Hablar de los 80 implica, inevitablemente, caer en el tópico que describe aquella década como una ruptura colorida, libérrima y lúdica frente a la etapa gris de la dictadura. Una explosión de creatividad donde todo se podía hacer, aunque no todo tuviera calidad y hoy ni se recuerde su paso por el mundo.
No fue este el caso de una firma de moda valenciana llamada Tráfico de Modas, que, a pesar de su vida efímera (apenas tuvieron 12 años de actividad), dejó huella en esa maraña creativa ochentera en la que se enmarcaron. Hoy, la exposición Tráfico de Modas (1980-1992). Arrebato, juego, familia les rinde homenaje en la Sala de Bigues del Centre Cultural La Nau de Valencia, organizada por el propio centro cultural y la Universitat de València, en colaboración con el Arxiu Valencià del Disseny y la Generalitat Valenciana.
Tras Tráfico de Modas estaban los Errando Mariscal, una familia burguesa valenciana cuyos miembros más jóvenes se lanzaron a la aventura, más bien al juego, de crear una firma de ropa en un momento en que todo en la moda estaba aún por crear.
Al frente estaba Pedrín como diseñador, acompañado de su entonces pareja María José Villalonga y sus hermanos Santi, Jorge y Ada. Poco después, se incorporaron a la empresa Carlos, Tono, Nacho y Amparo. Y desde el primer momento contaron con la colaboración de su hermano Javier Mariscal, que les diseñó infinitud de estampados para sus tejidos.
La antimoda como filosofía y elemento diferenciador

El subtítulo de la exposición, ‘Arrebato, juego, familia’, define muy bien lo que era Tráfico de Modas, en opinión de una de sus comisarias, la investigadora y docente Esther González Gea.
«Ellos tenían obsesión por desmarcarse de la moda. Pedrín siempre hablaba del concepto de antimoda. Creo que sus diseños tienen espíritu ochentero, sobre todo en los estampados. También encontramos ese espíritu en las primeras colecciones, sobre todo por las formas, pero inmediatamente después, aunque estamos enclavados en los 80 y nos viene la imagen de esas formas más oversize, unisex, flúor…, a ellos todo esto no les interesa. Y yo creo que esto es herencia del lugar de donde vienen».

Porque los diseños de Tráfico de Modas no eran ajenos a su tiempo, y en ellos también estaba presente la idea de rebelarse contra lo que las generaciones anteriores, más represivas, venían imponiendo, «pero no hay que olvidar que vienen de un lugar que, de alguna manera, les tiene que influir a la hora de crear, que es esa idea del lugar burgués; esa la sensación que yo tengo», comenta González Gea.
Tampoco compartían con la moda coetánea esa casi única intención de provocar. En ellos pesaba más la idea de la temporalidad, de patrones sencillos y ropa suelta que no ceñía el cuerpo de la mujer. «Y otra cosa que ahora lo vemos como algo muy común, pero no lo era tanto, que es la idea de utilizar la camiseta como un lienzo libre para trabajar, algo que luego hará, por ejemplo, Custo Barcelona», destaca la comisaria de la exposición.

«Ellos la escogen, yo no sé tanto si de manera reflexionada o no, porque tienen una cosa como muy de arrebato, de juego, de locura, que es muy interesante. Subir a la pasarela la camiseta era muy arriesgado. Estamos hablando de los primeros pasos de la pasarela Cibeles y de Gaudí, y te sube un grupo de gente —que eso también era muy arriesgado, porque subían todos en masa a la pasarela—, y utilizaban el tema de la camiseta prácticamente como una seña de marca».

De hecho, así arranca la muestra de La Nau, con un homenaje a la camiseta representado por una foto de Carlos Errando Mariscal en la que se ve a sus dos hermanas gemelas luciendo dos con un estampado con las famosas caras de Mariscal. Y cierra el recorrido un panel de estas prendas a modo de muestrario. Para Esther González Gea no hay duda, por tanto, de que esta fue su prenda emblemática.
Modelo sostenible cuando no se hablaba de sostenibilidad
¿Qué supuso la aparición de Tráfico de Modas en el diseño textil en España? Para González Gea, un modelo de trabajo dentro de esa industria muy novedoso. Para empezar, sus miembros formaban parte de un grupo familiar, con una manera muy libre de trabajar que les llevaba a arriesgar sin pensar en si podía fracasar o no.
«Fue un rasgo diferenciador con otras marcas, que fue toda una aventura un tanto naïf, si se quiere, que salió bien, pero que tuvo una vida efímera, porque el final de Tráfico, entre otras muchas cosas, también fue por no sucumbir a un modelo de negocio con el que ellos no estaban de acuerdo».
En la firma creada por los Errando Mariscal, todo del proceso, desde el diseño hasta la distribución, la creación de catálogos, la venta, las ferias… quedaba en casa. Y lo hacían desde la proximidad, ideado para el prêt-à-porter y el público en general. «Tenían talleres con personas conocidas en Valencia, compraban los tejidos allí o en Cataluña; era un modelo que no se hablaba de sostenibilidad, pero lo eran sin saberlo».

«A mí lo que me choca mucho cuando conozco Tráfico, cuando empiezo a investigar sobre este pequeño fenómeno en la moda valenciana, es que es todo muy cuidado, tienen mucho interés en que los tejidos sean 100% naturales —explica González Gea—. Trabajan muchísimo con linos, con telas con muchísima caída, obsesionados con que no quieren apretar el cuerpo de la mujer. En la exposición hay patrones femeninos, que son muy femeninos, pero siempre el cuerpo suelto. Así que estaban obsesionados con que los tejidos tuvieran muy buena calidad y fueran amables para el cuerpo».
Y concluye: «Yo utilizo la palabra sostenible porque creo que es fácil de entender, pero iría más en torno a la idea del cuidado, a la idea de la perdurabilidad».
El final
Tráfico de Modas se convirtió en una de las marcas de ropa más deseadas por los jóvenes de los 80. Llegaron a tener cuatro tiendas propias en Valencia, Barcelona, Madrid y Valladolid, y estaban presentes en las mejores tiendas multimarca de España. Combinaban el diseño de camisetas con la creación de colecciones para las recién nacidas pasarelas Cibeles y Gaudí, envueltos en ese frenético juego que suponía la moda para ellos. El mismo estampado que usaban para su prenda enseña lo utilizaban también en los vestidos y trajes que subían a los desfiles.
«Lo de las pasarelas a ellos les resultaba sumamente divertido. También hay que pensar que no existían las pasarelas, o sea, que nacen un poco con estas marcas en los 80; era todo un poco novedoso. Había un componente lúdico en estos actos de relacionarte con la gente, conocer lo que se estaba haciendo en otros lugares de España, o incluso en otros lugares de Europa». Pronto surgieron las colaboraciones con otros artistas destacados del momento, entre ellos la fotógrafa Ouka Lele.

A Tráfico de Modas le sentaría bien la frase de John Derek (y atribuida erróneamente a James Dean) «Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver». El suyo fue un éxito rápido, quizá incluso precipitado, que no consiguió evitar su muerte precoz. Lanzaron sus primeras colecciones y diseños en 1980 y doce años después, en 1992, cerraron sus puertas.
Para entonces, la fast fashion había llegado a España y la manera de consumir de la sociedad cambió con ella. Aquel fue el golpe definitivo a ese proyecto familiar, pero no el único causante de su desaparición. «Al principio de los 80 tenías una camiseta molona y esa era la que explotabas a tope, pero al principio de los 90 tú querías tener el armario lleno de camisetas para cambiar cada fin de semana». El precio de sus camisetas, aunque no era impagable, tampoco era barato comparado con los de esas prendas low cost. Y aunque habían tenido un público fiel, estaba claro que las tendencias de consumo iban ya por otro lado.

A todo ello, se sumaron los impagos que empezaron a sufrir cuando llegó la crisis del 92 —que afectó enormemente no solo a la empresa de los Errando Mariscal, sino también a todo el sector textil valenciano, provocando el cierre de multitud de empresas y talleres, entre otros los que trabajaban para Tráfico de Modas—, y que arrastró al proyecto a generar también sus propios impagos. Eso lastraba también la creación y lanzamiento de las siguientes colecciones.
El modelo de negocio se inclinaba hacia la deslocalización, a llevar la producción fuera de España, recurrir a tejidos más baratos y de menor calidad, y aquello no casaba con la filosofía de Tráfico de Modas. Todo ello, unido al cansancio que ya debían experimentar, llevaron al cierre definitivo.
«El modelo que llevaba Tráfico tendría que ser agotador —opina Esther González Gea—. Si la industria textil y el diseño de moda de per se es agotador, el modelo de Tráfico, llevar el control desde el punto de creación hasta el punto de distribución, de venta, de contacto con clientes, de ferias, etc., debía ser agotador. María José siempre cuenta que el final, para ella, de algún modo fue liberador».
Tráfico de Modas (1980-1992). Arrebato, juego, familia podrá visitarse hasta el 12 de octubre en la Sala de Bigues del Centre Cultural La Nau de Valencia.