Un mundo vibrante en dos dimensiones

21 de octubre de 2013
21 de octubre de 2013
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En el tiempo en que los dioses vivían en el cielo egipcio nacieron unos personajes aplastados que vivían pegados a la pared. Eran figuras destinadas a contar historias durante tanto tiempo como la pintura pudiera permanecer agarrada a la piedra. No intentaban copiar la realidad tal y como era. Para eso estaba la realidad misma. Buscaban esos significados que oculta lo literal y, así, fue creciendo el arte en el Antiguo Egipto.

gatopardoMiles de años después, en 2013, no está todo perdido. Esta forma de contar la vida tiene un reflejo en los dibujos de Andy Rementer. También son “planos y gráficos”. “En realidad, hay algo del antiguo arte egipcio que me absorbe”, explica el ilustrador estadounidense. “Quizá sean las primeras formas de paneles de cómic. Los egipcios estaban más interesados en el storytelling que en la representación de la realidad. Es algo que vemos más tarde, también, en el arte medieval. Los personajes parecen estar congelados en el tiempo. Fueron construidos con un destacable uso de las formas, los colores y los contornos y, a la vez, era imposible hacer una jerarquía de la información visual”.

Esa sensación de dos dimensiones envuelve todos los dibujos del artista de Filadelfia. También a sus gatos. Le encantan. “Pueden ser muy amigables pero, a la vez, distantes e independientes”, dice. Este animal aparece a menudo en sus obras. Es el único lugar donde no le hacen estornudar. Rementer es alérgico. “Terriblemente alérgico”, enfatiza. “Así que dibujarlos es la única forma de estar cerca de ellos”.

En el punto de intersección entre su amor por los felinos y su interés por el arte egipcio surgen personajes antropomórficos. “A menudo dibujo personas con cabeza de gato”, explica. También los egipcios mezclaban la fauna y lo humano en un solo cuerpo. Algo así como la versión divina y artística del desgraciado suceso que convirtió un día al científico en hombre mosca. Pero Rementer ni era consciente de ello. El suave paralelismo entre sus dibujos y los que hicieron a ambas orillas del Nilo saltó en esta entrevista. Nunca antes había pensado en ello.

Las justificaciones de por qué Andy Rementer pinta así no solo se hallan en un arte remoto. Dice que durante una estancia en Italia se sintió invadido de inspiración. También algo de los personajes que diseña para sus proyectos de animación, sus cómics, sus dibujos y sus pinturas procede de su hermano mayor. De pequeño, copiaba sus ilustraciones y dibujaba hasta la perfección las tortugas ninja y otros personajes de dibujos animados. Fue entonces cuando aparecieron las figuras extrañas y cuando el estadounidense comenzó a fijarse en los individuos de la calle. Después descubrió que en el tren o en un café se hallaban los protagonistas de sus dibujos. Solo tenía que exagerar sus rasgos para construir “un mundo visual inusual o imposible”. La realidad, tal como es, vuelve a esta conversación y, otra vez, para Rementer, no aporta nada.

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Los días y las noches del estadounidense son para dibujar. O, dicho en una sola palabra y en su boca, “siempre”. Hay una cadena invisible entre Andy Rementer y su cuaderno de bocetos. No lo suelta nunca. Ni en casa, donde trabaja, ni cuando sale a la calle. En esa libreta está el origen de cada pieza. “Todo lo que hago empieza dibujado a mano. Estoy siempre dibujando, sobre todo, en mi cuaderno de bocetos. Necesito que mi mano esté presente en cualquier proyecto que hago”, especifica. “Aunque a veces utilice el ordenador para colorear una pintura o una ilustración, antes, y siempre, hay un dibujo a mano”.

Los colores de sus imágenes tienen un efecto imán. Es imposible mirar a otro lugar si una ilustración de Rementer se interpone en tu camino. La luz de sus tonos no deja opción. “El color juega un papel muy importante en mi trabajo”, comenta. “Cuando estudiaba diseño, aluciné al descubrir el diseño gráfico de los años 70 que hacían estudios como Pushpin. Me fascinaron los colores vibrantes y se convirtieron en un elemento dominante en mi trabajo”.

Rementer empezó dibujando y no hace mucho descubrió la pintura. Algunas de sus piezas más recientes emplean esta técnica y hacen que su trabajo ascienda “a otra dimensión”. Una dimensión que nada tiene que ver con los dos planos egipcios ni los tres planos en los que a menudo trabaja el estadounidense. Una dimensión estrictamente sensorial.

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