¿Tiene sentido resucitar una lengua muerta? Si lo planteamos desde el punto de vista de la utilidad, no, claro. Pero si dejamos de lado los paraqués y nos limitamos a jugar y a imaginar cómo sonaría a los oídos de hoy solo por el placer de hacerlo, tiene todo el sentido.
Una de esas lenguas muertas es el romance andalusí, también llamado mozárabe, algo a lo que Pablo Sánchez ha dedicado buena parte de su tiempo. Y es tan apasionado de esta lengua que ha coordinado un pequeño libro de poesía en romance andalusí, en el que también ha participado como autor, titulado Nos lo scusurran les bentos (Maresía, Pie de Página, 2024).
El romance andalusí es la lengua que se hablaba en Al-Andalus, relacionada con el latín, como el castellano, el gallego o el catalán, pero con sus propios rasgos que la hacen muy diferente. «Si académicamente podemos considerar el arte andalusí como la orientalización extrema del arte autóctono, con la lengua les pasó lo mismo: arabizaron hasta la médula el romance más visigodo que quedaba en Hispania. El resultado fue una lengua tan conservadora como exótica», describe Sánchez en su prólogo al romance andalusí.
«Es una lengua que parece que nació para la poesía», dice de ella el coordinador de Nos lo susurran les bentos. Puede que tenga razón, al fin y al cabo, en ella estaban escritas las primeras poesías en lengua romance de la península y de eso que siglos después acabaría llamándose España. Hablamos de las jarchas, las moaxacas, las casidas, los zéjeles, las gacelas y las macamas. Hoy, mil años después de aquellas primeras composiciones poéticas, han nacido unas nuevas escritas en esa misma lengua, algo que enorgullece a Pablo Sánchez. «Lo que hemos hecho es algo histórico; a pequeñita escala, hemos hecho historia».
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Andalusí mejor que mozárabe
¿Es mozárabe un sinónimo de romance andalusí? No del todo, aunque, como dice Sánchez, sirve para entendernos. Que lo llamemos así es culpa del discurso nacionalista del siglo XIX, que, después de identificar a los árabes en España como extranjeros invasores a los que había que expulsar, le costaba trabajo aceptar que existiera una lengua romance propia de Al-Andalus que se hablaba allí mayoritariamente.
«Que los andalusíes hablaban una lengua que venía del latín les desmontaba por completo el discurso ideológico, porque ya no eran los extranjeros que habían venido imponiendo su cultura, imponiendo su religión y su lengua, sino que hablaban una lengua hermana del castellano, del catalán, del gallego…», explica Pablo Sánchez. Si era así, se debía suponer que también la hablaban los cristianos, por tanto, la lengua era tan mozárabe como ellos.
@romandalusi una canción en romance andalusí!
Francisco Javier Simonet, estudioso de los mozárabes y catedrático de lengua árabe en la Universidad de Granada en 1862, se pasó toda su vida académica tratando de desmontar esos discursos antiarabistas que empapaban la enseñanza de la historia de España en su época. «Pero lo más gracioso de todo es que si uno lee el libro de Simonet, que es la biblia del romance andalusí, ahí dice que las evoluciones no se parecen a las del castellano, que no hay forma de que eso pueda casar con una variante del castellano y que, para colmo, no hay ni un solo cristiano que se haya documentado hablando esa misma lengua. Es más, la primera palabra documentada en romance andalusí la dijo Abderramán III», aclara Sánchez. Esa palabra, por cierto, es culo.
«Pues, aun así, daba igual, era más importante el discurso ideológico que el hecho constatable. Y se ha quedado con que era la lengua que hablaban los cristianos en Al-Andalus, y por eso se le sigue llamando mozárabe. Pero bueno, al final la lengua está para entendernos. No es un término correcto, pero gracias a él todo el mundo sabe lo que es y que existe».
Una reconstrucción que suena a Google Translator
Aparte de algunas jarchas y otras composiciones en verso como las ya mencionadas, no existe ninguna otra documentación escrita del romance andalusí. Lo que sí se conservan son muchísimos glosarios, algo que sorprendió al propio Sánchez cuando empezó a interesarse y a estudiar esta lengua propia de Al-Andalus.
A partir de esos glosarios y de las poesías conservadas, el arabista Federico Corrientes trató de reconstruir una gramática del romance andalusí. «Gracias a esas poesías, se sabía cuáles eran las conjugaciones verbales, cuáles eran las preposiciones, las conjunciones…», explica Pablo Sánchez. A partir de ahí, se pudieron reconstruir los huecos que faltaban.
La del mozárabe es una sintaxis muy sencilla, aclara Sánchez, que hace que resulte muy fácil pensar en ella y aprenderla. También la ortografía es sencilla y su fonética resulta muy sonora. A ello se suma el vocabulario árabe, que aquellos hablantes de Al-Andalus no tenían ningún reparo en adaptar a su propia variante lingüística. «Cogían una palabra, le ponían una terminación en romance, y ya se la habían apropiado. ¡Con dos cojones!», bromea al explicar de manera tan llana cómo funcionaba esta lengua.
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Siguiendo esa reconstrucción que intentó Corrientes, Sánchez y quienes le siguen en redes y secundan su devoción por esta lengua han continuado creando poemas en mozárabe. «Pero yo digo lo mismo siempre: si esto lo leyeran Almanzor o Abderramán III, les sonaría raro, robótico, un poco como las traducciones del Google Translator. Tú lo lees y dices: es castellano, es un castellano muy raro, pero entiendo lo que pone. No es natural, no es del todo orgánico, pero entiendo lo que pone. Pues yo estoy convencido de que Almanzor, si leyera este libro, diría lo mismo».
Lamentablemente, no están ya aquí para poder corregir a Sánchez y a sus seguidores cuando escriben poesía en romance andalusí. Sin embargo, eso no les supone ningún freno para seguir jugando con esta lengua. El propio Pablo experimenta transcribiendo al mozárabe canciones tan conocidas como La falsa moneda o la canción sintonía de Bola de Dragón, su próximo proyecto.
Bai, mulier bili, bai de ma baira.
Bolbed talairella una maldiconi.
Ja rabb liahsced ke ki tu mais keres
rended tos kereres, tos kereres rended
kon bili tradiri.
Giipziaka, ke tu scerás
komo falluta moneta,
ki de manu en manu baid
ed nin uno i la ketad.
(Vete, mujer mala, vete de mi vera.
Rueda lo mismito que una maldición.
Que Undivé permita que quien tú más quieras
pague tus quereres, tus quereres pague
con mala traición.
Gitana, que tú serás
como la falsa moneda,
que de mano en mano va
y ninguno se la queda)
@romandalusi
Pero ¿cómo expresar en romance andalusí conceptos que no existían en la época en la que se hablaba? Sánchez asegura que hay palabras que sorprende encontrar en esos glosarios, pero que, en el caso de que no existan, se crean siguiendo las reglas de formación de palabras que se supone seguía esta lengua. O se crean imitando la formación de palabras en otros idiomas próximos.
Él pone el ejemplo de ‘tampoco’, que no existía en mozárabe. Para crearla, Sánchez recurrió al portugués, que vendría a decir ‘también no’ para ‘tampoco’. «Por eso te digo que a Almanzor no le sonaría natural. Al final, la normativización de una lengua termina siendo una lengua artificial».