Roald Dahl: el escritor que recurrió al miedo para forjar niños (y adultos) valientes

11 de noviembre de 2020
11 de noviembre de 2020
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No hace falta imaginárselas montadas en sus escobas, con sus sombreros acabados en punta o con una verruga en la nariz para que un escalofrío recorra la piel de quien lee cómo Roald Dahl describe a las protagonistas de Las brujas. En el libro del que acaba de estrenarse la segunda versión cinematográfica asustan precisamente por su capacidad para pasar inadvertidas entre las personas normales. No digamos si quien lee o escucha la descripción no llega a los 10 años. El pánico, entonces, asoma inevitablemente a sus ojos.  Y la sospecha resulta inevitable: ¿y si mamá o la profe no son quienes aparentan ser sino unas malvadas brujas cuyo principal objetivo es acabar con todos los niños del mundo? Miedo mezclado con incertidumbre, el peor de los terrores posibles.

No hace falta imaginárselas montadas en sus escobas, con sus sombreros acabados en punta o con una verruga en la nariz para que un escalofrío recorra la piel de quien lee cómo Roald Dahl describe a las protagonistas de Las brujas. Las del libro del que está a punto de estrenarse la segunda versión cinematográfica asustan precisamente por su capacidad para pasar inadvertidas entre las personas normales.

No digamos si quien lee o escucha la descripción no llega a los 10 años. El pánico, entonces, asoma inevitablemente a sus ojos.  Y la sospecha resulta inevitable: ¿y si mamá o la profe no son quienes aparentan ser sino unas malvadas brujas cuyo principal objetivo es acabar con todos los niños del mundo? Miedo mezclado con incertidumbre, el peor de los terrores posibles.


El escritor galés con ascendencia noruega era capaz de transitar por el horror como pocos han sabido hacerlo. A Hitchcock le fascinaba esta cualidad y sus resultados. Tanto como para comprar los derechos de varios de los cuentos que Dahl escribió para público no infantil y convertirlos en argumento de varios de los capítulos de su serie Alfred Hitchcock presenta.

Tampoco pudieron (o quisieron) dejar de sucumbir ante Dahl otros directores posteriores. Entre ellos Spielberg, quien, al contrario de Walt Disney, que fue quien le encargó la historia a Dahl, sí llegó a rodar una película sobre los Gremlins. Unas inquietantes criaturas ideadas por el escritor mientras participaba en la II Guerra Mundial como piloto de caza.

 

 

Tarantino o Almodóvar también encontraron sitio dentro de sus relatos a algunas de las situaciones dahlianas más truculentas. El primero lo hizo en Four rooms. Y fue con una escena homenaje precisamente a uno de los episodios más célebres de Alfred Hitchcock presenta inspirado en una de las historias del escritor galés (en concreto, aquella de El hombre del sur, en la que uno de los personajes acepta un peligroso reto con un mechero).

El cineasta manchego, por su parte, se inspiró en la protagonista de Cordero para la cena a la hora de elegir el arma con la que el personaje que interpreta Carmen Maura asesina a su marido en ¡Qué hecho yo para merecer esto! Con una ligera variación: cambió la pata de cordero utilizada por la primera por un jamón.

 

Grandes pequeños protagonistas

 

El toque de cruda realidad que suelen salpicar las historias de Dahl para el público infantil suele estar aderezada con ciertas dosis de magia. Es a ella, a la magia, a la que Matilda se aferra para sobrevivir en una familia en la que nadie la quiere. Charlie, por su parte, idealiza la fábrica de Willy Wonka, que, intuye, esconde mucho más que las máquinas que producen chocolate. La esperanza de conocer sus entresijos es lo que le hace más llevadera la mísera situación económica de su familia (aunque, a diferencia de Matilda, a él sí le quieren).

Dahl calculaba a la perfección la cantidad de cal y la de arena en sus historias. Los niños que protagonizan sus cuentos no lo tienen fácil. Pero disponen de una gran fuerza interior y cuentan con algún que otro adulto como aliado (que poco o nada tienen que ver con el resto de las personas de su edad). Elementos suficientes para salir triunfantes de los atolladeros de la vida. Aunque la forma en la que los protagonistas se desenvolvían en sus historias y el final de estas solía ser bastante distinta a las de los cuentos clásicos. Algo que queda especialmente patente en libros como Cuentos en verso para niños perversos.

 

Una vida, muchas historias

El escritor sabía que a lo largo de la vida son muchos los baches con los que una persona puede encontrarse. Lo mejor para sortearlos, en su opinión, pasaba por estar preparado para ello cuanto antes. Lo sabía por experiencia propia. No tenía ni cuatro años cuando su padre murió. Un poco antes, también había perdido a su hermana.

Pasó su infancia y parte de su adolescencia en un internado. Su estancia allí, llegó a declarar en alguna ocasión, fue lo más parecido a una condena en la cárcel. Algunas de estas experiencias las recogería en Boy. A medida que pasaban los años, los acontecimientos turbulentos se seguían sucediendo en su vida. Al accidente que sufrió durante su participación en la guerra le siguieron los sucesos más trágicos de su vida: la muerte de su hija Ofelia por una encefalitis y la hidrocefalia de su hijo Theo, fruto de un accidente.

 

Dahl se enroló entonces en un proyecto que acabó derivando en la válvula conocida como Wade-Dahl-Till (WDT). A día de hoy, se sigue utilizando en el tratamiento de la hidrocefalia. El escritor demostraba así que era capaz de aplicar en su propia vida los giros argumentales a los que solía recurrir en sus historias.

Al igual que en sus obras, la vida de Dahl fue un continua sucesión de luces y sombras. Algunas aún se ciernen sobre su persona. Al que es considerado el mejor escritor infantil del siglo XX también se le ha tachado de antisemita, de misógino, de mujeriego y de persona de carácter insufrible.

De alguna de estas acusaciones trató de defenderse en alguna ocasión. En cambio, de otras llegó a hacer gala. Ocurrió con su fama de huraño. Cuentan que evitaba las visitas en la cabaña de su jardín en la que solía guarecerse para trabajar. Solo admitía la de algunos amigos, como el ilustrador Quentin Blake, autor de los inconfundibles y característicos dibujos que acompañan a los textos infantiles Dahl.

 

*Imagen portada: ¡Roald Dahl firma libros en la librería infantil de Ámsterdam (CC0).

Este artículo se ha desarrollado gracias a Cultura y Ocio de El Corte Inglés.

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