Es una definiciรณn extravagante, pero que en realidad no se aleja demasiado de la que podemos encontrar en el WordReference (ยซObra de arte que se sale de la norma con ingenio, gracia y buen gustoยป).

Pero ยฟen quรฉ quedamos? ยฟEl capricho no es una frivolidad inconsistente fruto de un delirio pasajero? ยฟUn arrebato transgresor que atenta contra el sentido comรบn y el dictado de lo permanente?

Pues sรญ, el capricho es todo eso. Pero tambiรฉn es lo que apuntan la pintada del Rastro y el WordReference. Es decir, una obra de arte nacida del ingenio, la fantasรญa y la gracia.

Nos hemos instalado en un mundo donde el capricho estรก mal visto. Ahora todo debe de ser conveniente, previsible, adusto y arduo. Ya no hay lugar para lo frรญvolo y espontรกneo. Lo lรกbil, lo lรบdico, lo superfluo, son tan solo pruebas de que no nos tomamos la vida en serio.

La culpa de tan mala imagen la tiene, en gran parte, esa mezcla explosiva entre el discurso polรญtico (en el que prima la gravedad y el enconamiento), la desazรณn de cierta prensa tradicional, desnortada ante la irrupciรณn de las redes sociales, y las propias redes, que imitan, acrecentรกndolo, el tono de permanente agravio que los polรญticos exteriorizan.

Porque para todos ellos, una persona caprichosa es alguien imprevisible, dado que basa su comportamiento en ยซel ingenio, la fantasรญa, la gracia y el buen gustoยป. Alguien que ยซse sale de la normaยป para transformar la existencia en ยซuna obra de arteยป.

Visto asรญ, el capricho tiene algo de subversivo. Un ejercicio de desmontaje de la solidez que algunos fingen poseer para darse importancia o justificar su poder.

Goya lo expuso con sus famosos Caprichos. Ochenta grabados en los que mostrรณ, de forma aparentemente inconexa y antojadiza, una sรกtira sobre los vicios y desmanes de la aristocracia y el clero de la รฉpoca. Y si lo planteรณ amparado en el capricho fue, tan solo, para evitar que la Inquisiciรณn se cebara con รฉl. Cosa que el pintor consiguiรณ, pues al no encontrar en tales grabados un relato coherente al que poder aferrarse, les resultรณ imposible condenarle.

Esa es la fuerza del caprichoso, en lo vital y en lo intelectual. En lo vital, porque su carรกcter le impide adherirse en demasรญa a una pasiรณn, a una idea o a una certidumbre.  Y en lo intelectual, porque ese desapego es una forma de lucidez que le sitรบa por encima de cualquier dogma o fundamento que merme su perspectiva de las cosas. (Schopenhauer escribiรณ, con el evidente รกnimo de provocar, que no se puede morir por una ideologรญa, porque siempre hay una ideologรญa mejor).

Los fanatismos, por su propia esencia, precisan de la sedimentaciรณn que confiere el paso de los aรฑos. Por eso les resulta tan difรญcil captar a un caprichoso. Porque no consiguen retenerle lo suficiente como para que su parsimonioso adoctrinamiento surja el efecto deseado. Y por eso, tambiรฉn, cualquier poder establecido que persiga mantener el statu quo imperante tenderรก a denostar el capricho como algo propio de personas inconsistentes y de poca monta.

Pero el capricho es, como demostrรณ Goya, una puerta de escape. Y en su caso, una ยซobra de arteยป de la que se han alimentado movimientos como el romanticismo francรฉs el expresionismo alemรกn, el surrealismo o el dadaรญsmo. Una constante influencia nacida de la paradoja de que, en ocasiones, lo universalmente denostado por efรญmero y perecedero es, precisamente, lo que mรกs perdura en el tiempo.

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#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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