Cómo ha hecho Vasava la portada número 100 de Yorokobu

26 de noviembre de 2018
26 de noviembre de 2018
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Hay algo que las serpientes saben hacer muy bien: esquivar el peligro y confundir al matón. Lo hacen con la piel. Este tejido de escamas las camufla y las mimetiza entre las plantas y los animales de la selva para esquivar el hambre de los depredadores.

Es el cambio destinado a la supervivencia; el cambio que ha elegido Vasava, entre las miles de formas humanas y animales de cambiar, para representar el asunto que ocupa en el número 100 de la revista Yorokobu: el cambio. Y el cambio de la portada misma. A partir de ahora viene con un troquelado para que se pueda arrancar como si fuera una lámina artística.

Antes de que esta serpiente se enroscara en la portada de la revista hubo muchas horas de investigación. Los autores, el estudio de diseño y branding Vasava, estudiaron, paso a paso, el proceso de la muda de piel de estos reptiles. «Es fascinante. Cambian su piel para quitarse parásitos, para que crezcan mejor sus escamas, para que luzcan mejor sus colores…», cuenta Bruno Sellés, fundador y director creativo del estudio. «Es un cambio a mejor y nos pareció una buena analogía para representar el cambio de la revista».

De esto se trata el número 100 de Yorokobu: de un cierto cambio, una cierta metamorfosis; de centrarnos en un asunto concreto mejor que disparar temas a lo loco. Eso que algunos llaman monográficos. Y en este, porque cambiamos, nos ocupamos del cambio.

Primero fue el lettering. El equipo de Vasava trazó un boceto a lápiz de la palabra Yorokobu. Le dieron volumen y más tarde la pulieron en Photoshop para crear su infinidad de detalles. Así empezó a serpentear el nombre de la revista en esta cubierta; un poco camuflado, siguiendo su naturaleza mutante. «No nos pusimos como freno la legibilidad de la palabra, porque después de 99 portadas con el lettering de Yorokobu, nos podíamos tomar la licencia», indica Sellés.

Incluso la propia serpiente mutó. Había nacido más oscura, en blancos y negros, en grises. Así eran muchas de las fotografías de National Geographic que tomaron como referencia. Pero no les convenció. «No queríamos algo tan biológico. Preferíamos algo más pop», revela. «Este color no es real; es un invento nuestro. Queríamos más alegría. Un violeta más macarra, más ochentero. Estuvimos probando y seleccionando de forma instintiva hasta que la serpiente, por fin, adquirió la energía que estábamos buscando».

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