Siete siglos de historia del dibujo plasmados sobre papel

historia del dibujo

Entre los muchos tesoros que guarda el Museo de Bellas Artes de Budapest se encuentra una colección de dibujos y estampas sobre papel que ha costado reunir más de dos siglos. Son cientos de obras que muestran la evolución del arte y el pensamiento europeos desde el siglo XIV hasta nuestros días.

Aprovechando que la pinacoteca de la capital húngara está siendo profundamente remodelada, una selección de 150 piezas se puede ver estos meses en Bilbao. La exposición Obras maestras sobre papel de Budapest estará en el Museo Guggenheim hasta el 25 de mayo, una oportunidad única de disfrutar, sin tener que ir hasta Hungría, de dibujos de artistas tan famosos como Leonardo Da Vinci, Durero, Rembrandt, Goya, Van Gogh y Picasso.

historia del dibujo
Leonardo da Vinci (1452-1519). Estudios de cabezas, ca. 1504–05. Clarión negro suave o carboncillo y trazas de sanguina sobre papel, 191 × 188 mm
Inv. n.º 1775. Adquirido a la Colección Esterházy, 1871 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

A pesar de que a menudo se ha relegado el dibujo a un segundo plano, a técnica accesoria y simplemente preparatoria para proyectos mayores, lo cierto es que se trata de un formato tan complejo y significativo como cualquier otro. En el dibujo está la base de la creación plástica, según explica la catalana Marta Blàvia, una de las comisarias de la exposición: «Para los artistas, el dibujo es el principio y el final de todo, es el formato en el que plasman su línea interna de pensamiento, sin filtros».

De esa forma, las piezas traídas de Budapest, la mayoría de ellas de formato pequeño, son una ventana al interior de artistas conocidos, un viaje al origen de su técnica y una guía para conocer su visión del mundo. Con obras que van desde finales de la Edad Media hasta hoy en día, la exposición desvela paso a paso la evolución de los gustos y las ideas de la sociedad, especialmente en Europa. «Es una tradición de 700 años recogida en una colección durante los últimos 200», afirma Blàvia.

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Jan Brueghel I (1568–1625). Paisaje con Tobías y el Ángel, ca. 1595. Pluma y pincel en tinta parda oscura y parda clara, azul grisácea y azul sobre papel, 202 × 313 mm. MBA CED; inv. n.º 1307. Adquisición, 1894 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

La otra comisaria de la exposición, la húngara Kinga Bódi, explica que las obras siguen una línea ininterrumpida desde los viejos maestros hasta las tendencias contemporáneas. «Las obras trascienden su época, reflejan tanto la humanidad del tiempo en el que se crearon como la de hoy en día», añade Bódi, que es una de las principales conocedoras de la colección, gracias a su puesto en el Museo de Bellas Artes de Budapest.

Otro rasgo único de la muestra es la variedad de artistas representados, entre los que se encuentran los más destacados y conocidos. Según Bódi, «las obras de estos artistas se pueden ver en muchos rincones del mundo, pero todos juntos y combinados de esta forma no, eso solo se puede ver en Budapest y ahora en Bilbao».

El dibujo es, por su naturaleza, una de las formas de expresión más antiguas. Es un formato que se adapta a la perfección a las necesidades materiales y creativas del artista, sea cual sea la época. Partiendo del dibujo, la técnica del grabado se consolidó en Europa a principios del siglo XV, democratizando la creación y la difusión de obras de arte y, por lo tanto, de ideas. Más allá de servir de modelo para pinturas de mayor tamaño, el dibujo facilitó la circulación de nuevos conceptos a través del tiempo y la distancia.

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Peter Paul Rubens (1577-1640). Retrato de perfil del hijo del artista, Albert Rubens, ca. 1618-1619. Sanguina, clarión negro, pluma, tinta parda, pincel y aguada parda sobre papel, 246 × 203 mm. Inv. n.º 1745. Adquirido a la Colección Esterházy, 1871 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Alberto Durero (1471-1528) fue uno de los primeros grandes artistas en emplear grabados de forma masiva, gracias a que la imprenta de su ciudad, Núremberg, era la más grande de su época. «Aquello fue una revolución técnica, comparable a lo que está siendo la inteligencia artificial en nuestros días», cuenta Kinga Bódi.

En Bilbao se pueden observar varios dibujos del taller de Durero, aunque a veces no es fácil distinguir cuáles son del propio maestro y cuáles de sus colaboradores. Recientemente, tras un minucioso trabajo de investigación, los expertos del Museo de Bellas Artes de Budapest han descubierto que una obra atribuida a Durero fue, en realidad, hecha por alguien de su taller. Hasta hace no muchos siglos, copiar a los mejores no estaba mal visto; al contrario, era el camino para mejorar.

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Vincent van Gogh (1853-1890). El jardín de la casa parroquial de Nuenen en invierno, 1884. Pluma y tinta parda, realces en blanco sobre papel, 515 × 380 mm. Inv. n.º 1935-2791. Donación de Pál Majovszky, 1934 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Aunque para Durero el dibujo sobre papel fue fundamental, antes que él ya se había empezado a difundir por Europa. La obra más antigua que se puede ver en el Guggenheim data de entre 1410 y 1415 y fue creada por un artista anónimo de la zona de Bohemia. Se trata de una representación de santa Margarita de Antioquía, ya que los temas religiosos dominaron el arte en la Edad Media. Sin embargo, al mismo tiempo que los primeros dibujos en papel también estaba extendiéndose por Europa el Renacimiento, una nueva forma de ver el mundo que cambió drásticamente la expresión artística, tanto en la técnica como en la temática.

En el Renacimiento, el ser humano se convirtió en el centro de atención y muchos artistas plasmaron en su obra el cuerpo humano, tras estudiarlo detalladamente. Es el caso de Leonardo Da Vinci, el autor de uno de los dibujos más icónicos de la colección de Budapest, Estudios de cabezas, de aproximadamente el año 1505. Una obra maestra que con «gran realismo muestra a la perfección la expresión de rabia», según la comisaria Marta Blàvia. En realidad, es un boceto para un fresco que Da Vinci iba a pintar junto a Miguel Ángel, aunque nunca se terminó. En la misma sala del museo se contrapone el realismo de Leonardo Da Vinci con los cuerpos más idealizados de Rafael.

Además del cuerpo humano, la representación de los paisajes también adquirió protagonismo con la llegada del Renacimiento, tanto en Italia como en el norte de Europa. El ambiente natural o urbano se convirtió en un tema autónomo ya desde Durero, pero fueron Pieter Brueghel el Viejo y sus seguidores quienes obtuvieron los resultados más destacados.

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Egon Schiele (1890-1918). Dos mujeres abrazadas, 1915. Acuarela, gouache y lápiz sobre papel, 485 × 327 mm. Inv. n.º 1915-933. Adquirido a la Galerie Arnot en Viena, 1915 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Como el recorrido por la exposición del Guggenheim sigue una línea cronológica, se puede entender fácilmente la evolución del dibujo y el grabado a lo largo de los siglos. Así, el siglo XVII fue la época dorada del arte en los Países Bajos, con artistas como Rembrandt o Peter Paul Rubens. En su detallada representación de lo cotidiano produjeron paisajes, naturalezas muertas y escenas domésticas de grandísima calidad. A menudo utilizaron el dibujo en papel para sus proyectos más íntimos, como el retrato de perfil que Rubens hizo de su propio hijo hacia 1618-19.

Mientras tanto, al sur de los Alpes, el siglo XVII fue una época más convulsa social y económicamente, lo cual no impidió que Roma y Venecia siguieran siendo los dos grandes referentes artísticos de Europa. Las obras en papel y su rápida difusión por todo el continente fueron, precisamente, las impulsoras de una nueva fiebre por conocer las históricas ciudades italianas. Las escenas venecianas de Giovanni Batista Tiepolo y Canaletto atrajeron a la ciudad de los canales a turistas de la época, mientras la Roma dibujada por Piranesi extendió la fascinación por la Ciudad Eterna.

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Iris Schomaker (1973). Bañera / suelo verde, 2021. Acuarela, tinta china, óleo y clarión sobre papel, 2390 × 1660 mm. Inv. n.º K.2024.1
Adquirido a la artista, 2023 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Marta Blàvia compara aquel fenómeno con las redes sociales de hoy en día, «los dibujos de Canaletto eran como stories de Instagram, la gente los veía y todo el mundo quería ir a Venecia».

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Andor Weininger (1899-1986). Escenario mecánico–Revista abstracta, posterior a 1923. Acuarela y lápiz sobre papel, 290 × 361 mm. Inv. n.º F87.5. Donación del artista, 1986 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Durante el siglo XVIII, el de la Ilustración, el arte siguió evolucionando con nuevas perspectivas como la crítica social que aportan William Hogarth y Francisco de Goya. Como se aprecia en sus obras sobre papel, estos dos artistas denunciaron la brutalidad y la injusticia de las guerras. Más adelante, en los siglos XIX y XX, entró en juego otro elemento: las emociones. En plena época de vanguardias y revoluciones, los artistas buscaron nuevas formas de plasmar la realidad, tanto exterior como interior, y el papel fue un soporte adecuado para ello. «Todos los movimientos de aquel tiempo están representados en la colección de Budapest, desde el realismo hasta el impresionismo», asegura Marta Blàvia.

Vincent Van Gogh, Edvard Munch, Egon Schiele y Henri Toulouse-Lautrec son algunos de los artistas representativos del período de las vanguardias. En el caso de Van Gogh, por ejemplo, la exposición de Bilbao presenta un dibujo en blanco y negro hecho con pluma, El jardín de la casa parroquial de Nuenen en invierno (1884), donde faltan los habituales colores llamativos de su obra, por lo que el espectador se puede concentrar en otros aspectos de la técnica del maestro neerlandés.

Es sorprendente, asimismo, que en un recorrido que comienza en el siglo XIV, la obra más antigua realizada por una mujer no llegue hasta 1899, que es una pieza de Käthe Kollwitz. Según las comisarias, es otro reflejo claro de las dificultades que las mujeres artistas han sufrido para que su obra sea tenida en cuenta. En el caso de Kollwitz, Marta Blàvia explica que fue «una artista socialmente comprometida».

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Henri de Toulouse-Lautrec (1864–1901). Caudieux, 1893. Litografía en color sobre papel, 1295 × 940 mm. Inv. n.º 1913-1444. Adquirido al marchante de arte Edouard Kleinmann en Paris, 1913 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Al final del recorrido, las obras creadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta estos días son, por lo general, mucho más coloridas y de tamaño más grande, gracias a las nuevas técnicas de impresión. Destacan las numerosas piezas de artistas de Hungría, que en la época de la Guerra Fría se vieron aislados de las tendencias de Occidente, por lo que desarrollaron estilos totalmente originales. Son obras que esconden sorprendentes historias, como es el caso de Cartas de mi madre, realizada en 1988 por Vera Molnár.

Kinga Bódi explica que, cuando Molnár emigró a Francia, su madre le enviaba desde Hungría una carta cada semana. Con el paso de los años, la artista observó la decadencia cognitiva de su cada vez más anciana madre a través de los renglones de las cartas, cada vez más mezclados e incomprensibles. Con tinta negra y azul decidió imitar sobre papel de gran formato esa escritura en decadencia, creando así una de las obras más significativas de su larga trayectoria y que se puede observar en la sala 209 del Museo Guggenheim.

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Victor Vasarely (1906-1997). CTA-25, c. 1965/1967. Serigrafía sobre papel, 705 × 705 mm. Inv. n.º L.68.151. Donación del artista, 1968 © 2025 Museum of Fine Arts, Budapest

Ya sean dibujos preparatorios para otros proyectos o grabados creados para ser admirados, las 150 obras sobre papel que han viajado hasta Bilbao son una oportunidad sin igual de conocer la parte más íntima de algunos de los artistas que han modelado el arte europeo desde la Edad Media hasta nuestros días. Son pequeñas obras llenas de sorprendentes detalles, cápsulas del tiempo que guardan valiosos trozos de historia y modestas piezas donde se experimentaron por primera vez ideas que cambiaron el arte y la sociedad.

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Ilustración por

Imagen de portada: Albrecht Altdorfer (ca. 1480-1538). Vista de Sarmingstein junto al Danubio, 1511

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