Judas lleva representándose más de un año. Ha girado por Málaga, Madrid y Córdoba. Judas es una obra de teatro, aunque esta definición no acaba de ajustarse a la realidad. Sería más preciso decir que Judas es una obra de peluquería, pues es allí donde se representa.
La iniciativa surge de la necesidad, pero una vez abrazada se lleva a gala. Grandes carteles la promocionan bajo el epígrafe «teatro en peluquerías». «Bueno, es que está basada en una historia real que sucedió en una peluquería, así que tiene sentido hacerla allí», explica Miguel Marchal, creador, junto a Patricia Fresno, de la obra. El lugar, según Marchal, hace que la experiencia sea «más íntima, más real», pues aquí «no hay ningún artificio ni decorado, todo es real».
Puede que la propuesta suene original, pero ellos no han sido los únicos en deslocalizar una obra. En los últimos años la escena teatral española ha salido tímidamente de su templo, ha reducido su formato y se ha adaptado a la calle. Lugares como Microteatro por dinero, Lavapiés, barrio de teatros o el off del teatro Lara han sacado las representaciones de los escenarios y las han adaptado a los lugares más insospechados.
«Antes también se hacía, pero de forma más marginal, más experimental», opina el actor Juan Luis Urgel. Él ya representó en peluquerías, lo hizo hace seis años en La Penúltima, de la compañía La Belloch. La iniciativa se llamó Al teatro por los rulos y ni siquiera entonces era novedad. Según Urgel, «el punto de inflexión lo marca Microteatro por dinero, que demostró que es algo que puede ser rentable». Para algunos.
[pullquote]Estos formatos pueden precarizar la profesión, pero suponen un altavoz para propagar historias y talento, un altavoz que antes no existía[/pullquote]
Los creadores y las actrices de Judas tienen otros trabajos. «Obviamente», confirman. También Urgel acompañaba su aparición en La Penúltima de trabajos en publicidad y clases de actuación para llegar a fin de mes. El actor se debate entre el discurso crítico y el idealista, denunciando que estos formatos «precarizan la profesión», pero entendiendo que suponen «un altavoz» para propagar historias y talento, un altavoz que antes no existía. Lo compara, no sin acierto, con el papel que cumple el cortometraje en el mundo del cine.
Fresno y Marchal coinciden con Urgel. Ellos quieren contar historias. Cuando salieron de la escuela de cine de Córdoba pensaron en hacer una película, pero era demasiado complicado, demasiado caro. Después redimensionaron su proyecto y pensaron contar historias en el teatro, pero también aquí las dificultades eran muchas. Así que sacrificaron el escenario, deslocalizaron su obra. «Pero seguimos contando historias», apostilla Laura Fresno. Eso es lo que les importa.
La sorpresa no ha sido tanto que creadores y actores quisieran exponer su obra en estos lugares, sino que el público ha respondido. Urgel cree que este interés se debe a la idea errónea que tiene la gente sobre el teatro, concibiéndolo como demasiado formal, demasiado pedante. Así, sostiene, representarlo «en un formato más reducido y en un ambiente más familiar, lo hace más accesible». Fresno ahonda en esta misma idea. La autora asegura que llevan su obra al corazón de los barrios, y que esto supone «una forma de acercarse, incluso físicamente, a otros públicos y a otros bolsillos».
Más allá de lo curioso del escenario, la deslocalización de las obras de teatro ha supuesto una atomización de propuestas. En mercados, peluquerías y vestíbulos. Puede que no suponga un medio de vida pero sí parece ser una expresión artística válida, una manera de dar a conocer un trabajo y quién sabe, una vía para acabar triunfando.
[pullquote]La sorpresa no ha sido tanto que creadores y actores quisieran exponer su obra en estos lugares, sino que el público ha respondido[/pullquote]
En la actualidad Judas está representándose en Sevilla. En otoño volverá a Madrid. La Penúltima dio el salto de la peluquería a las salas. Su autora, Carolina Martín, recibió el Premio Calderón de la Barca en 2012 y estuvo nominada a los premios Max en 2013. Aunque quizá el caso más llamativo se encuentra en uno de los fenómenos cinematográficos del año pasado. Cabe recordar que antes de convertirse en una película, antes incluso de estrenarse en el teatro, La Llamada, la ópera prima de los Javis, se representaba en un vestíbulo. El recinto pertenecía al teatro Lara y la iniciativa, que se sigue llevando a cabo bajo el nombre El off del Lara, fue una de las pioneras en esto del teatro deslocalizado.
Son unos pocos ejemplos de éxito más o menos modesto, pero hay muchas más historias, algunas con final más amargo, más discreto. Se multiplican y se adaptan al entorno, desarrollándose en peluquerías, en mercados o en vestíbulos. Y están más cerca de tu casa de lo que crees.