Santo Gato Sombra,
Que andas por techos y mansiones,
bendice mi casa para que no falten nuevos amores.
Que la salud y el dinero fluyan a montones
y nos acompañes siempre en nuestros corazones.
Cuando el negro gato Sombra murió, en marzo de 2003, Odette Paz se entristeció muchísimo y solo quiso olvidar aquel día lluvioso. Pero empezó a soñar con su felino de raza tabi y se dio cuenta de que si un día tenía un problema y esa noche soñaba con Sombra, al día siguiente su conflicto se resolvía. Así que empezó a decir que su gato hacía milagros. Así nació el culto al santo gato Sombra, cuyo nicho, con una pintura realizada por la dueña del milagroso minino con su aureola, está en la galería de arte contemporáneo Garros, en la colonia Roma de la Ciudad de México.
«Es un juego, no queremos meternos con la religión», dice Joel Nava, uno de los tres (o cuatro, según se mire) socios de Garros, el único espacio físico especializado en arte sobre gatos que hay en México (y de los pocos que debe de haber en el mundo), en el que hay desde arte figurativo, arte objeto, óleos, peluches, hasta ropa y joyería y bisutería artesana gatuna.
Ahora el negocio, que también incluye una marca llamada Gatoy, ha crecido hasta incluir, en la acera de enfrente, en la calle Chihuahua, una heladería y chocolatería, de igual nombre, en la que hay chocolatinas con forma de gato.
La plegaria al santo gato surgió de un concurso entre fans de la galería en 2008. Hoy se puede comprar la oración impresa por cinco pesos, unos 30 céntimos de euro. Los impulsores de este tipo de ideas son los dueños: Joel, su hermana María del Carmen, su marido Rodrigo, y Fideo, el gato de raza bombay, que vive a sus anchas en la galería. «Es socio, empatiza con los clientes», dice Joel que a veces llama Filete a Fideo.
Garros, abierta desde 2006, es obra de dos hermanos a los que su padre médico ponía orejas y bigotes cuando estampaba su firma en las tareas de la escuela de sus hijos. Provenientes de una familia que colecciona arte contemporáneo, entre Joel, María del Carmen y su esposo Rodrigo promovieron un espacio que pasó de ser un proyecto a su negocio. «Ellos pusieron dinero, yo el conocimiento de arte», dice Joel mientras bebe de una taza con un gato, el logo de Garros. «Es obvio que a todos nosotros nos gustan los gatos, son animales bonitos, sensuales, si algo le molesta a la gente que no les gustan, es su pelo».
Los artistas exponen gratis y la galería se lleva el 35% de la ganancia. Tampoco hay precios desorbitantes, la pieza más cara cuesta 14,000 pesos (alrededor de 800 euros). Lo principal –dice Joel– es que es un negocio con fin social para promover el arte. Muchos son artistas mexicanos, pero también hay gente como el fotógrafo Francisco J. Lim, de Corea del sur, el pintor cubano Roberto Jiménez, Raúl Sosa, uruguayo enfocado al arte objeto, o Marcos Paz Navas, un artesano español que crea bisutería. Todos con un leit motiv común: los gatos.
Dice Joel que, cuando la galería empezó a funcionar, descubrió que muchas personas tienen gatos pero no lo comunican tan abiertamente como quienes tienen perros. «Esas personas empezaron, como quien dice, a salir del clóset de aquellos a los que les gusta estética del arte del gato». Como una pareja hermanas de Michoacán que, en una sola compra, se gastaron 10,000 pesos en cosas para ellas, cosas para sus gatos gatos y decoración para su casa (foto, pintura y arte objeto).
En casa, Joel tiene cinco gatos y María del Carmen y Rodrigo tienen nueve gatos. El matrimonio ha viajado por Latinoamérica y Europa en los últimos seis años y así es como han dado con muchos artistas. Como aquella vez en Aguascalientes, el pueblo que queda bajo Machu Picchu (Perú), en que conocieron a unos artesanos que hacían alfombras con figuras de gato.
«Hay mucho mito, maltrato, desinformación sobre los gatos. Garros nació como una cuestión de antropología social», dice María del Carmen, que atiende la heladería Garros, mientras Fideo, justo enfrente, remolonea en la media maleta que es su cesto ante los comentarios de dos viandantes: «Mira, un gato».
Esos paseantes pasan de largo, pero otros se detienen a rezar al santo gato Sombra y dejarle plegarias (de amor, de estudios, de negocios) que Joel guarda en una cajita:
Gato sombra:
1.- Que la esposa de mi papá me quiera
2.- Que me crezca el fleco rápido
3.- Aunque tengo novio, quiero regresar con mi exnovio
Gracias, Besos