El tipógrafo y teórico del diseño gráfico James Clough da gracias a Dios por la invención de las cámaras digitales. Cuando hace veinte años comenzó a fotografiar aquellos rótulos italianos que le resultaban curiosos por su creatividad y ejecución, solo existían las cámaras analógicas.
«Eso hizo que fuera muy selectivo a la hora de elegir los que fotografiaba. Los rollos de película costaban mucho dinero y eso te obligaba a pensártelo dos o tres veces antes de disparar».
A pesar de esas limitaciones, la colección de James Clough ronda en la actualidad las 12.000 imágenes, algunas de las cuales acaban de ser recopiladas por la editorial Lazy Dog en un libro que lleva por título Signs of Italy o L’Italia insegna en su versión italiana.
En opinión de Clough, los italianos son un pueblo consciente de su riqueza cultural y su herencia histórica, sin embargo, solo una pequeña parte de su población es capaz de apreciar la belleza y el significado cultural de manifestaciones tipográficas como las inscripciones romanas presentes en la base de la Columna Trajana. Una actitud compartida con las autoridades del país, poco interesadas en este tipo de expresiones culturales.
«Las autoridades italianas no han mostrado interés alguno en preservar los distintivos comerciales y, hasta donde yo sé, no hay museos que alberguen rótulos de tiendas. He visto maravillosos rótulos de Art Nouveau realizados en cristal en los años 1920 o 1930 que han sido eliminados cuando ha llegado un nuevo propietario. Tampoco ayuda a su preservación el hecho de que los rótulos estén gravados con impuestos».
Ante semejante situación, Signs of Italy es en cierta forma una manera de preservar para las futuras generaciones este acervo cultural que, tal vez por estar más vinculado a la vida cotidiana que a la alta cultura, no es apreciada en toda su magnitud.
«Sí, mi libro es un modo de conservar todo eso, pero tan solo recoge 300 fotos. Apenas he arañado una primera capa de todo lo que hay. Por eso, junto a mis editores, amigos y colegas, estamos preparando un proyecto que esperamos que se ponga pronto en marcha y que es la creación de un archivo digital nacional para preservar imágenes de rótulos italianos».
Hasta que eso suceda, Signs of Italy pone al alcance de los profesionales, aficionados al diseño e incluso los historiadores, rótulos, inscripciones y una amplia variedad de manifestaciones gráficas que James Clough ha ido encontrando a lo largo y ancho de sus viajes por el país transalpino.
«Proceden de todo tipo de lugares. Desde los pueblos a las ciudades, pero hay que tomarse la molestia de buscarlos. Puedes encontrar algunos realmente asombrosos incluso en las tumbas de los cementerios italianos, especialmente las del periodo Art Déco. Los rótulos artesanales, realizados por viejos rotulistas, suelen abundar en las ciudades pequeñas, mientras que en las grandes ciudades se encuentran esos enormes edificios del periodo fascista, como los tribunales o las escuelas, en los que es frecuente ver grandes letras mayúsculas que además tenían un claro fin propagandístico. En ambos casos son inscripciones con diferentes modelos de letras, normalmente sin serifa, que no han sido inspiradas por tipografías ya existentes».
El criterio de selección que ha determinado finalmente el contenido del libro ha sido complejo y variado. Desde una letra con una forma curiosa, un uso original del color, materiales que se salen de lo normal o detalles como una determinada sombra empleada para enfatizar la forma de la letra.
«También me gusta el forjado de hierro realizado a mano por los artesanos que acostumbran a estar en las entradas de las casas de las ciudades pequeñas y los pueblos. También busco mosaicos que incluyan letras y tengo debilidad por las tapas de alcantarillas, de hecho el último capítulo está dedicado a ambos. Todo ello, sin olvidar la mala tipografía y las letras monstruosas, que tienen para mí una perversa atracción y de la que incluyo algunos ejemplos bochornosos en el capítulo dedicado a los rótulos institucionales».
Para Clough, la edad de oro del rótulo italiano coincide con la aparición del Art Nouveau y la revalorización de los trabajos manuales y artesanales.
«Hace más o menos cien años, y especialmente cuando despegó el movimiento Art Nouveau a principios del siglo XIX, los rotulistas, otros artesanos y los arquitectos rompieron con la tradición tipográfica romana y las letras típicas del siglo XIX, estableciendo gran libertad a la hora de inventar nuevas letras. Esas gentes fueron las que realmente demostraron su creatividad en el sector de la creación de nuevos estilos de letras».
Una situación que lamentablemente dista mucho de la actual, en la que el rótulo comercial realizado con técnicas mecánicas o digitales ha acabado prácticamente con los productos artesanales. A pesar de todo, algunos de ellos todavía se resisten a tirar la toalla,al mismo tiempo que sirven de inspiración y modelo para los diseñadores más jóvenes.
«Alberto Berra en Génova y Sandro Ponzi en Roma todavía pintan rótulos y hacen sus propias letras sin copiar otras tipografías ya existentes. Aunque esos hombres son conscientes de las cualidades únicas de su trabajo, los rotulistas no son los únicos profesionales que hacen ese tipo de trabajo. Algunas empresas e incluso dependientes de comercio con talento creativo también diseñan sus propios carteles y crean ejemplos realmente originales. Además, algunos jóvenes diseñadores gráficos se implican en ocasiones en realizar rótulos de comercios. Normalmente suelen ser para bares que quieren diferenciarse del resto, restaurantes, etc. En el libro les dedico un capítulo a esos “diseñadores de rótulos” que rompen la tendencia actual de hacer carteles con tipografías mecánicas. Mi esperanza es poder ver a más diseñadores italianos con talento implicados en este tema».
Aunque es difícil revertir una tendencia como la actual, en la que prima el uso de técnicas digitales y tipografías mecánicas a la hora de realizar los rótulos, tal vez puedan articularse algunas políticas para preservar ese oficio o ese talento que lograba que los paisajes urbanos de ciertos países tuvieran una personalidad propia y diferenciada gracias a la belleza y originalidad de sus distintivos comerciales.
«En Italia, y tal vez también en España, Portugal y Francia, más que en cualquier otro país, los viejos rotulistas fueron muy creativos. Diría que incluso fueron valientes y arriesgados a la hora de crear letras originales sin necesidad de imitar ningún manual o catálogo de tipografía».