Una supermanzana es un concepto urbanístico puesto en marcha por el Ayuntamiento de Barcelona. Sus dimensiones son mayores que los de una manzana de edificios normal, pero más reducidas de lo que sería un barrio. Además, por su interior no pueden circular vehículos de motor.
Sin embargo, las supermanzanas son mucho más que una zona peatonal como se conoce habitualmente. El Ayuntamiento de Barcelona prefiere llamarlas zonas «pacificadas» porque en ellas no solo se respeta a los peatones, sino que se desarrollan actividades lúdicas, comerciales o educativas, que mejoran la calidad de vida de los habitantes de esa zona.
Las primeras supermanzanas (superilles en catalán) acaban de ser puestas en marcha por el consistorio en una prueba piloto. Poco a poco, irán implantándose en más lugares. El plan ha causado revuelo en círculos de urbanistas en todo el mundo y cobertura de medios internacionales incluso más extensa que en medios nacionales.
«Como ciudad mediterránea que es, en Barcelona la gente pasa mucho tiempo en el espacio público», explica Janet Sanz, concejala de distrito de Nou Barris. «Nuestra intención es que ese espacio público sea una extensión de nuestras casas, para lo cual la ciudad debe ser más humana y saludable».
Desde el Ayuntamiento de Barcelona llevan tiempo desarrollando programas de rehabilitación urbana y regeneración de los barrios. Una tarea que permitió confirmar algo evidente, pero que suele pasar desapercibido: las ciudades no sufren de escasez de espacio público, el problema es que está mal repartido.
«En la ciudad hay mucho espacio para el vehículo privado y muy poco para los peatones, para los vecinos o incluso para el uso comercial, como pueden ser las terrazas», explica Sanz. «Estamos siempre debatiendo dónde se pone un parque infantil, una zona deportiva, zonas para personas mayores porque hay muy poco espacio público para estas cosas cuando, en realidad, lo que sucede es que lo estamos dedicando al aparcamiento en superficie y al uso de los automóviles».
Era necesario, por tanto, plantear la ciudad de forma diferente para que la gente pudiera recuperar ese entorno cedido a los coches y motocicletas.
«En 2005 y 2006 se desarrolló alguna experiencia piloto de reorganizar el espacio urbano en la zona de Gràcia. En ese caso, donde antes había coches se crearon plazas, y aunque el gobierno municipal anterior entendió el concepto, al final no acabó de aplicarlo, especialmente en lo que aquí se conoce como «la malla Cerdá», porque afectaba a calles importantes de la ciudad».
El nuevo equipo municipal decidió retomar ese intento de recuperar espacio público a través de las supermanzanas, para lo cual ha puesto en marcha una prueba piloto en la que está siendo esencial la participación de los vecinos del barrio.
«En la supermanzana que se acaba de poner en marcha hemos descubierto que cerca de una de las plazas interiores hay una escuela. A partir de entonces, comenzamos a hablar con la escuela para ver qué actividades se podían hacer en ese espacio liberado de coches. En otro entorno lo que hay es un gimnasio, así que se han organizado clases gratuitas para los vecinos. Esto no quiere decir que vaya a haber actividades las 24 horas del día, sino que se va a configurar un modelo de ciudad diferente en colaboración con los habitantes y en el que se va a restar presencia a los coches».
A pesar de que estadísticamente hay más peatones que automovilistas, cuando se anuncia la puesta en marcha de un plan para limitar total o parcialmente el tráfico en una zona, muchos de esos peatones se levantan en defensa del automóvil privado, sin percatarse de que ellos son los primeros beneficiados de esas medidas. Algo que, por supuesto, también sucedió con la puesta en marcha de las supermanzanas.
«La acogida de las supermanzanas no ha sido unánime pero sí buena. Todo el mundo está de acuerdo de que hay que luchar contra la contaminación, que debe haber más espacios infantiles, que debe haber más espacios públicos. Sin embargo, cuando bajas todo eso a la realidad, hay mucha gente que se queja porque, de repente, hay zonas por las que habitualmente pasaba en coche y a las que ahora no puede acceder, o los propios comerciantes, que ven menos afluencia de automóviles y piensan que se va a reducir el número de clientes. Por eso, hemos querido dejar claro que somos flexibles y estamos abiertos en todo momento a la mejora, escuchando a todos los vecinos, tanto del interior de la ciudad como los de la zona metropolitana, que es desde donde procede el mayor número de automóviles de Barcelona».
Los cambios de hábito requieren su proceso y siempre hay parte de la población que, con o sin razón, lo vive de un modo más traumático que el resto. Sin embargo, como señalan desde el Ayuntamiento de Barcelona, «hay mucha gente que está pensando en positivo y está colaborando para aportar ideas destinadas a que esas zonas tengan vida, se les dote de actividad y no se deserticen».
Tanto es así, que vecinos que no residen en la «malla Cerdá», la parte más ortogonal de la ciudad y en la que es más sencillo implementar las supermanzanas, han comenzado a demandar al ayuntamiento intervenciones que mejoren sus barrios en la misma medida que lo hacen estas superilles.
«Sí, hay otros barrios que no estaban en la lista, como Nou Barris, que han levantado la mano para que se apliquen medidas semejantes en sus zonas. Esto es importante, porque no podemos permitirnos que esos ciudadanos piensen que a ellos no les ha tocado. Por tanto, hemos de planificar otras actuaciones que, aunque no sean superilles porque la zona no lo permita, sí que supongan la pacificación de ejes, la mejora de juegos infantiles o la creación de más zonas verdes».
Además de los beneficios patentes para la vida de los ciudadanos, el proceso de puesta el marcha de las supermanzanas supone una mejora en la forma de gestionar los presupuestos públicos y la actuación en la ciudad. «Estamos acostumbrados a acciones urbanísticas de decenas de millones de euros, que se ponen en marcha desde un despacho, se implementan y que luego, si no funcionan, no se pueden revertir ni modificar. Con las superilles, la participación ciudadana y la implantación paulatina permite que el resultado se ajuste verdaderamente a las necesidades de los vecinos».
Unas necesidades que son mucho más sencillas y prosaicas de lo que pudiera parecer.
«Una de la cosas que nos hicieron impulsar el proyecto fue comprobar que muchos niños y niñas veían que jugar en la calle era un problema porque los coches les daban miedo. Si una ciudad no está pensada para que los niños puedan vivirla, no es una ciudad inclusiva y hay que cambiar el concepto de ciudad».
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Felicitaciones, ciudadanos de Barcelona, por su ánimo de progreso. Que Dios los bendiga y los acompañe en la iniciativa.
A pesar de ser una idea atractiva, muchos se quejan de que la desviación del tráfico ha provocado un aumento de la contaminación (y ruido) en la periferia de las supermanzanas. Creo que antes de cortar el tráfico deberían empezar por crear alternativas de transporte interurbano, conseguir que la gente se adaptara a ellas y abandonara progresivamente el uso del coche.
[…] Fuente: http://www.yorokobu.es/supermanzanas-barcelona/ […]
La idea, las fotos, todo es muy bonito. Me imagino que las fotos son durante el fin de semana con niños jugando y demás, Al no estar en Barcelona, no me imagino por las mañanas esos ensanchamientos de los chaflanes, ¿como es el día a día? la idea me parece buena, ahora solo hace falta comprobar su viabilidad. Lo que tengo claro es que los vehículos, peatones usuarios de las vias publicas nos adaptamos a los vaivenes de la ciudad.
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