«Soy maricón y me encanta Jesucristo, pero eso no le importa mucho al puto obispo». Así empieza la pegadiza canción con la que Samantha Hudson se dio a conocer en las redes sociales hará cosa de tres años. Una canción que reivindica de forma provocativa el derecho a ser gay y participar de la Iglesia, y que iba acompañada de un colorido videoclip.
El original tema se convirtió en uno de sus trabajos de clase de la asignatura de Cultura Audiovisual. Su profesora, haciendo uso de su libertad de cátedra, valoró la originalidad de la idea y lo calificó con sobresaliente.
Hasta ahí, nada del otro jueves. Pero Iván González (a.k.a Samantha Hudson), que en septiembre cumplirá diecinueve años, subió el vídeo a Youtube (primero, a una cuenta privada de clase; luego, a un canal abierto al público) y se armó la de Dios es Cristo.
Es más, varios partidos políticos, medios conservadores y grupos afines a la Iglesia católica llegaron a pedir la cabeza de esa docente de Arte del IES Josep Maria Llompart (ubicado en Palma). Un gesto criticado por muchos al considerar que aquellos que se mostraban escandalizados por la canción se pasaban el derecho a la libertad de expresión por el forro.
«Cuando tenía 11 años, pasé por una etapa de devoción máxima y era una supercristiana. Sin embargo, la Iglesia jamás ha parecido tener interés por los maricones ni por el colectivo LGBT en su totalidad», explica Hudson a Yorokobu.
«Fue un día, al entrar en una misa y oír al coro, que todos los allí presentes se giraron para mirarme con desprecio, y justo coincidió que esa semana tenía un trabajo de clase que consistía en hacer un videoclip. Yo ya hacia canciones desde antes, así que simplemente até cabos y aproveché la oportunidad», cuenta.
A partir de ahí, Hudson comenzó a ganar una enorme popularidad y se convirtió rápidamente en icono y referente para miles de chavales que aún hoy lidian con la homofobia social y con la falta de sensibilidad y respeto hacia el colectivo LGTB de los políticos y la Iglesia.
Para esta última, de hecho, el contenido de la canción –cuyo vídeo atesora ya más de 310.000 visitas en Youtube– supuso un ataque frontal por incluir frases como «Soy maricón, pero también soy cristiano, ellos no me aceptan porque follo por el ano» o «No sabía yo que el sexo anal era un pecado, seguro que la Virgen ya lo había practicado».
Poco después de aquello, Hudson terminó sus estudios de secundaria y tuvo la posibilidad de escribir un reivindicativo discurso para el acto de graduación.
«Estoy luchando contra una sociedad que me rechaza y me niega el derecho a poder disfrutar de mi propia vida. Cuando salgo a la calle, tengo miedo. Los diez minutos que tardo desde plaza de España hasta el instituto, y volver, tengo el miedo de encontrarme a un desgraciado que se le cruce el cable y me pegue una paliza o me mate», compartió aquel día con todos sus compañeros del centro donde cursó bachillerato un chaval que ha sufrido acoso homofóbico en multitud de ocasiones.
«Siempre he sido muy extrovertido y jamás he tenido ningún problema en mostrarme tal y como soy», relata el joven artista, que asegura que, a pesar de todo, ahora se siente más liberado aún, si cabe. Y afirma sin titubeos que todavía se necesita ser muy combativo y crítico.
«Cuando naces siendo una minoría, aprendes que vas a ser perseguido toda tu vida e intentas sobrevivir de la mejor forma posible. Tampoco he sufrido un bullying extremo. Sinceramente, he nacido en una situación bastante favorable, pero eso también depende de la situación de cada persona. De todas formas, aún queda mucho camino por recorrer y nunca tenemos que olvidarlo».
La historia de este singular artista llamó la atención del joven cineasta Joan Porcel, que acabó embarcándose en el rodaje de una película sobre el asunto. El resultado es Samantha Hudson: Una historia de fe, sexo y electro-queer, una especie de biopic que se estrenará oficialmente el próximo 28 de junio en el Atlántida Film Fest.
«La película narra la llegada a Barcelona de Samantha y su insaciable intento de volver a conseguir la fama y notoriedad que le dio su primer hit. A partir de aquí, nos encontramos con una serie de acontecimientos que mezclan su vida personal, su figura como artista y su constante aparición en las redes», comenta Porcel a Yorokobu.
El director reconoce que la sociedad necesita a más personas como Iván. «Una de las cuestiones que nos encontramos durante el rodaje de la película fue que, dentro del propio colectivo LGTB, se reproducen los mismos patrones discriminatorios que encontramos en el resto de la sociedad. Es importante trabajar desde la base y educar normalizando que, por ejemplo, uno puede tener pluma e ir vestido de rosa, si con eso se siente cómodo y es feliz».
Y si de ser feliz se trata, eso es justamente lo que hace Hudson, que acaba de pasar seis meses en Barcelona y que ahora se propone «extender» su «imperio», como le gusta llamarlo.
«Ahora mismo estoy en punto de mi vida en el que no sé qué camino escoger, así que simplemente me dedico a pasar el tiempo. He empezado a trabajar de pizzera en un restaurante de comida rápida y mi plan es mudarme a Madrid, en principio para estudiar teatro. Y sin duda pienso continuar dedicándome a la música».