Solo dormirán los mendigos

17 de marzo de 2014
17 de marzo de 2014
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De un tiempo a esta parte leemos con aprensión que algunas personas de relevancia pública solo necesitan dormir tres o cuatro horas al día, sin merma de sus facultades físicas y mentales. Ello nos sitúa de inmediato en una incómoda desventaja respecto a famosos insomnes como el juez Baltasar Garzón, Margaret Thatcher, Donald Trump, Madonna, Bill Clinton o Alfredo Pérez-Rubalcaba.
Nancy Kress publicó en 1991 la fascinante (a pesar de su inusual y poco atractivo título) novela de ciencia ficción Mendigos en España, en la que hay dos castas: quienes no necesitan dormir, y obviamente son los líderes, y quienes todavía no han logrado zafarse de esa necesidad que los convierte en mano de obra de base, o mendigos, en la terminología de la novela. En la inteligente trama es la ingeniería genética la que permite seleccionar niños que no necesiten dormir y que por tanto serán líderes. Kress se anticipó así al descubrimiento que tendría lugar casi dos décadas después y que se publicó en la revista Science en 2009. En concreto, allí se revelaba que en el gen DEC2, relacionado con la regulación de los ritmos circadianos, se encuentra el reloj biológico que marca los tiempos vitales. Nos guste o no, la eugenesia está a la vuelta de la esquina y el debate está servido.
La novela fue polémica, puesto que si hay personas con capacidades superiores (no necesitan dormir) habrá otras que estén muy por debajo y que no puedan ofrecer nada a la primeras (necesitan dormir). La economía se basa en algo tan simple como las leyes de oferta y demanda, por lo que el libro sugiere que buscar la excelencia es incompatible con la igualdad entre los seres humanos.
A principios del pasado siglo el influyente economista británico John Maynard Keynes, en su curioso ensayo Posibilidades económicas de nuestros nietos, predijo que gracias a los avances en productividad solo tendríamos que trabajar tres horas al día para satisfacer nuestras necesidades económicas y dedicar el tiempo libre a lo que más nos plazca. No solo se equivocó, sino que tristemente cada vez necesitamos trabajar más horas para poder cubrir esas necesidades básicas.
No son pocas las drogas recreativas diseñadas para evitar dormir cuando el cuerpo pide baile, house, fiesta o simplemente porque hay que entregar el dossier o la tesis mañana a las ocho a.m. Pero todas estas sustancias (las más utilizadas para tal fin son la cocaína, el speed y las anfetas) tienen desagradables efectos colaterales o «facturas» que pagar a cambio de esas horas o días extra de insomnio más o menos productivo.
Sus contrarios, como la Dormidina o el Lorazepam, tienen también efectos secundarios y hay quien ya no puede pegar ojo sin ingerirlas, pero si pedimos en una farmacia algo para no dormir nos mirarán como se mira a un yonki, y puede que incluso seamos sermoneados por algún licenciado con bata blanca, lo que resulta doblemente desagradable.
Hay una reducida élite (entre el 3 y el 5% de personas) que necesitan menos de cinco horas de sueño para sentirse perfectamente estupendas y operativas. Para ellas el día tiene más horas y pueden estudiar más, leer más libros… o escribirlos. La brecha entre estos infatigables trabajadores o geniales y prolíficos artistas está asegurada. Winston Churchill dormía cuatro horas, más o menos lo que Isaac Newton, Napoleón o Charles Dickens.
En la novela de Nancy Kress (que, por cierto, obtuvo el Premio Nébula y el Premio Hugo, los más altos galardones de la ciencia ficción) se plantean interesantes ideas de economía relacionadas con la productividad y el estatus que proporciona. Tanto en el libro como en la realidad, el tratamiento genético para librarse de la servidumbre del dormir será presumiblemente costoso y solo estará al alcance de los más pudientes. En un mundo en el que solo duermen los mendigos, que lo son precisamente por necesitar dormir, el poder y el capital estarán en manos de los insomnes.
Pero si usted es una de esas afortunadas personas que solo necesita descansar tres o cuatro horas al día, le pido abiertamente, y creo que con el apoyo de la mayoría de los lectores, que invierta su tiempo sobrante en hacer algún bien a la sociedad… Por favor, no lo dilapide jugando al Candy Crush Saga.

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