El síndrome del explorador: ¡No puedo parar de aprender!

26 de septiembre de 2019
26 de septiembre de 2019
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síndrome del explorador

Algo empezó a llamarle la atención. Había muchas personas así: les encantaba aprender y buscaban trabajos que parecían llevarles, más que a la oficina, a la aventura.

«Esto es un patrón», pensó Arancha Ruiz.

Eran demasiados. Más que unos raros, parecían una especie. No resultaban conocidos; mucho menos, catalogados. No tenían nombre ni identidad.

La consultora de talento agudizó la observación, buscó los parecidos y anotó las palabras que se repetían en la boca de todos. Después consultó el hallazgo con psicólogos y científicos. Ninguno le rebatió una letra cuando ella dijo: «He detectado que hay personas adictas al aprendizaje».

Tan solo uno de los expertos apuntó un matiz:

—¿Adictos? ¿Crees que adictos es la palabra adecuada?

La adicción es una voz que suena a fango y perdición. Mejor sería dar otro nombre a este destacamento de individuos que forman la avanzadilla del mundo. A Ruiz le pareció bien. Lo rumió un rato y lo que al principio llamó «adicción al aprendizaje» lo convirtió en «síndrome del explorador».

La asesora vio que las personas con este hambre feroz de aprender optan por un mismo tipo de trabajo. «En su carrera profesional, si oyen la palabra nuevo, dicen: ¡Voy! Les encantan los retos. En cambio, la palabra procesos les echa para atrás. Si creen que no van a tener libertad para aprender, se van. Necesitan explorar».

Los une algo más: «Odian las etiquetas». Ese oficio escrito en su tarjeta de visita les oprime como el nudo de una corbata. Esa etiqueta es una celda que los arrincona en una identidad para toda la vida y una actividad que se repite una y otra y otra vez. Esa profesión los convierte en humanos mecánicos que, a ojos de los demás, no sirven más que para una faena. Es una maldición; un ‘eres peluquero, pues solo a cortar pelos’.

Esto no funciona en los individuos con síndrome del explorador. «Es muy difícil ubicarlos», dice Ruiz. «Dan la sensación de que están dispersos porque no se cierran a algo en concreto. No paran de dar vueltas porque están buscando».

Algo más los une: aman los comienzos. Les gusta la fase de arranque, el punto de partida. «Son iniciadores y emprendedores».

Poco a poco, consultoría tras consultoría, Ruiz llegó a una conclusión: «Para estas personas, la exploración no es un medio; es el fin». No es una forma de llegar a la meta; es la meta misma.

Puede que sea una actitud, una habilidad. Incluso un modo de vida. «A estas personas el aprendizaje les produce placer. Les genera una satisfacción que no les da ninguna otra cosa». Ruiz aclara que no habla de los empollones que se encierran en una biblioteca a memorizar temarios: «Estudiar es distinto. El ámbito académico es un entorno conocido en el que las personas inseguras se sienten cómodas porque todo está establecido. Les resulta familiar y se sienten protegidas».

Los exploradores, en cambio, se ahogan en las rutinas y las actividades blindadas en lo de siempre. «Ellos están en un continuo modo ON. Es gente que necesita destinar parte de su tiempo de trabajo a investigar y probar cosas nuevas», indica la experta en gestión de talento.

A veces la necesidad es tan intensa que esa primera definición de «adicto al aprendizaje» que esbozó Ruiz no es exagerada. «El aprendizaje genera placer y el placer puede llevar a una adicción». Este afán de descubrir tiene mucho en común con la necesidad de café, tabaco o azúcar. Empieza por hacerse necesario, continúa haciéndose imprescindible y acaba provocando ira si no se tiene. Es un pozo sin fondo. Querer saber más y más y más y llegar hasta la ira cuando uno cree que está perdiendo el tiempo. Como si le robaran la vida y la emoción.

En la historia quedan estampas de personas que ya lo sentían. Julio Verne contaba que se encerraba en su gabinete de trabajo, en el piso más alto y aislado de la casa; echaba dos vueltas a la llave de la puerta, por dentro, para que nadie pudiera abrir, y se hacía el sordo cuando su mujer le gritaba desde fuera para que bajara a tomar el té con las vecinas. El escritor se parapetada, con cerrojo y todo, de aquellas conversaciones hueras que pretendían robarle su tiempo de lectura y escritura.

El embudo creativo

El ingenio resulta de oleadas de curiosidad, lugares nuevos, espacios desconocidos y vivencias inesperadas. Dice la head hunter que los fanáticos del aprendizaje «son más creativos porque la creatividad requiere exploración» y lo explica con una imagen: un embudo en el que van entrando conocimientos y conocimientos hasta que un día se conectan entre sí y sale una idea creativa.

Ese picar aquí y allá nunca se ha entendido («¡A ver si el tío pone ya el huevo en algún lado!», dicen). No se comprende que alguien eche los raíles de un negocio y lo abandone cuando rueda por fin («¡Y ahora que empieza a ir bien, se va el imbécil!», protestan). A pocos le entra en la cabeza que a algunas personas lo que les gusta es crear, empezar, descubrir y cambiar. La monotonía y la rutina es la antesala de su muerte.

Pero la coyuntura actual está sacudiendo esa visión de la vida ideal construida sobre cadenas: un empleo fijo de por vida, una casa donde echar raíces y un matrimonio in sécula seculórum. Eran los tres pilares de la seguridad y la seguridad era la alfombra roja hacia la felicidad. Lo demás era visto como un despendole estupendo.

Esa aspiración inmovilista naufraga en tiempo de transiciones: de la era analógica a la digital, de la era de la información a la era del espectáculo, del capitalismo globalizado al capitalismo de la vigilancia. Y en tiempo de sacudidas sobreviven los más flexibles, los que se adaptan al cambio, los que se esfuerzan por aprender lo nuevo.

Dice Ruiz que los expertos en búsqueda de talento, como ella, están convencidos de que esta capacidad de aprender de forma continua es «la habilidad más valiosa del profesional del siglo XXI». Aunque todo tiene su precio: «El explorador es difícil de gestionar y a las organizaciones les resulta cara la curva de aprendizaje de un empleado».

Es tan importante aprender cada día que se ha hecho necesario un nuevo perfil profesional dedicado a ayudar a otros a aprender mejor: el learning developer o learning manager. «Hay tanta información y tanto que aprender que muchas empresas se han visto con la necesidad de que un experto les ayude a filtrar las fuentes y organizar el conocimiento», indica Ruiz.

Los exploradores son indispensables porque «introducen la innovación en las empresas». Aunque, «¡ojo!», advierte. Tampoco hay que llenar el barco de Shackletons. «Una empresa no puede estar formada solo de exploradores. Necesita perfiles distintos. Hacen falta personas que implementen esas ideas». Marineros que prefieren atar cabos a inventar nudos. O, ya en tierra, el aire acondicionado de la oficina a los vientos inciertos de la aventura.

10 Comments ¿Qué opinas?

  1. Estoy de acuerdo en casi todo, me siento identificado. Solo discrepo en que las empresas buscan exploradores. Eso es de cara a la galería, porque queda muy guay y moderno. Las empresas buscan realmente gente obediente que no se salga del guion. Ya esta bien de contar este tipo de cuentos chinos, lo sé muy bien por experiencia propia y ajena.
    Y si no, mira a ver la edad y la flexibilidad mental de los Dir Gral de las empresas. Desde luego esas que van de guays y con dptos de RRHH que aplican las ultimas metodologías… las dirigen gente superclásica que tienen edad para haberse jubilado

  2. Gracias por hacerme entender por fin qué diablos me pasa!! Muy interesante, aunque el problema de este perfil es que nos cuesta perseverar, algo indispensable para realización de cualquier proyecto. Esa parte mecánica y repetitiva, cuánto la odio.

  3. Bueno, que bueno, AL FIN ALGUIEN ME DIAGNOSTICA !! todos en mi familia se ríen cuando se enteran que comienzo un nuevo curso de «algo» que me interesa (que es mucha cosa). Siento una adrenalina muy especial al aprender, y el comienzo (como muy bien se dice acá) es la etapa que más me gusta!!. Lo bueno es que he logrado en base a mi «exploración» una cultura general muy amplia y valiosa que me permite moverme bien en muchas áreas que al final se complementan formando una red de sapiencia que me sirve de mucho en «mis»trabajos (hago varias cosas). Me aburre lo estructurado, lo inamovible, y lo mediocre hecho para «zafar». Gracias estimada Ruiz (seremos parientes?) por diagnosticar a nuestra «tribu» .

  4. Hasta este artículo yo mismo me he etiquetado como una persona adicta al aprendizaje, pero de ahora en adelante voy a utilizar más el «síndrome del explorador», es mucho más amable y me hace sentir menos necesidad de disculparme por estar aprendiendo algo nuevo cada día.
    Esto de acuerdo en casi todo lo que se dice en este artículo, pero el aprendizaje en si mismo es un proceso, por ejemplo ahora mismo estoy enfocado en aprender «visual thinking», y esto me ha llevado a través algunos MOOCs, algunos libros, y la puesta en práctica en reuniones, y poco a poco voy consolidando este aprendizaje, es un proceso. Los procesos, no tienen que ser estructuras rígidas como una cadena de ensamblaje.
    Y el otro comentario es en relación a la importancia de que en un equipo de trabajo se cuente con personas enfocadas en cerrar procesos, enfocadas en el producto, porque a nosotros nos cuesta demasiado esa parte, aunque cuando se trabaja como freelance a uno no le queda más remedio que ajustarse y enfocarse en conseguir un resultado.

  5. GRACIAS! … Este artículo de Mar y gracias a Arancha por fin me ha hecho entender que los que creía mis fracasos en la vida, eran en realidad mis fortalezas…. era paradógico que me sintiera bien con mis «fracasos» y mi falta de estabilidad…. El sentirse parte de un grupo es saludable …. «Síndrome del Explorador» Me encanta!! Yo lo llamaba. Gusto por el Saber.

  6. Estoy muy de acuerdo. El artículo está genial pero lo de que es un perfil muy demandado está bastante lejos de la realidad. Por desgracia se prefiere obediencia y docilidad…

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