Además de novelista, poeta y dramaturgo Don Ramón del Valle Inclán fue copy publicitario. Una experiencia breve y no del todo satisfactoria, que sirvió para que el escritor capease una mala racha económica.
Los casos de escritores que han tenido que desempeñar todo tipo de trabajos antes de poder vivir de la literatura son múltiples. Bukowski fue cartero, Kafka, administrativo y Pessoa, empleado de aduanas.
Sin embargo, el desarrollo de la comunicación comercial en la primera mitad del siglo XX permitió que algunos de esos escritores pudieran trabajar en algo relacionado con la escritura, aunque solo fuera para crear eslóganes publicitarios, jingles o folletos.
Ese es el caso de Gabriel García Márquez, redactor de la J. Walter Thompson en la Colombia de los años 50 o Francis Scott Fitzgerald que, a su llegada a Nueva York, entró a trabajar en la agencia de publicidad Barron Collier. Aunque el propietario de la agencia afirmaba que tenía talento para la publicidad –algunos de sus eslóganes, como el realizado para la lavandería Muscatine Steam de Iowa habían tenido gran aceptación entre el público–, Fitzgerald renunció al trabajo y se centró en sus propios libros.
De todos esos ejemplos, el que sin duda resulta más sorprendente es el de Ramón María del Valle Inclán, autor de Luces de bohemia que, para poder superar una de esas épocas de bohemia vividas en carne propia, se vio en la necesidad de aceptar el encargo de un empresario del ramo farmacéutico que necesitaba anuncios en verso destinados a uno de sus productos: la Harina Plástica.
En 1900, el catalán Teodoro Llopis había solicitado el registro de la Harina Plástica, un producto del que se poco se sabe. Incluso se desconoce su composición. El hecho de que en la época se anunciase como alimento y remedio para la garganta tampoco ayuda a la hora de determinar si era verdaderamente un medicamento o no.
Para dar a conocer su producto, el señor Llopis decidió seguir la misma estrategia que empleaban los dueños del jabón de los Príncipes del Congo, que acostumbraban a publicar en las revistas Mundo Gráfico y Nuevo Mundo versos como los que se reproducen sobre estas líneas o estos que se incluyen a continuación:
Desde Toledo a Busdongo,
desde la China al Japón,
no hay nada como el jabón
de los Príncipes del Congo.
Para ello recurrió a Ramón del Valle Inclán quien, según narró Mario Verdaguer en su libro Medio siglo de vida íntima barcelonesa, recordaba el hecho de esta manera:
«Acepté porque los tiempos eran terribles y les hice esta cuarteta:
En toda fiesta onomástica
os dijo: comed, bebed,
atracaos, absorbed
la dosis de Harina Plástica».
Ricardo Baroja, hermano de Pío, ratifica el hecho en su libro Gentes del 98 y afirma que también sería de Valle Inclán la siguiente composición:
Retorciendo la filástica,
un cordelero enfermó;
pero al punto se curó.
¿Cómo? Con la Harina Plástica.
Por cada composición Valle Inclán recibía dos duros. Así estuvieron cierto tiempo hasta que el escritor gallego le propuso al cliente la siguiente quintilla:
La pesadilla fantástica
os agobia de infernales
noches, los estomacales
jugos, con la Harina Plástica
reconfortaos. ¡Animales!
«El inventor se alarmó. Discutimos», explicaba Valle Inclán a unos amigos que le habían organizado una cena homenaje en Barcelona con motivo del estreno de La Cabeza del Bautista en dicha ciudad. «Le aseguré que aquello era simbólico y me dio los dos duros, a pesar de que la quintilla no apareció ni en el Nuevo Mundo ni en el otro».
El primero en publicar esa quintilla fue Ricardo Baroja en Gentes del 98. En él explicaba que los versos que habían provocado el cisma entre el escritor gallego y el empresario, en realidad no eran de Valle Inclán, sino de uno de los jóvenes escritores que acudían a sus tertulias y que, con ese tipo de aportaciones literarias, pretendían echarle una mano al maestro, que siempre las podía ofrecer al empresario a cambio de diez pesetas.
En los últimos años, el nieto de Valle Inclán ha negado, en contra de las versiones de Baroja y Verdaguer, que su abuelo realizase semejantes trabajos. Sin embargo, Darío Villanueva, Director de la Real Academia de la Lengua Española, volvió a citar el hecho y algunos de los versos en su artículo Lenguaje, imagen y publicidad.
Por lo que se ve, hay gente que aún hoy prefiere decirle a su madre que trabaja de pianista en un burdel, a que sepa que trabaja (o ha trabajado) en el mundo de la publicidad.
¡Qué buenos sois, puñeteros!