Asomarnos al futuro para tratar de conocer qué nos deparará el mañana puede producir cierto vértigo. Sobre todo, cuando intuimos que no estamos preparados para afrontar el escenario que se nos avecina. Y no digamos ya cuando lo que estamos contemplando es nuestro porvenir laboral.
No hace falta una bola de cristal para pronosticar que los perfiles profesionales más demandados estarán relacionados con la digitalización, la automatización y la experiencia del cliente.
Los empleos del futuro requerirán que aquellos que los desempeñen cuenten con competencias como la gestión de proyectos, disponga de dotes para el liderazgo estratégico, así como una mentalidad emprendedora y habilidades de comunicación e idiomas.
El quid de la cuestión es si la actual oferta formativa es capaz de preparar a los alumnos en todos estos aspectos. Las encorsetadas fórmulas educativas tradicionales pueden llegar a ser un lastre cuando de lo que se trata es de formar a futuros profesionales que tendrán que lidiar en un entorno prominentemente tecnológico. Romper con ellas resulta, pues, básico. Y ese es precisamente uno de los pilares de Transformative Learning, la nueva metodología de ESIC.
Esta se basa en la práctica empresarial, la innovación, la autoexigencia y el trabajo en equipo. En definitiva, se trata de ofrecer al alumno una experiencia formativa tan dinámica y multicultural como la que se va a encontrar en su entorno laboral.
La metodología se articula a través de una formación mixta y flexible, que combina la presencialidad en remoto y la física. Tanto el aula como el campus se convierten así en espacios infinitos que unen lo mejor de los dos mundos: las últimas tecnologías y el contacto personal.
El objetivo, en definitiva, es el de crear «un ecosistema de aprendizaje», que como explica el profesor Oliver Carrero, director del Departamento Académico de Comunicación y Publicidad de ESIC, «se materializa desde una capa tecnológica y otra humana. El profesor –continúa– se convierte en un mentor del alumno, en un facilitador de contenido, pero es el alumno quien se responsabiliza de su aprendizaje, siempre de acuerdo con las directrices previamente marcadas por el docente».
Tecnológicamente, nos sigue contando Carrero, se trabaja con el LMS Canvas, donde se le suben al alumno los preworks. El objetivo es que el aula se convierta en un lugar de debate o cocreación fundamentado en un trabajo previo.
Mediante Zoom, se establece un sistema de doble presencialidad síncrono donde la mitad de la clase se encuentra físicamente en el aula y la otra mitad en remoto. «Lo vemos como una forma más de llevar la empresa a las aulas, ya que el teletrabajo parece haber venido para quedarse, y el concepto de Aula Everywhere es perfectamente compatible con el concepto de oficina virtual o everywhere».
Además, para mejorar la conectividad entre presenciales y remotos, se recurre a las pantallas digitales infinitas y colaborativas en las que es posible discurrir y elaborar todo tipo de flujos de trabajo.
[pullquote]«La tecnología ha venido para quedarse, pero no podemos olvidar que detrás de las pantallas hay personas y que, aunque las nuevas generaciones puedan ser más guapas y más altas, en esencia, todo sigue siendo igual. Nuestras ilusiones y nuestras preocupaciones no han variado demasiado con el paso de los años. Solo se han matizado»[/pullquote]
FACILITADOR, QUE NO ‘FACILÓN’
«La tecnología juega un papel muy importante pero no imprescindible», considera Carrero. Lo más importante, explica, es quién se ubica detrás de esa tecnología. «Si alguien desconfía de la tecnología es que está desconfiando de su cuerpo docente. Además, la tecnología docente es amigable y está pensada para potenciar el mensaje el profesor». De hecho a Carrero le cuesta creer que a estas alturas la tecnología siga generando suspicacias: «Creo que los tecnoescépticos forman parte de una leyenda urbana».
Otro de las pilares fundamentales en el que se sustenta el Transformative Learning es, sin duda, la relación profesor-alumno. «Es muy cercana, teniendo siempre claro quién es quién. La palabra facilitador no se debe confundir con la de facilón. Como docentes debemos aportar todo lo necesario para el desarrollo profesional y personal del alumno. Pero sería un error y no les ayudaría en nada no tener un actitud crítica, exigente y constructiva con ellos. De ahí que debemos desterrar el término facilón».
Para que el modelo funcione es imprescindible el compromiso y la honestidad tanto de alumnos como de profesores. «No se puede implantar una metodología docente si el alumno no está comprometido. Y ese compromiso solo puede llegar si nuestros estudiantes están convencidos de la utilidad de nuestra propuesta formativa. Y la mejor manera de conseguirlo es desde la honestidad y los datos que pueden aportar nuestros docentes».
Dicho de otro modo, en opinión de Carrero, es desde la presentación de una realidad que exige nuevas formas de adaptabilidad a la empresa desde donde únicamente se puede entender un modelo educativo basado en la practicidad, la profesionalidad y los valores.
CAMBIAN LAS FORMAS, NO EL FONDO
«En esencia nada va a cambiar porque, cuando formamos, siempre queremos que salgan grandes profesionales y grandes personas», explica Oliver Carrero a la pregunta sobre cómo metodologías como el Transformative Learning pueden suponer un cambio en el paradigma educativo actual.
«Lo único que cambia –aclara– es la forma de lograr esos objetivos. No es que hayamos descubierto el fuego, solo nos hemos parado a escuchar las necesidades de la empresa y de nuestros alumnos para, desde la coherencia, ofrecerles la mejor calidad docente que, a día de hoy, se nos ocurre».
Carrero vaticina que en unos meses seguramente podamos hablar de una versión Transformative Learning 2.0 o 3.0, y «para eso, nos estamos preocupando por medir el grado de satisfacción del alumnado y, a los de cursos más avanzados, su desempeño en el mundo laboral».
«La tecnología ha venido para quedarse, pero no podemos olvidar que detrás de las pantallas hay personas y que, aunque las nuevas generaciones puedan ser más guapas y más altas, en esencia, todo sigue siendo igual. Nuestras ilusiones y nuestras preocupaciones no han variado demasiado con el paso de los años. Solo se han matizado», concluye.