¿Quién dice que una cabina telefónica no puede transformarse en una biblioteca?

11 de julio de 2012
11 de julio de 2012
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El último café que quedaba en Busséol cerró hace ya unos cuantos años. Desde entonces, los cerca de 180 habitantes de esta pequeña aldea francesa vivían su día a día sin un solo lugar de encuentro social. Un sitio donde echar unas risas, unas cartas, chismorreos… Antes de que el viejo café echara el cierre, lo había hecho el horno municipal. Y también el lavadero. Y la única cabina telefónica del pueblo. Incluso la iglesia estaba inutilizada (¡Por Dios!). Hasta que un día llegaron al pueblo unos benditos locos montados en bici. Y en una semana todo cambió.

En octubre del año pasado, doce jóvenes arquitectos del grupo Collectif Etc iniciaron una gira de doce meses por toda Francia montados en bicicleta y armados con una enorme caja de herramientas. El objetivo: identificar problemáticas sociales urbanas e intervenir mediante proyectos imaginativos en los que fueran los propios vecinos del lugar los que decidieran qué hacer. Y de paso, darle un tirón de orejas a las actuales políticas de arquitectura y urbanismo.

El pequeño pueblo de Busséol fue una de las primeras etapas del ‘Detour de France’ (en francés, ‘Desvío de Francia’). Llegaron por la mañana, se sentaron al fresco e invitaron a los vecinos que pasaban por allí a compartir charla. ¿Qué necesita el pueblo? ¿Qué os gustaría transformar? ¿Estáis dispuestos a trabajar? En poco tiempo identificaron el problema: había que recuperar los pequeños rincones de socialización del pueblo que el paso del tiempo había condenado al abandono. El deseo de los vecinos era encontrar un nuevo uso para el horno de pan, el lavadero, la cabina telefónica y la iglesia. Así que, entre todos, discutieron las posibles alternativas y se pusieron manos a la obra.

Durante una semana, esta pequeña aldea del distrito de Clermont-Ferrand concentró toda su energía en darle un nuevo aire a Busséol, desandar el camino que los nuevos tiempos habían marcado y construir un escenario más amable para todos. Así, el edificio que ocupaba antes el viejo horno se convirtió en el bar del pueblo; el lavadero, en la piscina municipal; la iglesia, en el cine; y la cabina, en una pequeña, pero bien surtida, biblioteca. Había llegado el momento de apagar la tele, salir a la calle y compartir. Lo que fuera. Pero compartir. ¡Que no fuera por sitios!

“Buscamos una nueva arquitectura, un nuevo urbanismo, porque el método tradicional ya no funciona”, comentaban en eme3 Kelly Ung y Julien Abitbol, dos de los miembros del Collectif Etc. “Más allá del proyecto específico de Busséol, lo que queremos es que los ciudadanos se den cuenta de que todo se puede transformar, cualquier lugar puede tener hoy otro uso. Nuestros proyectos son, sobre todo, disparadores de imaginación”.

Este peculiar pelotón ciclista continúa hoy recorriendo Francia, disparando la imaginación de ciudades y pueblos como Busséol, haciendo algo tan básico -y lógico- como preguntar directamente a los ciudadanos qué les gustaría recuperar y cómo. Ellos ponen las herramientas. Los vecinos, las ganas de transformar. Al fin y al cabo ¿quién dijo que una cabina telefónica no podía convertirse en biblioteca?

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