Durante el montaje de Psicosis, Alfred Hitchcock se negaba a incluir música en la mítica escena de la ducha. Pensaba que era suficiente con las imágenes, el sonido del agua y los escalofriantes alaridos de Marion Crane (Janet Leigh), signo indudable de su sufrimiento y del de los espectadores al escucharlos.
Pero el compositor Bernard Herrman logró convencerlo para añadir las turbadoras y chirriantes notas capaces de poner los pelos de punta al más temerario. Sin este sonido, la secuencia no tendría el mismo impacto.
«Podemos cerrar los ojos, pero no los oídos», asegura Nanette Nielsen, musicóloga e investigadora de la Universidad de la Oslo. Nielsen es coautora de un estudio cuyos resultados confirman el efecto de las bandas sonoras sobre la audiencia, algo que Herrman sabía.
El trabajo se ha basado en la experiencia teatral drama ubicuo (del inglés pervasive drama), diseñada por el director Rik Lander, en la que los espectadores participan en la trama, que transcurre en diferentes escenarios de la vida real. Lejos de obras y películas tradicionales, se trata de una actividad interactiva en la que el público no permanece ajeno al argumento, sino que se involucra emocional y físicamente.
Si se aplicara a la mencionada escena de Psicosis, la audiencia se colocaría delante de la ducha mientras Marion se retuerce. Cada uno de los asistentes llevaría unos auriculares, un móvil y tendría un papel complementario al de la joven y su asesino.
Aunque el estudio es posterior, el experimento tuvo lugar en 2013, durante el festival de teatro contemporáneo Mayfest. Una aplicación instalada en el teléfono móvil guiaba a los 172 participantes en la obra, The memory dealer, por las calles y edificios de la ciudad de Bristol. La trama ideada por Lander introducía a los voluntarios en un mundo ficticio donde se trafica con los recuerdos, almacenados en smartphones.
Como en una película, la banda sonora, diseñada expresamente para la actividad, resultó determinante para que las personas se sintieran parte de la acción. «Los participantes, a los que llamamos intérpretes, se sumergieron de lleno en la historia gracias al sonido y la música», explica Nielsen. Es lo que llama una «inmersión provocada sonoramente». Sin ambos factores, «esto no habría ocurrido».
La música les hacía perder la consciencia de sí mismos y de la realidad, para sentirse verdaderos intérpretes y parte de ese mundo ficticio. «Les absorbía de tal manera que se mantenían dentro de la trama», asegura Nielsen, y les ayudaba a entender su propio papel en la trama.
En algunas partes de la obra, las canciones causaban reacciones físicas (obligaban a los voluntarios a caminar más rápido) y, en otras, tenían efectos psicológicos (les hacían reflexionar). «Utilizamos las técnicas narrativas aplicadas en música cinematográfica, por lo que estas observaciones son muy similares a las producidas por las películas», asegura la investigadora. Y prosigue: «Si estudiamos el papel de los sonidos en nuevos ámbitos como este, podremos aplicar los hallazgos a los estudios sobre las bandas sonoras tradicionales».
«En cualquier género narrativo, la música es especialmente importante porque ayuda a establecer conexiones entre partes del argumento y a dar forma al contexto», continúa Nielsen. Guía a la audiencia a lo largo de la historia y enriquece las vivencias del público.
La banda sonora guía a la audiencia a lo largo de la historia y enriquece las vivencias del público. Despierta las emociones, activa la memoria, hace más notables ciertas escenas o se relaciona directamente con el personaje cuya presencia acompaña. «Actúa sin que lo notemos, a un nivel inconsciente», dice la musicóloga.
Y no solo tiene una influencia directa durante la película, el efecto continúa después. En su libro, Música y ética, Nielsen habla sobre la escena de La lista de Shindler en la que un soldado alemán toca una canción de Bach al piano. La música se escucha durante las imágenes de una brutal matanza antisemita. «Además de afectarnos mientras a vemos, esa secuencia en particular invita a pensar tras haber terminado el filme», afirma.
Tanto esta alusión como la de Psicosis son solo algunos ejemplos, porque «el mundo de las bandas sonoras tiene posibilidades infinitas». Aunque la mayoría de cineastas son conscientes de esta importancia, aún pueden hacer más. «Si las técnicas más vanguardistas se hicieran hueco en el campo más tradicional y predecible de Hollywood, los resultados serían increíbles y mejorarían el género».
La investigadora indica que los avances tecnológicos permitirán explotar aún más el potencial de la música para crear nuevos ambientes y mejorar la experiencia del público. «Los cineastas van a tener que seguir los pasos del desarrollo tecnológico o las películas perderán interés». Quizá si Hitchcock hubiera rodado hoy la escena de la ducha, las notas serían aún más escalofriantes.
Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de The Memory Dealer y timies art.