Formas de expresar conformidad hay muchas, pero esta que tienen los Z y jóvenes en general para hacer valer su opinión es de una rotundidad que emociona.
Sí soy, o su variante sisoy (incluso si soy) equivaldría, según los contextos, a un yo también (Soy mujer y soy poderosa 💪🏻. Sí soy 🙋🏿♀️) o un estoy de acuerdo, solo que cargado de un énfasis que devuelve a esa expresión una intensidad que parecía haber perdido.
—¡Qué persona más maja!
—Sí soy.
Y la gracia está en que lo mismo puedes interpretar que sí, que la afirmación es cierta y coincide con tu punto de vista, como que quien responde se identifica totalmente con lo que se afirma, sea real o de coña. Porque ese sí soy te da la fuerza suficiente para reírte de ti mismo sin perder un ápice de autenticidad.
—¡Qué persona más torpe!
—Sí soy 🤣.
No es un uso novedoso eso de poner énfasis en la respuesta. Pero hoy, poner el yo por delante en tiempos en los que todo parece desvanecerse en la colectividad y en cierta masa informe, la reafirmación de la propia persona es un golpe en la mesa que viene bien dar de vez en cuando.
Y no hay que confundirlo con egocentrismo, sino con un «aquí estoy y esta es mi opinión» que engloba cierto orgullo, como Sancho, cuando le preguntaron si era el escudero de don Quijote y respondió aquello de «sí soy y me precio dello». Además, genera también sana complicidad. Todo ventajas.
Precisar su origen no es sencillo, aunque sí es más fácil ubicar por dónde se mueve. Sí soy navega como pez en el agua en las redes sociales y en los wasaps de estas generaciones que están trayendo un poquito de aire fresco a nuestro idioma. Tanto que hasta han creado un nuevo verbo, siser. Y los nacimientos, ya se sabe, hay que celebrarlos.