El imparable ascenso de los títulos de crédito

Los títulos de crédito son ya un género en sí mismo. Realizados por destacados diseñadores, tanto o más importantes que los propios directores, en ocasiones pueden llegar a ser incluso más interesantes que las películas a las que acompañan.

Algunos festivales como el North by Northwest ya tienen una categoría en la que compiten de forma independiente y muchos de ellos son ya un elemento estrechamente ligado a algunas cintas. ¿Qué sería, por ejemplo, de la franquicia de James Bond sin sus característicos títulos de crédito?

¿O de las películas de Woody Allen sin sus sobrias introducciones?

Salvo honrosas excepciones, los títulos de crédito no alcanzaron su madurez artística hasta la década de los sesenta con la aparición de nuevas formas de rodaje como el Technicolor o el negativo de 70 mm, que permitían resultados visuales más potentes. De entre los profesionales que en esa época realizaron títulos de crédito, destaca especialmente la figura de Saul Bass.

Entre otros muchos trabajos, este diseñador neoyorquino fue el responsable de la imagen gráfica y los títulos de crédito de películas como Vértigo, La vuelta al mundo en 80 días, Con la muerte en los talones, Espartaco, West Side Story, Ocean’s Eleven o El mundo está loco, loco, loco.

De hecho, aunque con mejores medios técnicos, en el fondo los diseñadores de las escenas de apertura de las décadas de los 70 y 80 continuaron explorando el territorio creativo descubierto por Bass con pocas novedades.

En la década de los noventa, diseñadores como Kyle Cooper renovaron el lenguaje de los títulos de crédito generando piezas que ya hoy son consideradas clásicos por su calidad y por haber inspirado decenas de trabajos que se realizarían posteriormente.

En la actualidad, además de en el cine, los títulos de crédito han alcanzado altas cotas de calidad en formatos como las series de televisión, e incluso han irrumpido en otros sectores como los festivales del diseño que, desde hace unos años, han comenzado a potenciar este tipo de trabajos.

Uno de esos festivales es OFFF que, desde 2004, encarga a diferentes profesionales títulos de crédito para cerrar cada una de sus ediciones. Una iniciativa que se ha convertido en uno de los platos fuertes del festival.

«Llevábamos ya varios años haciendo el festival, pero en la edición de 2004 pensamos “¿por qué no hacemos unos títulos de crédito para un evento de diseño como este?”. En esa época la gente del diseño había empezado a hacer animaciones, comenzaba a hacer cosas con flash así que decidimos ponerlo en marcha», explica Héctor Ayuso, director de OFFF, cuya última edición acaba de celebrarse recientemente en Barcelona.

Según cuenta Ayuso, la tendencia de encargar títulos de crédito para este tipo de festivales ha ido en aumento en los últimos tiempos, hasta el punto de convertirse en un campo de experimentación en el que «se empiezan a hacer cosas nuevas que no se habían visto hasta ahora ni siquiera en el cine».

Una explicación a esa efervescencia creativa puede ser el hecho de que esos certámenes ofrecen a los autores una libertad inusual en la industria cinematográfica, en la que cada elemento está supervisado por bufetes de abogados, departamentos de marketing, agencias de medios, productores, productores asociados, productores ejecutivos.

«Cuando encargamos unos títulos de crédito, lo único que les digo a los autores es que tienen toda la libertad del mundo. Ni siquiera hay límite de tiempo, lo que ha hecho que una vez tuviéramos unos créditos que duraban más de ocho minutos. Por nuestra parte ni siquiera es necesario que lo veamos antes. Nosotros les pasamos la información que debe incluirse y ya está. Lo que nos gusta es verlo acabado el mismo día que se proyecta, así que, con toda esta libertad, lo viven como si fuera un proyecto interno del estudio».

En estos doce años desde que llevan encargando títulos de crédito, OFFF ha contado con el talento de personajes de la talla de Kyle Cooper, autor de los del año 2009, o el estudio Aardman, responsable de La Oveja Shaun o Wallace & Gromit, que el pasado sábado presentaron los que habían realizado para cerrar la edición de este año.

«Los primeros años era yo el que seleccionaba los estudios. Solía ser gente vinculada al diseño gráfico, pero creo que fue hacia el 2009 cuando cambió todo. Ahí fue cuando decidí que me apetecía proponérselo a Kyle Cooper, que aceptó el reto. En el caso de Aardman ni siquiera se me hubiera ocurrido proponerles una cosa así. Coincidimos en un evento que hicimos en Catar y, en la cena, les comenté si les gustaría hacer los títulos de OFFF. Una semana más tarde me dijeron que sí».

Ayuso reconoce que «la selección es más complicada cada año. La lista de propuestas que llegan es impresionante». Normalmente suelen ser estudios o profesionales que, aunque hacen motion graphics, están o han estado de una u otra manera relacionados con el diseño gráfico.

«Aunque la tendencia actual es que todos los diseñadores sean multitarea y a controlar cuantas más disciplinas mejor, en mi opinión, si no tienes un buen bagaje de diseño gráfico, creo que se acaba notando en el resultado. Incluso estudios que están muy centrados en la animación, como puede ser el caso de Aardman, tienen gente en plantilla que son diseñadores gráficos puro y duros. Sin ir más lejos, Merlin Crossingham and Gavin Strange, los que han hecho la pieza de este año; uno es diseñador gráfico y el otro, programador web».

Los títulos de crédito, como pequeñas piezas cinematográficas que son, participan de todas aquellas disciplinas relacionadas con el séptimo arte. Guion, planificación de rodaje, imagen fija, imagen en movimiento, música, efectos de sonido, efectos especiales… Lo mismo sucede con las piezas de OFFF.

«Es curioso las colaboraciones que se llegan a establecer entre la gente que hace los títulos de crédito. Como decía antes, aunque no he sabido casi nada de la pieza de Aardman, de las pocas cosas que sabía de ella era que la música y el diseño de sonido lo habían desarrollado con músicos importantes e incluso con un rapero que ha resultado ser P.O.S.».

Después de doce años, y tras haber contado con el talento de algunos de los más grandes estudios de diseño del mundo, cada vez es más difícil elegir el autor al que encargar los créditos del OFFF del año que viene.

«Bueno, todavía hay gente a la que nos gustaría proponérselo, pero sí es cierto que, personalmente, después de conseguir a Kyle Cooper, creo que ya cumplí mi sueño –reconoce Héctor Ayuso–. De todas formas, si tuviera que dar un nombre, tal vez te diría Patrick Clair. Ya hemos hablado con él, pero tiene tanto trabajo que aún no hemos podido cerrarlo. Espero que algún día lo podamos hacer».

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