Los errores ortográficos atacan: que alguien llame al profesor don Pardino

2 de septiembre de 2020
2 de septiembre de 2020
5 mins de lectura

En la Edad Media, los monjes escribanos temían a la ira de Dios y a las travesuras de un demonio llamado Titivillus. Aquel diablillo se colaba en los textos llenándolos de errores. Desde entonces, ese demonio travieso sigue haciendo de las suyas, emborronando de vurros, omvres, bacalados y mugeres las páginas que escribimos.

Con el Titivillus y su mala baba ortográfica como excusa nace el tebeo que el profesor don Pardino acaba de publicar en Plan B. Su título: El profesor don Pardino contra los titis. Su autor conoció la existencia del Titivillus gracias a un familiar que empezó a estudiar paleografía. «Yo andaba buscando un enemigo para don Pardino. Había escuchado algo de Titivillus, se lo comenté y él me puso al día. Enseguida me di cuenta de que Titivillus iba a ser el Dr. No de don Pardino».

profesor don pardino

El de don Pardino es todo un homenaje a los tebeos clásicos españoles y sus grandes viñetistas, Ibáñez, Vázquez y Raf.en particular, a los que califica como sus referentes, pero también a todos los dibujantes de la época de Bruguera. «En este tebeo, don Pardino es como un Mortadelo, un Anacleto o un Sir Tim O’Theo lingüístico. La estructura episódica también es propia de Ibáñez. Y el hecho de que prácticamente en cada página pase algo, un gag que mantiene al lector atento, también es típico de él. Me diferencio en que no hay peleas y mamporros», aclara.

Mortadelo no es el único personaje de Ibáñez que viene a la memoria al leer este tebeo. Aquí también encontramos el recuerdo del Súper y la TIA en la figura de la directora de la ARRE, la Academia de Reglas Resultonas y Exitosas que emula a la RAE, y del profesor Bacterio en la figura de una científica bastante menos calamitosa que el personaje de Ibáñez.

«Lo de la científica es a propósito», aclara don Pardino. «Tengo otro personaje mucho menos conocido llamado Valentina Carburina. Es una niña que quiere ser astrofísica, como Jocelyn Bell. La científica de este tebeo es esa niña de mayor. También he puesto a una mujer al frente de la ARRE (una mezcla entre la RAE y la TIA). Es un guiño a Pardo Bazán y María Moliner, que no consiguieron entrar en la Academia, y también a Carmen Conde, la primera mujer en conseguirlo».

Y como buen homenaje al tebeo clásico que se precie, no solo la acción, sino también el lenguaje de aquellas viñetas que se publicaban en Bruguera hace tantos años aparece de vez en cuando en los diálogos. Palabras como sapistri o malandrín, que hoy suenan tan a abuelo, salen de vez en cuando de la boca del profesor.

«Las recupero porque formaron parte del imaginario colectivo y se están perdiendo», explica el creador de don Pardino. «Además, coincidió que hice para la revista Archiletras cuatro páginas sobre las palabras de los tebeos y tuve el capricho de usarlas. No sé si esta será mi única oportunidad de publicar un tebeo y quise que don Pardino dejara un sapristi para la posteridad».

Los titis recorren el mundo provocando el caos ortográfico y el profesor debe perseguirlos para poner orden. Siguiendo con el estilo lúdico con el que nació como personaje en Twitter para explicar ortografía, aprendemos aquí que ti no lleva tilde, que las mayúsculas sí la llevan cuando es el caso y que el signo de apertura de interrogación no es un mero adorno.

«Trato siete errores frecuentes, uno por cada titi. Me he dejado muchísimos fuera. Para poder hacer referencia a todo, en vez de una historieta, debería ser algo así como una gramática ilustrada. Si me dejan hacer otro tebeo, podré tratar otros aspectos: la coma de sujeto, el prefijo super-, los errores de concordancia, el uso de las comillas… Usando una expresión popular, hay temas para parar un carro».

Pero fuera angustias: errores cometemos todos y el mundo no se acaba por ello. «De los errores que se producen porque Titivillus ha hecho de las suyas, a pesar de que nos hemos esforzado en no cometerlos, no hay que preocuparse», asegura don Pardino. «Me refiero a esos errores que uno ve nada más darle a «enviar», o a las erratas que siempre han estado y estarán en las publicaciones. Hay que preocuparse de los errores que aparecen por dejadez. Una de las etiquetas que más me gustan es #PonUnCorrectorEnTuVida, que hace referencia a la ausencia de correctores en los medios de comunicación por una extraña cuestión de ahorro. Eso sí que es preocupante. Un medio que es visto por millones de personas no puede permitirse publicar faltas de ortografía».

También las redes sociales reciben su ración de ironía por parte del profesor. «Se metió en las redes sociales y como ahí nadie usa los signos de apertura [de interrogación y exclamación], murió de inanición», le cuenta el profesor a la directora de la ARRE. A buen entendedor…

profesor don pardino

«Para ser justos, la gente se preocupa muchísimo por la ortografía. Es frecuente ver temas como la tilde de «solo» como tendencia en Twitter», matiza don Pardino. «Pero sí es cierto que la tecnología y las prisas nos lo ponen difícil. Por ejemplo, encontrar los signos de apertura requiere un pequeño esfuerzo. Es normal que la gente acabe omitiéndolos por comodidad. Por otra parte, también es cierto que añadir los emoticonos requiere el mismo esfuerzo de búsqueda en el teclado y ahí sí que no racaneamos. Algunas personas me han escrito para decirme que han empezado a poner exclamaciones e interrogaciones de apertura después de leer mis viñetas. Con eso me conformo».

—Profesor, ¿cree que los más jóvenes ya no tienen interés en escribir bien o lo que hacen, en realidad, es distinguir registros?

—Hay quien podría responder que se empieza uno relajando en WhatsApp y acaba poniendo emoticonos en un examen de oposición. La cuestión es que lo tengan muy claro y se sientan realmente seguras de que saben diferenciar registros y no van a colar un error en un escrito formal por culpa de la costumbre.

—¿Se les está enseñando bien desde el colegio? ¿Debe cambiar algo en la manera en que se plantea esta asignatura en los currículos oficiales?

—Yo cambiaría algunas cosas, sobre todo en los primeros cursos. La impresión que tengo a veces es que se trata a los niños de seis a once años como minifilólogos, y los maestros debemos dedicar tiempo a aspectos formales o abstractos que no nos dejan centrarnos en lo que, a mi parecer, es lo más importante: la lectura comprensiva y la redacción de textos coherentes y cohesionados.

En su opinión, no habría que obsesionarse tanto por aspectos como definir qué es una sinalefa, sino centrarse y abundar mucho en esa etapa en la expresión oral, en la lectura, en hacer redacciones guiadas y controladas que vayan, poco a poco, hacia la redacción libre…

«Secundaria es otra historia», concluye. «Ahí sí que se puede trabajar la gramática desde una perspectiva más científica, ya que su grado de madurez lo permite. De hecho, muchas de las cosas que yo sé como filólogo se las debo a mis profesores del instituto. Pero para eso es fundamental que se haya conseguido antes lo otro».

No te pierdas...