Tú y yo somos sistemas críticos
¿Quién no apagó a lo bruto un ordenador con fallos esperando que al encenderlo de nuevo recuperara su funcionamiento habitual? Lo extraño es que funciona el desesperado acto ejecutado al grito de «¡lo apago y ya!» (a menudo reforzado con quitar y poner cables).
El ordenador tiene una interesante ventaja sobre cualquier persona. Nosotros no podemos apagarnos de golpe y encendernos para funcionar como nuevos.
Pregunto a Javier Prieto, ingeniero de sistemas, por qué funciona la reparación de urgencia de un ordenador. (Le ruego una respuesta sencilla).
«Básicamente, un reinicio mata todos los procesos y empieza el sistema desde cero — dice Prieto — . Normalmente los cuelgues vienen de programas mal diseñados o de demasiadas aplicaciones a la vez».
Nuestros programas mal diseñados
A pesar de la terca realidad, introducimos a personas defectuosas en nuestras vidas (consumidores de recursos — tiempo, dinero, energía — , propaladores de chismes y tragedias, y amargados). Aceptamos obligaciones que ni nos van ni nos vienen (por hacer un favor, por probar, por debilidad).
Por esto, nos bloqueamos, temblamos, no podemos cerrar los ojos actualizando las minucias del día a día (me dijo, dije, tengo que, debo de…) Un pantallazo azul es un colapso nervioso. Y finalmente podemos rompernos.
«La multitarea trae muchos problemas — dice Prieto — . Cuando los ordenadores hacían solo una cosa iban mucho mejor. De hecho, los sistemas críticos son prácticamente monotarea».
Demoramos las soluciones
Nosotros, las personas, somos sistemas críticos. Muchos necesitamos reparaciones urgentes pero demoramos las soluciones.
Creamos fechas mágicas como puntos de actualización como el día del cumpleaños o el 31 de diciembre o «después del verano».
Sin embargo, las actualizaciones de nosotros mismos son fallidas. Arrastramos los defectos e interminables listas de debes hacer y tienes que.
Aún podemos salvarnos. Tenemos una ventaja sobre los ordenadores. Las máquinas tragan lo que le echemos; nosotros tenemos voluntad.
Matemos los procesos innecesarios. No apelemos a fechas mágicas, al grito de «apago esto y ya». Recomencemos ligeros.