Hay muchos tipos de viajeros, pero se podrían resumir en dos.
En el primer grupo están aquellos que viajan para poner una chincheta en un mapa. Que dicen «conocer» una ciudad por haber estado en ella un par de días, cuando en realidad se puede estar en una ciudad años sin llegar a conocerla. Aquellos que dicen que aman viajar pero que se quedan en la superficie de los sitios que visitan, apenas unos pasos más allá del área donde están los restaurantes para turistas y las tiendas de souvenirs.
Ese primer tipo de viajeros «ciegos», que pasan por los sitios sin verlos, se ha multiplicado a raíz del abaratamiento de los costes de los viajes y el aumento de una clase media con ingresos y tiempo libre. Quizá estos viajeros valoraran mejor la fortuna de verse transportado a un lugar remoto si tardaran un día entero en recorrer 100 kilómetros en un carro tirado por caballos o medio mes en trasladarse de Madrid a París.
En el segundo grupo se incluyen aquellos que viajan con los sentidos y la mente abiertos. Que interactúan con los autóctonos y tratan de entender sus costumbres, que dejan partes del viaje sin organizar para que haya espacio para las sorpresas y los descubrimientos. Que son un poco exploradores, porque solo así pueden descubrir cosas que nadie había visto antes. Esos que se sumergen en bazares, mercadillos y callejones con el espíritu de los antiguos comerciantes que indagaban y regateaban para hacerse con tesoros y secretos que nadie en su lugar de origen conocía.
Este segundo tipo de viajeros sabe apreciar todas las etapas de su aventura. «El trayecto también forma parte del viaje», dicen las abuelas a los niños que se quejan cuando llevan demasiadas horas en el coche. Tienen razón. Algunos viajes, de hecho, se definen por su medio de transporte. Es el caso de los que hacen el Interrail, cruzan Rusia en el Transiberiano o se van de crucero. Por no hablar de los que tuvieron la fortuna de viajar en el lujoso Orient Express, navegar en el RMS Queen Mary o volar en el Concorde.
La filosofía de la cerveza premium de San Miguel Selecta es una oda a ese espíritu viajero. Esta fórmula, extraída del archivo cervecero de San Miguel que recorre el mundo desde 1890, consiguió sus tres tipos de malta y lúpulos viajando por Centroeuropa, con una mirada abierta a lo que podían aportarle los demás.
Su nombre, «Selecta», también habla de viajes. Estos están repletos de decisiones. El destino, el alojamiento, el medio de transporte… Avanzar hacia un lado o hacia el otro, comer algo conocido o probar algo nuevo… En la posibilidad de elegir hay implícita una responsabilidad que hace que, si aciertas, la satisfacción sea mayor, porque de algún modo el que eligió forma parte de ese mérito.
https://www.youtube.com/watch?v=YRa9RI4llYY
Las personas que aman la cerveza y nunca dejan de experimentar y aprender, y por eso consultan sus dudas a los expertos cerveceros, catan las que no conocen y, a veces, piden una vieja marca conocida para sentir la misma tranquilidad que aquel que vuelve a casa después de un largo viaje.
Este resumen del viajero 2 es lo que yo siempre quise ser,lo que he procurado hacer en toda mi vida de viajes.Lo que más me ha gustado siempre,lo que ha perdurado de ellos es lo que me salió al paso sin programa previo y que supe ver.Esos son los paisajes interiores de mi vida que guardo como un tesoro.La huella del viajero es leve, seamos humildes, pero el camino hecho de tantas otras es grande.
Este resumen del viajero 2 es lo que yo siempre quise ser,lo que procuré hacer toda mi vida de viajes.Lo que más me ha gustado siempre,lo que ha perdurado de ellos es lo que me salió al paso sin programa previo y que supe ver.Esos son los paisajes interiores de mi vida que guardo como un tesoro.La huella del viajero es leve,seamos humildes,pero el camino hecho de tantas otras es grande.