Voyeurismo Ilustrado: nuestra misión secreta en los museos de arte de Suiza

Hemos viajado a Suiza en una misión de espías para responder a una pregunta: ¿cómo mira quien mira un museo?

De todas las formas posibles de visitar un museo, escogimos el voyeurismo. Dos fotógrafos, Orietta Gelardin y Fosi Vegue viajaron por los once museos de arte más importantes de Suiza con un objetivo: espiar el espectáculo humano que sucede delante de los cuadros.

Se dieron cuenta de que la arquitectura, la luz, la forma de componer el espacio expositivo y la actitud de los visitantes al observar podía cambiar el significado de las obras. Imaginen: un Picasso, un Paul Klee, una fotografía, una pieza de diseño gráfico, un fragmento de historia egipcia; todo mutando una y otra vez con cada vez que una persona se acerca y vive un rato delante de ellos.

Hay visitantes que foguean con sus cámaras, que no ven nada si no es a través de la pantalla. Hay jóvenes que se sientan en el suelo y toman notas y tratan de arrancar el secreto de cada pieza. Hay niños que, de pronto, sin tener conceptos ni prejuicios en la cabeza, ven las figuras y los colores y sueñan.

Vegue y Gelardin ejercieron de degustadores de arte y de creadores; eran agentes dobles. El resultado de sus incursiones ha ido dispensándose semana a semana en la cuenta de Instagram de Yorokobu con el nombre en clave de #PhotographersInResidence. Estáis invitados a espiar.

 

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Musée d’art et d’histoire

¿Cómo mira quien mira un museo? Es una pregunta que nos acompañará en este viaje por los once museos de arte más importantes de Suiza.

El fotógrafo Fosi Vegue llegó a las puertas del Museo de Arte e Historia de Ginebra. Allí se atesoran unas 7.000 piezas de arqueología, arte, cultura…

Apareció una excursión, voces infantiles, curiosas, fascinadas. Una niña se acercó a un cuadro. No necesitaba saber el nombre del autor ni su historia. La mujer de la imagen, majestuosa, tenía un águila en su mano levantada. «La niña repitió el gesto, la señaló. Fue una elipsis entre el pasado del cuadro y el futuro en que la niña se veía reflejada en esa especie de heroína», relata Vegue.

 

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Fondation Beyeler

«Cuando una persona va a ver un museo, va a disfrutar de un momento muy íntimo. Está ella y lo que mira. Nada más», cuenta la fotógrafa Orietta Geraldin.

Geraldin recaló cerca de Basilea, en Fondation Beyeler, el museo de arte moderno y contemporáneo más visitado del país. Allí, descubrió un par de esos instantes de trascendencia: «Una chica se había sentado en el suelo frente a la obra de Louise Bourgeois y tomaba apuntes. Otra, en pie, escribía en su cuaderno ante los trabajos de Balthus».

La arquitectura maravilló a la fotógrafa: «Es un edificio de Renzo Piano que se camufla en un entorno verde. Hay unos ventanales enormes. Si miras hacia fuera, ves la obra de la naturaleza; si vuelves la vista al interior, encuentras las obras de los artistas. Un espectáculo».

 

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Fotozentrum

«En los museos, el tiempo no corre igual que en el scroll del teléfono. El tiempo se detiene, pasan las horas tranquilamente». El fotógrafo Fosi Vegue paseó por el Fotozentrum en Winterthur y descubrió que determinados ambientes cambian la forma de mirar de los jóvenes.

«Algunos parecían digerir cada foto en diez segundos, pero otros se daban cuenta de que una imagen puede decir muchas más cosas si le dedican más tiempo del que están acostumbrados en Facebook o Instagram», apunta.
Fotozentrum reúne obras fotográficas históricas y contemporáneas. «Es un sitio pequeño, con exposiciones bien pensadas y con un criterio muy interesante. Trabajan cuestiones de investigación y recuperación de archivos; es un lugar muy vivo».

 

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MAMCO

El fotógrafo Fosi Vegue viajó por museos de toda Suiza y descubrió que en sus estancias dialogaba lo global con lo local. La gente que acude por primera vez procedente de todo el mundo (que está de paso y quiere guardar en su retina todo lo posible) coincide con los visitantes suizos que van con asiduidad y degustan las obras poco a poco.

Vegue llegó al MAMCO de Ginebra y percibió esa fusión entre la universalidad del arte y la identidad suiza también en la arquitectura: el museo de arte contemporáneo más grande del país se asienta en una antigua fábrica. «Los espacios son maravillosos, impactantes. Es un lugar diáfano: cristaleras enormes, mucha luz natural», recuerda.

El MAMCO se inauguró en 1994 y en sus 3.500 metros cuadrados aloja exposiciones de artistas suizos y, principalmente, de Ginebra. Sus muestras se rediseñan por completo tres veces al año.

 

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Musée de l’Élysée

Los trabajos que se exponen en el museo de fotografía de l’Élysée en Lausana interpelan directamente al observador, le hablan desde su propio presente, le ofrecen una óptica distinta de la realidad en la que vive. En Suiza, hay museos que ofrecen belleza y otros, como este, que, además, te interrogan.

Esto ocurre porque la renovación es una seña de identidad del Élysée: «Trabajan en colaboración con escuelas suizas y europeas, ofrecen becas (no son becas, mas bein ayudas para el Prix Elysée). Van mucho más allá de colgar fotos en una pared», reflexiona el fotógrafo Fosi Vegue, que transitó por el museo para captar el diálogo entre las obras y los visitantes. «Hay museos capaces de dinamizar el contexto en que se encuentran y de promover la interlocución entre los proyectos artísticos, el público y la ciudad».

 

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Museum für Gestaltung

«Al verlo, lo sabes: este museo solo puede ser de diseño», pensó el fotógrafo Fosi Vegue: «La distribución de las ventanas, el reloj de la fachada, la tipografía del cartel…». El Museum für Gestaltung de Zúrich anuncia su esencia desde la distancia: es un refugio para apasionados del diseño y la comunicación visual.

Tras sus muros, el perfil del público se diferenciaba del de otros museos de Suiza. Más jóvenes, vinculados al mundo del diseño. Se reunían en la cafetería, parecían trabajar, inventar.

Los visitantes también tenían la oportunidad de explorar. «Hay una sala con archivadores de cajones muy estrechos, como bandejas. En cada uno, estaban muy bien catalogadas las fotos, la cartelería, el textil, la bisutería… Era una delicia, como si te dejaran indagar en una casa que te encanta». El Museum für Gestaltung cuenta con más de 500.000 objetos.

 

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Zentrum Paul Klee

Buena parte de la obra de Paul Klee se aloja en el Zentrum Paul Klee de Berna: son alrededor 4.000 obras. Es como pasear por los secretos de su mente, por las horas que dedicó a reflexionar y crear.

Una mente acogedora la de Klee… El fotógrafo Fosi Vegue, en su visita, percibió familiaridad y paz. «Hubo una señora que llevaba una sillita y se sentaba delante de cada cuadro. Pasaba así media hora, todo el rato con la cara alucinada y extasiada. Se podían caer las paredes del museo sin que ella se enterara», cuenta.

En el interior del Paul Klee, con su imaginario siempre orbitando, se celebran también conciertos, lecturas y danzas.

 

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Museo Tinguely

«La gente va a un museo, muchas veces, como una manera de escaparse de sus historias cotidianas». Después de caminar por muchas salas, la fotógrafa Orietta Geraldin sabe que el visitante espera que el arte le brinde un billete para viajar.

Elmuseo de Jean Tinguely de Basilea, la mayor colección del mundo sobre la obra del artista, propone un periplo peculiar: «En otros museos haces un viaje en el tiempo, a lo largo de varios siglos, pero este te traslada dentro de una vida». Es una biografía caminable, y los visitantes lo notan: «Hay armonía entre todas las salas».

 

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Museo d’arte della Svizzera italiana

Tras caminar durante horas por el Museo d’arte della Svizzera italiana ocurrió algo: las obras se expandieron y envolvieron al público. Es algo que la fotógrafa Orietta Geraldin suele buscar: «No veo por separado a la persona y a la obra, se convierten en una sola cosa; intento unificar a quien mira con la obra y encontrar una imagen nueva». En Lugano sucedió.

La culpa mayor fue de René Magritte. Un señor se inclinó y casi se adentró en una de sus pinturas; otro, ante el cuadro del hombre de bombín y manzana, se tapó toda la cara con la mano, como si le asustara la fruta, o como si quisiera probarla. Magritte provocaba eso: un estado de trance.

 

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Kunstmuseum Basel

Cuando un visitante llega al exterior del Kunstmuseum de Basilea. se encuentra, de pronto, con la majestuosidad de la geometría: «Es un edificio con mucha potencia visual, muy poderoso», sintetiza la fotógrafa Orietta Geraldin.

La fisonomía del museo fortalece el vínculo que los asistentes establecen con las estancias y consigo mismos. «En lugares así, da la sensación de que te quedas como aislado, en un aislamiento necesario», piensa. La gente transcurría por sus salas sumergida en «una sensación de silencio, de protección». Protección y sigilo en una época de ruido y frenetismo.

Se requiere ese estado de sosiego para comprender a Holbein, Böck, Monet, Picasso, Beuys o Richter. La colección del Kunstmuseum reúne 4.000 obras de pintura, escultura, instalación y vídeo.

 

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Kunsthaus Zürich

En el Kunsthaus de Zürich parecía que los cuadros miraban a las personas y curioseaban en ellas. Orietta Geraldin fotografiaba a los visitantes de espaldas, mientras observaban las piezas.

«El edificio es tremendamente sólido y hay una sala espectacular, con una alfombra maravillosa, en la que se expone la obra de Munch», recuerda. Tanto Munch como Monet planteaban al público la alternativa de un mundo donde las formas y la materia dependen del color, y no al revés. Mirando desde atrás, ese mundo más difuso y onírico era, de pronto, el único que merecía la pena para los asistentes.

 

Un proyecto realizado en colaboración con Art Museums of Switzerland

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