Al Puerto de Nunca Jamás llegó un barco de La Habana cargado con la letra A: acordeones, aguacates, aretes… Al mando, el capitán James Hook, más conocido como el capitán Garfio, el archienemigo de Peter Pan.
«Lo que decía la gente, de que Peter y yo nos llevábamos a matar, eran cuentos», declaró el capitán Garfio a La Gaceta del Holandés Errante. «Solo hemos cruzado hola y adiós».
La entrevista tuvo lugar en el barco pirata Jolly Roger, donde el capitán Garfio estuvo acompañado por su esposa sirena Sylvina y sus dos hijos.
«Puede llamarme capitán Garfio, pero quiero aclarar que ejercí la piratería contra mi voluntad», dijo el capitán Garfio. «Mi padre me dijo: “Hijo, sé un hombre: toma el mando del Jolly Roger y saquea”. Pero maté poco. Nada. Después de que muriera mi padre dejé el negocio familiar. Quería saber si podría vivir sin saquear».
Mientras pensaba en su futuro, pasaba las horas leyendo novelas, tirando de unos doblones ahorrados hasta que se acabaron y se vio obligado a trabajar valiéndose del garfio. Fue estibador, fue enterrador y bajó ataúdes a las fosas usando el gancho como garrucha, y en los peores momentos fue perchero en los restaurantes más finos.
La suerte cambió con la invención de las conservas enlatadas en 1810.
«El abrelatas no se inventó hasta 50 años después», dijo el capitán Garfio. «La gente abría las latas con navajas, hachas y hasta a tiros, pero yo las abría fácilmente con el garfio».
Los restaurantes se disputaban la habilidad del capitán Garfio, pero este decidió abrir un negocio dedicado a la apertura de latas. Cansado de trabajar doce horas al día y tras pagar sus deudas cambió de rumbo.
«Cuando llegó gente del cine al puerto, me ofrecí como actor y me contrataron como villano», recuerda el capitán Garfio. «Solo tenía que mirar con astucia, atusarme el bigote y fruncir el ceño cuando los planes del villano salían mal. Pero me cansé. Quería demostrar que era más que un hombre pegado a un garfio».
Por aquel entonces, los viejos piratas del Jolly Rogers malvivían de contar aventuras a los forasteros. Esto motivó al capitán Garfio a convertirse en marino mercante.
«Reuní a la vieja tripulación, pero necesitaba el indulto de los países cuyos barcos asalté. Les dije: “Dadme el indulto o impediré que llegué el café a vuestros países”. Les fastidia que les roben el oro, pero sin café, no se puede vivir», dijo el capitán Garfio.