¿Torremolinos o el espacio exterior? Españoles de turismo galáctico

14 de noviembre de 2011
14 de noviembre de 2011
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La cuenta atrás llegará a cero en poco más de un año. Acoplada a la nave nodriza Virgin-MotherShip Eve, despegará desde Nuevo Mexico (Estados unidos) la SpaceShipTwo (SS2). Tras 45 minutos de ascenso, a 15 km verticales, la SS2 se desacoplará del conjunto y la ignición de su motor la acelerará a 4.000 km/h para traspasar en 90 segundos los 100 km de altura, la línea de Kármán, el inicio del espacio suborbital, la gravedad 0, la barrera que ha de rebasar un humano para convertirse en astronauta. Uno de los intrépidos viajeros que irá a bordo del artefacto confiesa cuál es el objeto que le gustaría llevar consigo en ese momento: “Un botijo”. El turista cósmico ibérico a punto de ser realidad.

Son 15 los nombres de españoles que se intercalan entre los 500 viajeros que ya han comprado plaza en los vuelos suborbitales de la compañía Virgin Galactic, el proyecto que ideó en 2004 el dueño del imperio Virgin, Richard Branson, para acercar el espacio a la clase turista. “En 2013 comenzarán a funcionar”, aseguraba el magnate tras la reciente inauguración de su espacio puerto en Nuevo Mexico.

Manolos y Marías que se van de vacaciones al cielo. Expediciones que abren la puerta del espacio a los consumidores a cambio del módico precio de 150.000 euros. De seis en seis. Toda una ganga en comparación a los 15 millones que pagó el multimillonario ruso Dennis Tito en 2001 para convertirse en el primer hombre que atravesó la atmósfera por puro placer.

Por entrar en la lista de pasajeros de Branson se han interesado actores de Hollywood del caché de Willian Shatner, estrellas del escenario como Dave Navarro y hasta astrofísicos de la talla de Stephen Hawking. Pero ya pueden ir haciendo hueco, porque ahí tienen que caber las maletas de Xabier Gabriel y Ana Bru. Ellos serán los primeros españoles en disfrutar de un paseo espacial por puro turismo (con perdón de Pedro Duque, que ascendió en 1998, pero fue a currar).

Gabriel es el dueño de la afortunada sucursal de lotería La Bruixa D’or, en el pequeño municipio de Sort. Bru, la propietaria de la agencia de viajes Bru & Bru, única sucursal acreditada por Virgin para comercializar los vuelos suborbilates en España. Ambos se anuncian en sus páginas oficiales como el primer/a turista, seguido de español o española, que viajará en el SS2. Gabriel dice que el género es “irrelevante”, que el primero es él, “y se acabó”. Bru declina entrar a hacer comparaciones. La carrera espacial también llega al estrato veraneante.

“Afronto el viaje con ilusión y respeto”, cuenta Gabriel. Él es el único de los 15 viajeros que no ha contratado su viaje a través de Bru & Bru. Explica que Virgin hizo 80 socios alrededor del mundo para arrancar con el proyecto, y que uno de ellos fue él. Por eso irá antes, aunque el viaje le salga “unos 100.000 dólares más caro”. Sus motivos: “Es una gran operación de marketing, la mejor desde la de Cristobal Colón”, opina, “pero encima con ingredientes. ¡Me voy al espacio!”.

La lista de entrevistas que ha atendido para hablar de su viaje dan fe de su estrategia. “1.400”, asegura. Este empresario que se ha embarcado “en cerca de una decena de negocios”, se ha “arruinado dos veces”, se ha hecho rico con sus empresas y su afortunada sucursal de lotería (en la que elige personalmente los números que vende) y que ha cruzado el mundo por “aventura y publicidad”, dice estar seguro de lo que hace. Las palabras que más repite son “atreverse e intentar”. “A los que tienen un deseo y lo intentan deberían darles un premio”, afirma. Nada es Imposible, se titula su última publicación.

Gabriel, en solidaridad con los terrícolas, ha paseado por España un botijo en una Harley para recoger los deseos que la gente quiera que lleve al espacio. “El botijo no me dejarán” aclara, “pero lo portaré simbólicamente, aunque sea en un CD”. De lo que tampoco pierde detalle es de que quede claro que él será el primero. “¿Se acuerdan del segundo hombre que pisó la luna?”, apunta en su web. “¡Pues claro que no!, del segundo no se acuerda nadie”, termina de desafiar.

Ana Bru no quiere entrar en discusiones por ese tema. Ella dice que quiere hacer el viaje porque “como buena agente” debe ser “coherente con su filosofía. No puedo recomendar a mis clientes algo que no he vivido”, argumenta. Ella y su marido, Ramón Segarra, dueño de una centenaria droguería barcelonesa, serán los siguientes españoles a bordo del SS2. Bru explica sus motivos por los que hacer el viaje: “Porque soy innovadora, emprendedora y amante de los retos”. Aunque a nadie se le escapa que se ha ganado un punto promocional por ser la primera española en órbita y la pionera en vender el ticket espacial.

A sus clientes les indica cuál es la dificultad de las pruebas que todos los interesados deben superar en Philadelphia antes de viajar. Los secretos, los detalles… 12 compradores como el empresario Jesús Sales ya se han encaprichado del viaje que Bru ofrece en su catálogo especial.

De momento el billete del SS2 solo está al alcance de unos pocos. Branson asegura que el coste llegará a reducirse a los 20.000 euros en cuanto se amortice el gasto inicial. Usted, por si acaso, vaya preparando los chorizos, las chanclas y las gafas de mirar estrellas. Quizás en un par de veranos se lleve a la señora de veraneo suborbital.

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