En algún momento hay que parar. Desde que internet y, en general, la cosa digital irrumpió en nuestro día a día, su presencia ha aumentado sin descanso. Es el avance de lo imparable, del progreso que no entiende otra ley que no sea la de «cuanto más, mejor».
– (Yorokobu + Fjord) –
La vida, sin embargo, enseña que hay que detenerse a mirar atrás con perspectiva, a reflexionar acerca de cómo se hacen las cosas. No siempre hubo, por ejemplo, una conciencia ecológica o un apego decidido a la sostenibilidad. Esos conceptos se han implantado a medida que se ha comprobado el efecto en nuestro entorno de un desarrollismo imparable. Pero así cambian las mentalidades: paulatinamente y de manera inevitable.
Por eso, y con aproximadamente dos décadas de vida digital plenamente integrada en nuestra cotidianeidad, ha llegado el momento de plantear una pregunta: ¿debemos dosificar el uso de la tecnología y ponernos a dieta digital?
Ese dilema es uno de los que se han planteado en Fjord Trends, el informe de tendencias para 2015 creado por la consultora de diseño de servicios Fjord. Cada año, la compañía recopila las conclusiones que recoge en sesiones de reflexión en las que participan los más de 400 fjordians que pueblan el planeta. Como explica Mark Curtis, cofundador de Fjord, «nos ayuda el hecho de ser tan globales. Cuando vemos feedback similar en lugares como San Francisco, Sydney y Madrid, tenemos una buena pista de que una tendencia es real y relevante. Los diseñadores son observadores. Eso alimenta la inspiración».
Existe una constante tensión entre la vida en las pantallas y lo que ocurre fuera de ellas. De hecho, miramos nuestros dispositivos alrededor de 1.500 veces a la semana. Corremos el riesgo de perder el contacto con lo tangible. ¿Ha llegado el momento de desconectar, aunque sea parcialmente? ¿Hay que compartimentar la atención? Varias señales apuntan en esa dirección.
Por lo pronto, la desintoxicación digital ya es una realidad. The Digital Detox organiza campamentos de retiro, 100 % libres de dispositivos y aderezados con talleres y charlas para eliminar la dependencia.
Varias apps ensalzan los beneficios que reporta mantener la atención fuera del móvil. Tres estudiantes de Singapur inventaron una que premia por no tocar el celular. Se deja quieto junto al de la persona con la que tienes la cita y cuanto más tiempo estés sin tocarlo, más recompensas y descuentos obtienes. Irónicamente, estos estudiantes cuya app invita a no usar el móvil acaban de recibir financiación para desarrollarla. Headspace y Calm son apps que propagan los beneficios de la meditación y ayudan a llevarla a cabo correctamente. Checky es un chivato que te informa de cuántas veces has mirado el dispositivo.
Fuera del entorno app, el juego Phone Stack es la respuesta de algunos grupos sociales a la sobreexposición tecnológica. La idea es simple: cuando quedas a comer con amigos, los teléfonos se amontonan en el centro de la mesa. El primero que toca el suyo, invita.
Las marcas han estado tratando de encontrar durante mucho tiempo la manera de convertir en digitales procesos que eran analógicos. Ahora estamos empezando a apreciar testimonios del recorrido inverso. Así, Evernote crea cuadernos junto a Moleskine con Smart Stickers que permiten etiquetar, compartir y buscar digitalmente notas físicas. Hablan del placer del papel como elemento de calidad de vida. Samsung va a potenciar su venta offline en India para aumentar sus márgenes y medios; como The Guardian conectan con sus audiencias a través de experiencias y eventos en el mundo real.
En ámbitos oficiales, gobiernos como el alemán y el ruso afirman que van a volver a usar máquinas de escribir eléctricas para evitar filtraciones.
Sorprende el hecho de que esta tendencia no parezca un asunto generacional. De hecho, las generaciones más jóvenes no usan la comunicación como un fin en sí mismo, sino como un facilitador de la interacción offline. Exigen experiencias que les conecten a otros en la vida real. Quieren participar y colaborar, no solo consumir. Además, y según una encuesta del Washington Post, los jóvenes de 18 a 29 años son el grupo más preocupado por su privacidad.
Posiblemente no sea necesario llegar a casos extremos como el del periodista americano de tecnología, Paul Miller, que dejó de usar internet completamente durante un año. No van a desaparecer de un plumazo 20 años de vida digital, pero debemos arrojar una mirada crítica sobre el uso de la tecnología.
Fjord aconseja:
Si quieres poner una app en circulación…, ten cuidado con las alertas a usuarios. Se pasa fácilmente de la información a la irritación.
Elimina las distracciones de los momentos creativos y colaborativos.