La épica ha escrito sus páginas desde tiempos que ya se pierden en la memoria de la historia. Leyendas y versos que indagaban en los más profundo del hombre para encontrar emoción y heroicidad.
Después de los tiempos antiguos, la épica se ha recreado mediante otras actividades. Las batallas, las guerras, la lucha por la hegemonía territorial y política dieron paso al nuevo belicismo de nuestros días: el deporte profesional. A través del deporte, los contendientes dan lo máximo de sí mismos, los seguidores ven cómo la emoción se eriza y la competividad intrínseca al ser humano sigue engrasándose por los siglos de los siglos.
Un interminable puerto de montaña en el Tour de Francia, el agónico gol en la prórroga que otorga un campeonato del mundo a un equipo o la llegada a la meta de una maratón tras múltiples penurias y padeceres. Pues bien, todo eso es una puta mierda comparado con ¡¡las carreras de canicas!!
Trepidantes, inciertas, fugaces, versátiles. ¿Hay algo mejor en la vida que bautizar, una a una, toda tu colección de canicas y hacerlas correr por un circuito de arena en cuya construcción has empleado un día completo? NO.
Se especula que, tras los saltos desde la estratosfera, la Fórmula 1 o las carreras aéreas, Red Bull se va a lanzar a por este espectacular deporte de riesgo.
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