El Yorokobu de empezar el año por el principio

7 de enero de 2014
7 de enero de 2014
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Ya estamos en 2014. Quién me lo iba a decir cuando colgaba sobre una liana cabeza abajo en la ribera del Mekong, en la que pacían, hambrientos, más de dos centenares de cocodrilos (¿hay cocodrilos en el Mekong?). Por suerte, el tiempo pasa para todos y el destino nos ofrece la oportunidad de ver cómo la sociedad da pasos adelante para alcanzar un horizonte utópico con derechos sociales, empleo adecuadamente remunerado y vinos elaborados a partir de uvas garnachas. Yorokobu también participa de esa hemorragia de progreso lanzando a la calle su número 47 que, por supuesto, es dos veces mejor que el 46 y tres veces mejor que el 45.

Están vivas. Las viejas máquinas de pinball, esos grandes monstruos mecánicos previos a esas mesas actuales que se asemejan más a una nave espacial, sobreviven en casa de muchos coleccionistas. Algunos de ellos cuentan cómo meten en casa esos inmensos cacharros para evitar que se pierdan en desguaces.

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Sólo hay unos cables que dan más que hablar que este: los de cobre que roban en las obras y el rojo y el azul de cualquier bomba que se precie. El del Ártico del que hablamos tiene que ver con el trading de alta frecuencia, el futuro del transporte marítimo, la explotación de los entornos naturales y, si me apuran, con el toro que mató a Manolete.
Un cable de más de 700 millones de dólares.

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La reina del ajedrez. No nos referimos a la mejor jugadora sino a la pieza, a la dama. ¿Sabes su origen? Te lo contamos antes de que nos hagan jaque mate.

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Con los artículos que escudriñan el presente para averiguar el futuro pueden pasar dos cosas: que se equivoquen manteniendo la dignidad o que se constituyan en un fiasco tan grande que el ridículo sea espantoso. Como nosotros somos positivos, todo lo que pedimos es que todos estemos muertos en 2100 para que nadie nos lo eche en cara.

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Cuando un piano está hecho para trascender, ocurre que no solo se escucha, se puede oler y sentir cómo vibra. Christoph Schreiber se enamoró de un Erard francés y, hace años, comenzó a restaurar estos instrumentos de cuerdas percutidas. Esta es su historia de amor.

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«Los historiadores de Plenia bucean en padrones, archivos parroquiales y municipales, hemerotecas e historias locales para indagar en la estirpe del cliente hasta encontrar sus raíces». Si quieres conocer tu origen, hay quien lo hace por ti.

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A pesar de que todos tenemos nuestros monstruos, los de algunos son más bellos que los de otros. Los de Bakea viven en Bakenasland, un ilustrador que los ha sacado de su cabeza para plasmarlos en su propio bestiario particular.

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La primera portada del año es de Abel Martínez. El diseñador encuentra el paradigma de su felicidad personal en los recuerdos de la infancia. De ahí parte la creatividad que ilustra nuestra edición de enero de 2014.

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