Que se siga hablando de la necesidad de alcanzar el equilibrio en cuanto a reparto de poder, recursos y responsabilidades dentro y fuera del ámbito doméstico entre hombres y mujeres, es una señal. Positiva para los que consideran que continuar luchando por ello es una prueba de que vivimos en una sociedad que aspira a ser más justa. Negativa porque hace patente el fracaso de no haberlo alcanzado aún.
Ni el político ni el económico son ámbitos que puedan sentirse especialmente orgullosos por lo logrado en este aspecto. Lo demuestran realidades como que pese a representar el 50% de la población mundial, solo el 5,9% de los jefes de Estado sean mujeres o que solo el 15% de los business angel de EEUU son mujeres (porcentaje que cae al 6% en Europa).
Datos como estos los proporciona TEDxBarcelonaWomen cuando está a punto de celebrar su tercera edición (10 de junio) que lleva por título, precisamente, Shift the balance.
Se trata de volver a debatir sobre un tema que en España está muy lejos de lo que puede estar en otros países, según Aurélie Salvaire, directora del encuentro: «Hay mucho camino por recorrer y España no sabe capitalizar una de sus mayores bazas como lo es el talento de las mujeres de este país. Por ejemplo, el término ‘feminista’ aquí da mucho miedo cuando en EEUU, por ejemplo, Beyoncé lo está pregonando en cada uno de sus conciertos».
Pero ¿por qué el significado de la palabra ‘feminista’ se ha distorsionado tanto en nuestro idioma hasta ponerlo al mismo nivel que ‘machista’ cuando aquella, en teoría, busca la igualdad de géneros y no la supremacía de uno sobre el otro, como el caso del segundo?
«Fruto de una mala comunicación, de una carencia de reflexión social en torno al tema y de una falta memoria», responde Ima Sanchís, periodista de La Vanguardia y ponente en el próximo TEDxBcn.
«En el feminismo hay diferentes corrientes, pero el poder establecido, el patriarcal, se ha encargado de visualizar las más extremas y lo ha hecho a través de la burla y la descalificación, de manera que muchas mujeres se han creído ese cuento de que una feminista es una mujer peluda y fea».
La periodista considera capital dar el valor que se merece al papel de la mujer no solo para lograr una sociedad más justa para ellas sino más sostenible y mejor para todos. «Y las primeras que debemos valorarlo somos nosotras mismas».
Por suerte, hay hombres que también lo entienden así. De ahí que uno de los ejes de la edición de este año se haya denominado Get men involved in gender equity y en él participen gente como Gerardo Porteny. El fundador y presidente del movimiento mundial de los Hombres Jóvenes por la Igualdad de Género, cree que luchar por la igualdad de las mujeres no es otra cosa que luchar por los derechos fundamentales de la humanidad.
«Además de las obvias razones morales, los hombres nos beneficiamos social, política, militar, ambiental y culturalmente al alcanzar la igualdad. La lucha por la igualdad de la mujer se debe de entender como la lucha de Nosotros por todos. Logrando este imperativo permitirá a todos los seres humanos, mujeres y hombres, aumentar exponencialmente su felicidad y calidad de vida», explica.
De la misma opinión es Mercedes Wullich, fundadora y directora de Mujeres&Cia, para quien «las mujeres somos parte vital de una estructura que va mucho más allá de nosotras y que responde a causas sociales, a intereses, a aspectos que «contagian» a nuestro entorno más cercano».
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La igualdad, está claro, no es un tema que incumbe solo a las mujeres. Esa labor de balance-makers, a la que habitualmente suele referirse Salvaire, tiene que recaer en todos, hombres incluidos. Para Ainoa Irurre, vicepresidenta de Recursos Humanos y Comunicación Interna de Schneider Electric para la zona Ibérica, todo pasa por un cambio de chip: «Tenemos que atrevernos a hablar con datos y hechos demostrados. Si queremos calar hondo en nuestro entorno debemos ser capaces de pasar de hablar de lo etéreo a abarcar lo tangible y, por supuesto, explicar los resultados que se consiguen»
Irurre pone como ejemplo la tan pretendida conciliación familiar, a la que prefiere referirse como conciliación entre vida personal y profesional. Aunque alcanzarla es todo un desafío, sobre todo en determinados sectores. El deporte es uno de ellos: «La conciliación familiar es prácticamente inviable en el mundo del deporte: los horarios, las rutinas que son más estrictas, reuniones, visitas con fisios, entrenamientos… no dejan espacio para mucho más». Amaya Valdemoro cree que incluso renunciando a esa posible conciliación, las deportistas siguen en desventaja respecto a sus colegas varones: «El deporte se ha convertido en negocio, y por lo tanto para lograr ese balance estamos lejos, porque ellos generan más, luego ganan más. Nosotras solo somos noticia cuando ganamos. Ellos figuran en los medios a diario pase lo que pase en el partido».
Hombres y mujeres, y no a la viceversa
Que la igualdad es una meta aún por alcanzar es algo evidente en los medios de comunicación. No solo a través de los mensajes que estos transmiten (como los que denuncia Valdemoro) sino por lo que ocurre en sus propias entrañas. El número de alumnas en las facultades de Ciencias de la Información sigue siendo superior al de alumnos, algo que, sin embargo, no queda reflejado en las plantillas en los principales diarios de nuestro país:
En el cine, la situación no es más paritaria. Los datos que maneja TEDxBcN apuntan a que apenas el 31% de los papeles protagonistas son femeninos.
Patricia Soley-Beltrán, socióloga, escritora y exmodelo considera que en la mayoría de estas películas y series de ficción «se sigue reflejando la feminidad como un espectáculo y la masculinidad como agente de poder: objetos femeninos a contemplar versus sujetos masculinos que actúan. Si seguimos mirando la realidad desde este punto de vista sesgado, ¿qué posición resulta la más interesante para un argumento? ¡No cabe duda!»
Esta falta de representatividad de las mujeres considera que no es baladí: «Continúa afectando a la realidad social sesgándola y perpetuando la desigualdad. Como decía Adrienne Rich, cuando te miras en un espejo (como los medios de comunicación y la ficción) y no te ves reflejada, se produce un grave desequilibrio interior. No somos ni fantasmas ni eternamente jóvenes ni estamos siempre dispuestas a complacer al otro. Las mujeres y las niñas necesitamos vernos reflejadas en los espejos».
A Patricia se le ocurren varias soluciones para atajar esta falta de representatividad y sus consecuencias: «Incorporar más mujeres profesionales como directoras, guionistas, entre otros campos. También observar la realidad social de todas las personas con perspectiva de género; dejar de pensar que lo masculino es lo que define a la humanidad y que las mujeres somos un no-hombre, un sujeto al que le falta algo; no temer a las mujeres poderosas y crear consensos; crear personajes femeninos fuertes e interesantes: ¡Hay muchos ejemplos reales!».
El espejo islandés
Aurélie Salvaire menciona el nombre de Islandia entre signos de admiración. Lo hace cuando se le pregunta por algún lugar en el mundo donde la balanza hombre-mujer esté más cerca de alcanzar el equilibrio:«Es un país en el que los derechos de sus mujeres han estado en la agenda desde 1850, convirtiéndose en el primer país del mundo en otorgar condiciones de igualdad. Hoy día, Islandia ocupa el primer lugar en varias categorías, incluyendo el empoderamiento político, la educación y la igualdad entre hombres y mujeres. Hay un promedio de dos mujeres por cada tres hombres en el parlamento, por ejemplo. Todo ello se debe a que durante 150 años la igualdad de la mujer ha estado en la vanguardia del país».
El ejemplo islandés da la razón a los que desde hace años claman por una mayor inversión y recursos para la mujer. Gemma Cernuda expone solo algunas de las razones que justifican la medida:«Suponen (suponemos) el 51% de la población del planeta. Decidimos el 80% de las decisiones de consumo y deberíamos estar en todos los procesos de creación en este sentido. Invertir en mujeres es invertir en futuro, en prudencia, en no priorizar el ego versus los resultados. Invertir en mujeres es invertir en impacto social, allí donde opere cada empresa». La fundadora de Ellas deciden apunta una observación que por sí sola evidencia el peso de las mujeres en el mundo: «Las proyecciones demográficas indican que el tamaño del mercado compuesto por todas las mujeres del planeta será mayor que la suma de los de China e India».
Imagen portada: Shutterstock
Y, mientras, la balanza sigue oscilando
