Twitter, ¿qué estás haciendo?

8 de diciembre de 2015
8 de diciembre de 2015
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Llevamos años midiendo la importancia y popularidad de la gente a cuenta de los números. La audiencia, el número de suscriptores o la cantidad de seguidores en redes sociales se interpretan como un indicador de quién es relevante y quién no, en un entorno digital en el que el ‘rankismo’ se ha convertido en moda: tenerla (la audiencia) más grande que los demás es el único objetivo para gran número de perfiles públicos y proyectos digitales.
Sabes si un artículo es interesante si mucha gente lo ha compartido, si un contenido es controvertido si tiene muchos comentarios, o que una web es importante si suma mucha audiencia. Y lo mismo pasa con la gente: si tiene una legión de seguidores (normalmente) es por algo, porque nadie sigue eternamente a otro si lo que hace no tiene interés -aunque esto último tiene ciertas excepciones-.
Pero, ¿qué pasa cuando se pierde esa referencia? Ese es el sorprendente movimiento que Twitter anunció hace unos días. En adelante, va a dejar de mostrar el número de interacciones en los contenidos porque el botón en el que medían cuántas veces se comparte cada cosa iba a desaparecer. Ellos lo explican como una «decisión difícil en aras de una plataforma sostenible», pero algunos ven otra intención: esconder lo poco relevante que en realidad es Twitter para los contenidos. Porque lo es.
Con un medidor de audiencia en la mano es fácil comprobar que Facebook da mucha más audiencia que Twitter, incluso con un número de seguidores mucho menor. En términos de audiencia, de hecho, Twitter es casi irrelevante. Da marca, hay que estar, tiene una agilidad para eventos en directo y para narraciones en vivo de la que Facebook carece… Pero no da audiencia.
Facebook se ha convertido, de hecho, en el gran problema, por varias razones. Primero, por eso mismo, porque Facebook da audiencia y Twitter no. Segundo porque en Facebook está todo el mundo, pero en Twitter no. Tercero, porque Facebook tiene un mercado publicitario tan potente (gracias a la segmentación y a su masa crítica) que hasta le está comiendo la tostada a Google. Y Twitter, de nuevo, no.
Ante todo eso, mejor esconder la cabeza. Para qué enseñar cuántas veces se ha compartido un contenido si ese volumen de acciones no se traduce en volumen de audiencia, han debido pensar.
La cuestión es que Twitter, para responder a todo esto, lleva tiempo intentando convencer de que lo importante no es lo cuantitativo, sino lo cualitativo. De ahí que su interés pase en los últimos años no tanto por la publicidad más o menos tradicional (porque los tuits patrocinados dan poca cosa comparado con lo que consigue Facebook), sino por el torrente de feedback y datos que obtiene de cada evento en vivo que se produce.
El ejemplo más claro es lo que se ha dado en llamar la audiencia social, aplicada sobre todo a la televisión. No es sólo cuestión de cuánta gente ve cada programa, sino también de cuánta gente hay comentándolo. Este ranking de Nielsen, por ejemplo, sería una muestra de hacia dónde están llevando su (intento de) modelo de negocio en EEUU:
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La cuestión es que esto tiene una dificultad añadida: los datos dan mucho dinero, pero no significa que tener datos implique poder monetizarlo. Eso lo ha hecho muy bien Google, pero Twitter no está sabiendo sacarle partido, al menos de momento.
Por si todo lo anterior fuera poco, Twitter empieza a experimentar un problema de renovación: los jóvenes cada vez están menos ahí, porque lo ven menos útil. ¿Dónde están? En Facebook, claro, donde están todos, pero también en otras apps que utilizan para comunicarse, como Snapchat.
La cuestión es que Snapchat era una app de mensajería, es decir, para comunicarse ‘hacia dentro’ en lugar de en público, como Twitter. Pero en los últimos tiempos está atacando justo en ese flanco, donde más duele a Twitter: el seguimiento en directo de eventos.
¿Significa todo esto que Twitter camina hacia el ocaso? Porque, ¿qué valor tiene una empresa incapaz de monetizar sus activos? La cuestión es que Twitter parece ‘too big to fail’ ahora mismo. Pero en el mercado digital cada año es una década, y sin modelo de negocio claro, sin estrategia de futuro y con competencia en auge los plazos se acortan.

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Patrick Thomas

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