Hace un par de semanas la Asamblea General de las Naciones Unidas alertaba al planeta sobre ese nuevo peligro que va camino de convertirse en un agravio irreversible para la Tierra: generamos demasiada basura electrónica. Lo que a simple vista nos parecen computadoras, transistores, celulares o videoconsolas obsoletas, en realidad son residuos cuya composición química les impide ser completamente reciclables, y en cuyo tratamiento después de su uso no invierten las grandes empresas porque no resulta rentable. Es decir, nos estamos deshaciendo de toneladas de cadáveres indestructibles que se acumulan ensuciando el ambiente.
“Dependemos y somos adictos a la tecnología. Al caminar por la calle es difícil encontrar a alguien que no está agarrado a su celular. ¿Cuántos desechos tecnológicos estamos produciendo? ¿Qué vamos a hacer con todos esos residuos?”. Ese es el mensaje que el artista y diseñador norteamericano Benjamin Rollins Caldwell ha querido lanzar con su colección Binary Collection.
Su trabajo, como labor, consistió en “pasar mucho tiempo en almacenes de material de abastecimiento abandonados, chatarrerías, tiendas de segunda mano y anticuarios” y recolectar piececita a piececita esos desechos que él mismo convertiría en materia prima para fabricar muebles. Tardaba alrededor de un mes en desguazar los artefactos y otro en realizar la pieza. “Primero hago la estructura con el metal de las torres de computadora y después la cubro con placas madre, chips y tornillos de chapa. Por último, hago el cojín de los asientos con cable plano”, describe la intervención.
Como acción se trata de dar un ejemplo de usos útiles para este tipo de desechos que se nos están amontonando mientras se siguen creando, sin cesar, equipos que se compran con mayor frecuencia, en mayor volumen y duran cada vez menos.
Según el estudio de la ONU, se estima que la cifra de 49 millones de toneladas de basura electrónica (7 kilogramos por habitante) que hemos generado el pasado año en el mundo puede alcanzar para 2017 un aumento del 33%. Estados Unidos y China lideran esta tétrica tabla con una media de 10 millones de toneladas por año (casi 30 kilos por habitante en el caso de EE UU). Por su parte, México y Brasil encabezan el ranking latinoamericano de ensuciadores electrónicos con 9 kilos de e-waste por mexicano y 7 por carioca. España puso a lomos de la Pacha Mama 1,1 millones de toneladas métricas de equipos eléctricos y electrónicos, y generó 832 toneladas de basura tecnológica (18 kilos por poblador).
La colección concienciadora de Rollins quiere convencer a la sociedad de que utilice esos desperdicios para algo aunque dejen de brillar. Parece contar con buenos embajadores y clientes. Tras el éxito de las tres primeras piezas –que terminó en 2011– se elevaron sus aspiraciones cuando mostró el Binary Collection en la Design Miami; y también sus pedidos, al recibir la solicitud de Lady Gaga para la Galería Industry, quien le encargó a principios de este año elaborar una ‘habitación binaria’ entera para su Artrave Party en la que la cantante posaría desnuda.
A Industry le atrajo la filosofía de sus composiciones. “No es solo el compromiso con el medio ambiente”, dice este diseñador, que para sus anteriores trabajos ha recogido y ensamblado pianos, vaqueros, etiquetas de la ropa, cables, mamparas, botellas, tapones, cartas, latas, libros, bicicletas, discos, bombillas, madera y hasta hormigón caído. “Es que también considero que el trabajo con materiales reciclados es más interesante que con los nuevos, porque ellos tienen una historia detrás”.
Al igual que él, otros muchos artistas, activistas y colectivos tratan de crear alerta social acerca de este daño del que aún la mayoría es poco consciente. En México DF, por ejemplo, la iniciativa Reciclatrón (dependiente del Gobierno del Distrito Federal) organiza mensualmente una jornadas para que los ciudadanos puedan ir a deshacerse de su basura electrónica para que reciba una recuperación adecuada.
“La gente no sabe que la computadora que compra puede acabar provocando un gran impacto en la sociedad”, dice Rollins. “Mi colección trata de hacerles conscientes de eso”.