Puede que la frase «Tenemos que hablar» sea una de las peores que puede decirte tu pareja. Sin embargo, si eres universitario, quizás haya una aún más temida: «Me voy de Erasmus».
Porque sí, es obvio que la beca Erasmus es toda una oportunidad no solo para conocer un idioma nuevo, sino para vivir una gran experiencia vital. Pero lo que todo el mundo piensa cuando su pareja se va de Erasmus es que es sinónimo de fiesta y sexo desenfrenado. Aunque no todo es «follar» a lo loco, porque si hay algo peor que tu pareja te ponga los cuernos en la beca Erasmus, es que se enamore de otra persona y ya nunca vuelva.
Algo que es más que probable y así lo atestiguan las cifras. Este pasado año la beca Erasmus cumplía su 30 aniversario, y se lanzaba la noticia de que ya eran más de un millón los bebés nacidos de parejas que se conocieron durante el Erasmus. Son los conocidos como los Erasmus babies.
Una cuestión de química
La combinación de factores parece la adecuada. Gente joven, con ganas de conocerse, un lugar nuevo en el que probar cosas diferentes, relaciones que se intensifican al sentirse lejos de casa y muchas noches de borrachera, que también influyen.
Pero ¿hay algo más que influya en el hecho de que durante el Erasmus se formen tantas parejas?
La sexóloga Judith Viudes explica que quizás también haya una razón científica. «Erasmus es sinónimo de viajar, de conocer una nueva ciudad, gente nueva, nuevas costumbres. Y todo lo nuevo genera una gran fuente de dopamina».
Hay que tener en cuenta, como relata Viudes, que «la dopamina es un neurotransmisor con múltiples funciones en nuestro sistema nervioso, y cuando nos inunda, nos llena por completo de placer ya que una de sus funciones principales es activar los circuitos de recompensa del cerebro».
De esta forma, la experta teoriza que «si unimos esta sensación tan plena al contexto en el que estamos, nuestro estado de ánimo es más proclive a conductas más impulsivas; y si, encima, el contexto acompaña, es un cóctel que ayuda a sentirse libre y lejos de críticas y gente conocida que nos pueda juzgar por nuestra conducta».
Una excusa perfecta
Pero ¿es esto suficiente como para enamorarnos de otra persona al viajar fuera? Quizás haya más factores químicos que tener en cuenta. «Cuando conocemos a alguien nuevo —continúa Viudes—, también segregamos eniletilamina, norepinefrina, noradrenalina, testosterona y estrógenos; generamos endorfinas, adrenalina, disminuimos los niveles de serotonina, etc.».
Así, «este cóctel químico de placer, disfrute, energía, bienestar y felicidad cobra mucha fuerza si se compara con una relación estable, con la que ya no podemos sentir todo este colocón hormonal».
Si no se quiere decir simplemente ese «He conocido a alguien», quizás argumentar que la culpa fue de un cóctel químico resulte, sino más convincente, por lo menos algo más trabajado.
Las ventajas de una pareja intercultural
Si bien parece que hay motivos suficientes como para que surja la chispa con otra persona, falta saber cuál es el secreto para que esta nueva pareja triunfe más que la anterior y acabe siendo un amor que pueda llegar a convertirse en una futura familia.
Aunque, de primeras, una pareja intercultural parece un reto puesto que habrá cuestiones en la cultura del otro que llamen la atención, hay parejas que aseguran que no se trata tanto de encontrar alguien de una cultura similar, sino de que tenga una personalidad afín.
Además, las parejas interculturales también tienen sus ventajas, como que una pareja de otra cultura también aporta una nueva perspectiva. Incluso puede que la conversación dé mucho más de sí, porque siempre habrá algo que aprender sobre los respectivos países de origen.
Igualmente, si ambos somos «Erasmus» en un país desconocido para los dos, lógicamente la conexión será mucho más intensa, e incluso dado que viviremos fuera del nido familiar, tendremos más oportunidades de intimar y de hacer avanzar la relación, quizás de una forma más rápida de lo que habríamos planteado en nuestro país de origen.