Nota del autor: El siguiente relato mezcla ficción y realidad casi a partes iguales. Dejo a la inteligencia del lector el juego de discernir qué parte es cada cual.
Cuando trabajaba como operario de segunda en Desintegralotodo S.A., una desintegradora de partículas cósmicas en una estación interestelar de la cuarta Galaxia (o tercera, dependiendo de si entras al Universo por la entrada norte o sur) tenía un jefe alto, de color verde y con más pelo en la espalda que en la cabeza, al cual me temo que recordaré más por su escasa habilidad en la gestión de equipos que por su generosidad.
Hay diferentes tipos de liderazgo y las clasificaciones varían según los autores o enfoques que se sigan. Todos hemos leído sobre el líder autocrático, dictador, paternalista, liberal o natural. Yo quiero añadir a esta lista el estilo de liderazgo que he denominado ‘Whose Fault?’ (¿De quién es la culpa?).
Este estilo lo observé en aquel jefe alto, de color verde y con más pelo en la espalda que en la cabeza que una vez tuve. El estilo ‘Whose Fault?’ consiste en que cada vez que algo no funciona, o parece no funcionar, o algo no está saliendo como al jefe le gustaría, grita “WHOSE FAULT IS IT?”. Primero lo grita en general y con el tono de voz más alto posible para que todo el mundo sepa que ha habido un problema, alguien se ha equivocado, algo no ha salido como a él le gustaría y con la clara intención de crear incertidumbre y pánico en el equipo.
Esto es algo desde luego muy inteligente para mejorar el rendimiento de un grupo de trabajo porque, como todo el mundo sabe, el miedo mejora el rendimiento y saca lo mejor de cada uno. ¿O era al contrario? Después de gritar una y otra vez “Whose fault is it?” y dar algún que otro golpe en la mesa, en una silla, en una pizarra…, este tipo de líder, una vez ha identificado a su ‘culpable’ (a mí me gusta más la palabra responsable, pero culpable es el término usado generalmente por esta clase de líderes), lo señala delante del resto del equipo creando así la atmósfera de trabajo idónea para el buen funcionamiento de cualquier organización que se (des)precie.
Por mucho que me gustara desintegrar partículas cósmicas y por mucho que disfrutara trabajando con mis excompañeros, hace un tiempo dejé mi trabajo en Desintegralotodo S.A. por un puesto de mayor responsabilidad en una galaxia paralela, donde me siento mucho más realizado y valorado.
La semana pasada en una cena intergaláctica que organizó E.T., coincidí con algunos de mis excompañeros de Desintegralotodo, S.A. (y con Jabba the Hut, pero esa es otra historia). Me contaron que en torno al 75% de la plantilla había abandonado al líder alto, verde y peludo y a su estilo ‘Whose Fault?’. Enseguida me vino a la cabeza aquella frase que yo decía en silencio cada vez que le oía gritar “Whose Fault?”. “No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.
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Este artículo fue publicado en el número de noviembre de Yorokobu