26,7 metros de imaginación para evadirse de la enfermedad

3 de julio de 2014
3 de julio de 2014
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Puede que sea el instinto de supervivencia lo que posibilita que de lo más triste y feo surja algo alegre y bello. Esta la historia de un colorido y optimista mural que nació tras la enfermedad y muerte del padre de su creador.

Pablo Fernández del Castillo (Pabs) descubrió que eso de que la distancia es el olvido pasa en los boleros, pero no en la vida real. Su padre padecía un cáncer terminal y pese a los más de 9.000 km que le separaban de él, lo sentía más cerca que nunca. Aunque no desaprovechó la oportunidad de despedirse en persona. Tras dejar su trabajo como copy en Barcelona para viajar a México y dar el último adiós a su padre, Pabs regresó a la ciudad condal con la necesidad de hacer algo bonito que poder dedicarle. La idea la tenía clara: un mural para animar a los niños enfermos. También tenía todo el tiempo del mundo puesto que no tenía trabajo. Pero le faltaba algo fundamental: un muro.
«Escribí a varios hospitales y el de Sant Joan de Déu me respondió de inmediato, pero no tenían espacio para el mural». Meses después, el mismo centro volvió a contactar con Pabs. Seguían sin poder ofrecerle un espacio en el que desarrollar su mural pero le necesitaban para una pequeña campaña interna dirigida a los familiares de los pequeños pacientes. «Desarrollé una serie de 15 creatividades diferentes con frases y personajes. Se colocaron vinilos en todas las habitaciones del hospital».
La colaboración de Pabs y el Sant Joan de Déu no acabó ahí. Los pinceles del ilustrador concibieron a Joanet, un niño «tierno y travieso» que desde entonces se ha convertido en mascota del centro hospitalario.
Aunque Pabs seguía pendiente de su mural. Y por fin llegó el día que el hospital encontró espacio para él: un pasillo frente a las salas donde los niños esperan antes de ser operados. Lo que fuera dibujarse ahí tenía que lograr que los pequeños pacientes se evadiesen durante un tiempo de la realidad, que tirasen de imaginación para olvidar su situación por un rato. Por eso, «el espacio está dedicado a la alegría. Un lugar para distraerse, fantasear y sonreír. Con muchos personajes de todo tipo de formas y colores bailando, saltando y divirtiéndose. Son 26,7 metros en los que suceden muchas cosas. Esto no es un muro, es una ventana a un mundo imaginario».

Los 18 plafones en los que se divide el mural contiene escenas de todo tipo: «Una ducha gigante, unos personajes jugando, un tubo de corazones que se convierten en mariposas…  Detalles por descubrir y con los que acompañar el difícil tiempo de espera».
El mural era un regalo para todos esos niños y también para su padre. Incluso, para el propio Pabs ya que le ha servido para enfocarse en una nueva faceta: el desarrollo de personajes. En el caso de los que protagonizan el mural, así como otras campañas del hospital, «son criaturas que están enfermas pero eso no les impide seguir sonriendo y disfrutando. Uno tiene el brazo roto, otro tiene vendaje en la cabeza, otro una cicatriz, otro camina con su suero… Son como los niños que superan dificultades y siempre siguen siendo niños».
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Patrick Thomas

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