Hay viajes que empiezan con un pincel y acaban en otra época. Eso ocurrió a Giuseppe Salerno y Paco González cuando comenzaron a diseñar una tipografía que, al final, llamaron Superb. Las letras fueron el principio y los números vinieron después. Y en ambas hay «un ritmo en sus formas que recuerdan a los lettering de los carteles musicales de los años 60», dicen los miembros del estudio Resistenza.
No es frecuente que unos dígitos se encarnen en una personalidad, pero si esto fuese absolutamente obligatorio, quizá serían el artista Wes Wilson, por «sus formas orgánicas y psicodélicas».