Cuesta habituarse a la ausencia de lo que siempre estuvo ahí. Los miembros amputados producen picores fantasmas, las parejas que ya no duermen a nuestro lado son sustituidas por almohadas apiladas, incluso el silencio que se impone donde antes había ruido causa cierta sensación de vacío, de vértigo. Este es el motivo por el que los móviles de pantalla táctil siguen imitando, al pulsar su teclado virtual, el sonido analógico y anacrónico de un teclado real; es el motivo por el cual el coche eléctrico está llenando las carreteras de estilosos zumbidos.
Cuando los coches eléctricos prometieron un futuro sin ruido en las carreteras, la gente no supo si echarse las manos a la cabeza o a las orejas. El silencio se prometía atronador, abrumador, incluso peligroso.
Las calles estaban repletas de peatones ensimismados con sus móviles, parapetados auditivamente tras sus auriculares. Las carreteras silenciosas suponían un peligro para la seguridad vial.
EEUU y Europa empezaron a legislar para obligar a los coches eléctricos a producir algún sonido al circular a velocidades bajas (a partir de los 30 km o 40 km hora, el rozamiento con el suelo y el aire produce suficiente sonido). Estas leyes entrarán en vigor a lo largo de 2019.
Los diseñadores de sonidos habían tenido un papel relevante en la industria del automóvil, el característico sonido de una Harley al ralentí o en el acelerón de un Porsche dan buena fe de ello.
Pero hasta hace poco se habían limitado a disfrazar las pequeñas explosiones de gas, dándoles un aspecto burbujeante y rítmico. Ha sido ahora, con el nuevo escenario que les brindan el coche eléctrico, cuando han dejado de vestir el ruido para dibujar sobre el silencio: se han convertido en auténticos compositores del motor.
Andrea Cera ha publicado dos discos, ha organizado un puñado de instalaciones musicales en lugares como el Pompidou y ha compuesto el sonido de un motor.
El Renault Symbioz es un prototipo en forma de berlina, un coche eléctrico que tiene un sonido electrizante y sobrio. Cera es compositor y técnico de sonido, así que sabe describir este zumbido con palabras más precisas:
«Cuando está en movimiento es un híbrido de componentes eléctricos y elementos de sonido de turbina, con una pista de motor de combustión a bajas velocidades», explica.
Por el contrario, cuando el coche está quieto, describe el músico, emite secuencias de sonidos repetitivos: «Son muy suaves y muy cortos. Crean una especie de lenguaje morse».
Cera ha asesorado al equipo de la casa francesa para crear los sonidos del Renault Symbioz, un proceso que les ha llevado dos años. Los sonidos del coche eléctrico conforman un conjunto que debe ser coherente en su totalidad, como lo sería un CD.
Utilizamos el símil de forma tímida, pues Cera advierte de que la musicalidad en los motores se debe limitar al timbre. Los atascos actuales sonarían armoniosos en comparación con un puñado de coches eléctricos emitiendo cada uno su propia melodía.
En opinión de este compositor italiano, no hay por qué preocuparse: la autopista está lejos de sonar como una orquesta desacompasada.
Los sonidos del coche eléctrico son sutiles y poco intrusivos y, vaticina, en el futuro tenderán a reducirse aún más. Cera insiste en la finalidad de advertencia a peatones en la creación de estos zumbidos, pero eso no impide que tengan una componente de diseño y branding importante.
BRANDING TONAL: CUANDO LAS NOTAS COMPONEN MARCAS
Si preguntamos a los usuarios de Netflix, todos sabrían imitar el sonido de inicio de su menú. Quienes tienen un iPhone reconocen enseguida el tono que emite su móvil al enviar y recibir un SMS.
Estos sonidos se escuchan tan a menudo que se convierten en una herramienta del branding tan potente o más que la visual. Puede representar a su marca de forma tan reconocible como su logo. Y duradera.
Sonidos como el de inicio y apagado del Windows, el de la primera Playstation o incluso los desagradables zumbidos de los primeros routers han pasado a ser parte de nuestra memoria sonora.
Las empresas invierten millones en construir sonidos que asociar a sus marcas. Irónicamente es un sector empresarial que no hace mucho ruido, apenas se habla de él, y sin embargo, es crucial a la hora de diseñar un producto.
El caso del coche eléctrico es uno de los más paradigmáticos pero no el único. Muchos de los ruidos que escuchamos en nuestro día a día están diseñados, compuestos.
Nuestra vida cotidiana tiene una banda sonora de fondo a la que raramente prestamos atención. Pitidos, chasquidos y melodías nos activan como autómatas (próxima estación, ya es mi turno, tengo un mensaje), pero a la vez pasan desapercibidos, son permeables y discretos y solo penetran en nosotros a un nivel subconsciente. Eso significa que son sonidos bien compuestos.
Le preguntamos a Cera, en su doble faceta de músico y diseñador de sonidos, si componer una canción y un paisaje sonoro es diferente. Lo es. «Tengo la impresión de que el diseño de sonido es a la vez una forma más evolucionada y más primitiva de la composición musical», expone.
«Por un lado, permite explorar en profundidad un problema único y preciso relacionado con el sonido; por otro, no te deja explotar muchas de las estructuras simbólicas relacionadas con la música tradicional».
Esta limitación simbólica tiene una explicación. Los diseñadores de sonidos trabajan con el concepto de tolerancia a la repetición. Sería algo así como la cantidad de veces que puedes escuchar un sonido sin odiarlo profundamente.
Un sonido musical «crea una carga cognitiva que tensa el sistema auditivo, la atención, la memoria, etcétera», argumenta Cera, «tal vez sea agradable o sorprendente la primera vez, pero a la larga tiene efectos negativos».
Por eso, los sonidos diseñados tienden a ser cortos, no musicales y a moverse en una tonalidad baja, menos intrusiva.
Igual que un cantante habla de sus influencias infantiles, Andrea Cera recuerda su infancia escuchando motores.
«En mi pueblo había una competición de coches trucados», recuerda, «aprendí a reconocer a los pilotos locales por la firma sonora de su estilo de conducción. Me fascinó escuchar cómo el timbre de un motor cambia drásticamente cuando acelera o desacelera».
Los ecos de aquellos sonido aún resuenan en su cabeza. Muchos años después, sirven de inspiración para crear sonidos nuevos, modernos, electrizantes. Pero que beben de rugidos antiguos para vestir el silencio.
El trabajo del diseñador acústico, a veces, consiste en esto, en callar silencios con sonidos largamente extintos. En vestir las ausencias de ruido y crear la sensación de que lo ausente sigue presente. Al menos, por un tiempo, hasta que nos acostumbremos a un futuro más silencioso.
Los móviles ya no tienen teclados sonoros por defecto. Quién sabe cuánto tiempo tardará el coche eléctrico en apagar para siempre el ruido de su motor.