El análisis del comportamiento sociológico es, en la mayoría de ocasiones, un ejercicio en el que se recorren con asombro las más afiladas aristas de la conducta humana. En algún punto del pasado siglo XX, una sensible cantidad de habitantes del planeta decidieron que querían vivir alejados del centro de las ciudades. Además, pensaron que sería magnífico desarrollar esos lugares de manera plana, anodina y con una especie de actitud de penalización social para todo aquel que se saliese del molde.
[pullquote]»El barrio de Bangkok que sobrevolábamos parecía exactamente igual que Suecia»[/pullquote]
¿En qué momento dejó el ser humano de querer ser diferente y especial para convertirse en un ser temeroso de parecer distinto? Martin Adolfsson, fotógrafo sueco afincado en Nueva York, se vio atraído por el fenómeno y comenzó un proyecto de fotografía antropológica que repasa la estandarización de las zonas residenciales a lo ancho y largo de todo el globo. “Empezó todo por casualidad”, señala el propio Adolfsson. “Eché un vistazo por la ventana del avión instantes antes de aterrizar en 2006 en el Aeropuerto Internacional de Bangkok. Vi el barrio que sobrevolábamos y pensé que parecía exactamente igual que Suecia, donde vivía en ese momento”.
Una vez en tierra, el fotógrafo buscó ese lugar que había visto desde el cielo y lo recorrió minuciosamente durante un par de días. “Decidí que necesitaba documentar más suburbios de nueva construcción en otros países emergentes”. El resultado de la investigación de campo es un libro, Suburbia Gone Wild, que recorre el impacto de la globalización en los cánones estéticos que los ciudadanos de todo el mundo aplican a los lugares en los que viven.
Adolfsson se dio cuenta de que el acceso a muchos de esos barrios de periferia —y, sobre todo, al interior de las casas— era una misión complicada. Tuvo que hacerse pasar por comprador de viviendas que estaban en venta en cada uno de los barrios y hacía las fotos, cámara en mano, en las visitas en las que le mostraban cada casa. Un asistente distraía a los agentes inmobiliarios mientras él captaba instantáneas de habitaciones, mobiliarios y fachadas.
“Me di cuenta de la similitud entre las zonas residenciales después de visitar el tercer país”, explica. Tras 6 años de trabajo, Adolfsson ha visitado 44 de estos suburbios en 8 países diferentes y en 5 continentes. El sueco ha pasado por Bangkok, Shanghai, Bangalore, El Cairo, Moscú, Johannesburgo, Sao Paulo o México D.F. con la sensación de que no se movía del sitio.
[pullquote]“Todo esto es resultado de décadas de exportación de la cultura pop americana»[/pullquote]
Si buscamos culpables, el fotógrafo tiene un candidato. “Todo esto es resultado de décadas de exportación de la cultura pop americana. La gente se siente cómoda rodeada de personas que comparten los mismos valores y experiencias que ellos”. Y, ¡ojo!, que esto no ocurre solo en estos núcleos periféricos de viviendas, donde habría ido a parar un espectro de ciudadanos de inquietudes sociales y culturales más relajadas, sino en los espacios en los que creemos que se determinan las más modernas tendencias a seguir. “Ocurre lo mismo”, dice Adolfsson, “en barrios trendy como Williamsburg en Nueva York, Kreuzberg en Berlín, Shoreditch en Londres o Malasaña en Madrid”.
Para Guillermo Casado, arquitecto y docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Internacional SEK, en Quito (Ecuador), todo responde a la consecución del ideal del sueño americano que se planteó en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. “Se trata de una degeneración de la utópica idea de vivir en el campo en contacto con la naturaleza. De hecho, estas urbanizaciones formatean la naturaleza sobre la que se implantan, sembrando césped y árboles exógenos al lugar, y sometiendo a un fuerte estrés al medio ambiente cercano”.
El precio del petróleo facilitó mucho las cosas permitiendo a los habitantes de estos suburbios recorrer decenas de kilómetros diarios entre sus hogares, sus puestos de trabajo y las zonas comerciales donde realizan sus compras. “Este modelo urbanístico produce varios problemas. La zonificación de usos obliga a realizar grandes desplazamientos y la baja densidad habitacional produce un gran consumo de territorio, un bien que empieza a resultar escaso. La baja densidad impide que la implantación de transporte público sea rentable, por lo que el uso del coche se hace casi inevitable”, explica el arquitecto.
La clonación de los espacios está servida. Para Martin Adolfsson, esta concepción crea “un concepto de igualdad válido en el interior de los límites del suburbio, pero la desconexión de las personas que viven fuera de él es, frecuentemente, inmensa”. Nos topamos con la paradoja de que el afán de los ciudadanos por sentirse integrados con sus vecinos próximos les aleja y aísla del resto de la sociedad.
Guillermo Casado critica el servilismo con el que los arquitectos se han sometido a “este modelo importado de películas, series de televisión o revistas. La falta de diversidad tipológica y la reproducción en serie crean una falta de identidad arquitectónica y la creación artificial de un ambiente globalizado”, declara. Además, la descontextualización de esas viviendas es tremendamente nociva desde más puntos de vista. “Los edificios que se reproducen en este tipo de urbanizaciones no tienen en cuenta asoleamiento, materiales autóctonos, estrategias bioclimáticas o el recorrido histórico y cultural del lugar”.
Martin Adolfsson opina que se producirá “una corrección” en los próximos quince o veinte años. “Las personas comenzarán de nuevo a buscar sus raíces. Es como cuando un adolescente comienza a descubrir quién es realmente. Se percibe una amplia influencia de la cultura de Hollywood que podría cambiar en las próximas décadas”.
Si usted ha decidido que quiere vivir en un vecindario ideal con nada que envidiar al de Desperate Housewives, piense en las consecuencias de apostar por un modelo obsoleto y con fecha de caducidad. Si las acepta, disfrute de su homogeneizado ideal.