A Eric Pickersgill se le cayó el alma a los pies. No llegó a romperse porque tampoco hay tanto de la silla al suelo. Pero se le quebró lo bastante para replantearse la vida actual y la que vendrá después.
Era una mañana normal, de un día normal, cuando, sentado en un café de Troy (Nueva York), llevó su mirada al frente y descubrió que lo que veía no era normal. En una mesa había una familia. El padre miraba su móvil. La hija mayor miraba su móvil. La hija menor miraba su móvil. La madre miraba por la ventana, aislada, aburrida. El momento que podrían estar pasando juntos tenía una fuga irreparable: la atención del padre y las niñas se les escurría por las manos.
—¡Qué triste usar la tecnología interactiva para dejar de interactuar con los demás! —pensó Pickersgill—. Esto no ha pasado antes y dudo que aún hayamos rasgado la superficie del impacto social que tendrá el uso de los móviles.
Esa mañana de 2014 el artista estadounidense se preguntó cuánto tiempo pasaba mirando su smartphone y cuántas noches él y su mujer se daban la espalda para navegar por el móvil. Pensó que ahora, a las células del cuerpo, les acompaña un nuevo miembro, el celular: un succionador de atención y de conciencia que arranca al individuo del lugar donde está. Ya nadie está del todo en su sitio; una parte de su vida está divagando por internet.
Pickersgill decidió llevarse otro dispositivo a las manos, una cámara, para mostrar los efectos de esta tecnología de distracción masiva, en una serie que ha llamado Removed. «Pongo a los protagonistas de las fotos en un escenario bonito para destacar que están sustraídos. Quiero que se vea lo que se pierden y lo aislados que están», explica el artista. «El que vea estas fotos tendrá que plantearse qué relación tiene con el móvil».
El estadounidense buscó el asombro en la postura que adopta el cuerpo al mirar un celular. No es elegante cuando alguien lo tiene en la mano y aún es peor cuando se hace invisible. «La posición ha cambiado. La espalda se está curvando. Si miras a alguien por detrás, puedes saber si está usando el móvil», indica. «La mano vacía acentúa esta idea. Pone el cuerpo en una postura aún más extraña».
ALGUIEN CUALQUIERA
Eric Pickersgill busca sus escenarios en la calle y elige sus modelos entre individuos desconocidos. No le interesa lo espontáneo. «No es un documental. No va de mostrar la realidad; va de contar un mensaje». Le interesa la gente sin prisa, dice; los que no están esperando el autobús y al momento saldrán corriendo. A ellos les enseña la serie Removed y a casi todos les gusta que los fotografíe.
—Es un proceso lento. Les digo que usen el móvil y que presten atención a su postura. Después les quito el móvil de las manos y les digo que mantengan la posición en la que estaban. Me guardo el dispositivo en el bolsillo y cojo la cámara. Tres, dos, uno… ¡clic! Hago de dos a cuatro disparos de la escena.
Pickersgill ve en estos momentos en los que busca el ángulo de disparo una sala de reflexión.
—En estos cinco o diez minutos, tienen tiempo para pensar en su cuerpo, su respiración, su postura. Su mente está ocupada en algo fuera de lo habitual. Muy pocas veces tenemos esta oportunidad de estar a solas con nosotros mismos. Creo que este es el momento en el que se produce la transformación: cuando piensan si quieren cambiar sus hábitos o simplemente ser más conscientes del modo en que usan su teléfono.
El artista pasa esos instantes a blanco y negro. Piensa que esa estética resulta más sorprendente. Cree que las fotos, faltas de color, «invitan a la contemplación». Esa mezcla de desconcierto en la postura y extrañeza en la dirección de arte han hecho que estas fotos sean hoy conocidas en todo el mundo.
«Muchas personas se han convertido en embajadoras de este movimiento. Hablan más de su relación con el móvil y se hacen más conscientes de sus hábitos. Espero que el proyecto siga influyendo en tanta gente y permanezcamos siendo humanos. El móvil hace que estemos cada vez más pendientes de nuestra imagen en vez de cuidar a la gente o de involucrarnos en nuestras comunidades».
Pickersgill ve en estas fotos una advertencia: «Estamos en el principio de la revolución digital y tenemos que asegurarnos de que sea saludable y sostenible». Echa la vista adelante y… ay, ay, ay: «Tenemos que asegurarnos de hacer con la tecnología lo que queramos en vez de hacer lo que la tecnología espera de nosotros».