El ordenador hizo la música invisible. El tacto de los archivos de sonido digitales no es ni suave ni áspero. No tiene. Tampoco huele. Ni tiene detalles que explorar y que convierten una canción en la aparición de un aladino. La música digital se despojó de envoltorios. O, al menos, de envoltorios que se precien.
Pero no hace tanto la música olía. Vivía guardada en una funda hasta que su dueño la despertaba de su reposo. Lo habitual era un sueño plano entre los surcos de un vinilo o un sueño circular enrollado en la cinta de una cassette. Entonces la música se veía y se exponía en una librería que decía más de un individuo que su carné de identidad.
Esta portada pertenece, emocionalmente, a aquellos tiempos. Noelia Lozano emigró temporalmente a su infancia y llegó al colegio. Allí vio a unos niños que metían un boli en uno de los orificios de una cassette para hacer girar la cinta que había en su interior. “Era la forma artesanal de rebobinar una canción para escucharla otra vez sin gastar las pilas del Walkman”, cuenta la diseñadora.
Lozano guardó la imagen y la llevó a la portada de la revista Yorokobu de septiembre. La directora de arte, por supuesto, actualizó la escena. Hasta tal punto que no solo la filtró por las coordenadas estéticas del presente. También incorporó a la imagen una versión en realidad aumentada para que la portada, además de papel, esté escrita en ese espacio visual etéreo donde todo tiene tres dimensiones.
La puerta a esa otra portada es la aplicación Junaio. Para entrar a ella descarga esta app en tu móvil, ábrela y apunta con la cámara a la portada. En la parte superior verás una barra que indica cómo va capturando la información de la imagen y en unos segundos verás la cinta y el boli en un espacio tridimensional.
“Mi intención es mostrar que una imagen plana, en papel, muestra una composición totalmente distinta a una imagen en 3D”, explica la autora de la portada. “La perspectiva es absolutamente diferente. Hay elementos que en papel parecen estar cerca y en 3D quedan muy lejos”.
Noelia Lozano recuerda que alguna vez, mientras la cinta daba vueltas, se rompía. Quizá pasó eso mientras dibujaba esta portada. Pero la diseñadora aprovechó el incidente y de ahí sacó la materia prima para construir una tipografía que se estrena con la palabra Yorokobu.