Mucha bandera arcoíris y mucha hipocresía también

1 de julio de 2021
1 de julio de 2021
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Como todos los años, las celebraciones del Orgullo LGTB han dado el pistoletazo de salida al verano. Las calles se han llenado de banderas multicolores a la vez que los termómetros dejan atrás las temperaturas tibias de la primavera y se arrojaban en una espiral demoníaca hacia la parte alta de los treinta grados y pico.

Al mismo tiempo, cientos de empresas daban paso a sus campañas centradas en el orgullo LGTB. Fotos de perfil con la bandera multicolor, anuncios en redes sociales, memes de Estopa. Hay de todo, para todos los gustos. Todo sea por mantenerse top of mind y no perderse ni un segundo del zeitgeist.

Siendo uno de los primeros países en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, España es, por muchas razones—hoy, mas del 89% de los españoles considera que la homosexualidad debería estar aceptada por la sociedad— una de las puntas de lanza en la lucha por los colectivos LGTB en el mundo. Y eso, no solo se ve en las estadísticas o en los avances en materia de libertades y derechos, sino también en la alegría con la que sus ciudadanos se lanzan a celebrar el Día del Orgullo LGTB. Los festejos del orgullo son, sin duda, una de las fiestas del verano español.

Fernando Romero (Óleo-sobre lienzo)
Contra mi_El-Dibujo (Dibujo a lápiz y collage sobre papel Canson)
Abel Carrillo (Pintura digital sobre papel) Hahnemühle Bright White scaled

Pero, a pesar de la normalización y el impacto que tiene el Orgullo LGTB en España, su lucha por los derechos LGTB no es un capítulo cerrado en la historia de la Humanidad. Con el rechazo rotundo (y la consiguiente persecución) de varios estados del este de Europa a los colectivos LGTB, las victorias a este lado de Alemania se sienten a menudo acompañadas de retrocesos del otro lado de la frontera germanopolaca.

Además de las legislaciones de Polonia y Hungría, en países como República Checa la aceptación de la homosexualidad ha caído un 21%. Incluso en países mucho más abiertos, como Alemania, el mismo indicador registra una caída del 1% desde 2013. Y lo que es más, la homosexualidad es todavía ilegal en más de un 30% de los países miembros de las Naciones Unidas. Tampoco hay que perder de vista que el reconocimiento legal de los derechos LGTB es solo una parte de la lucha. Después está la aceptación social.

Dormido. Claudio Petit Laurent (Óleo sobre lienzo)
El Deseo. Pablo-Rodriguez (Lápiz y acrílico sobre papel Fabriano 200 gr)
Espaldas I. Jean Carlos Puerto (Óleo sobre tabla scaled)

Ante esta situación, se ha puesto de relevancia la hipocresía de muchas empresas multinacionales que, activistas de click y banderita arcoíris en la foto de perfil de sus redes sociales en los mercados más proLGTB, olvidan las siglas en cuanto aterrizan del otro lado de Europa Central. Y es que, la celebración del Orgullo por parte de muchas empresas siempre va condicionada a la consecución de beneficios económicos.

Solo en los países europeos y América del Norte (en Canadá siempre, en EEUU depende del estado) hay de forma consistente un desempeño adecuado en los indicadores de derechos humanos e integración social relativos a las personas LGTB. El problema es que, incluso en estos, la reaparición de ciertos discursos de corte ultraderechista está poniendo en peligro un camino que se ha tardado dos milenios en recorrer.

Y en medio de estas dos tensiones opuestas, el eterno dilema para las redes sociales (empresas en su mayoría americanas, con implantación global): mantener contentos a los anunciantes que les pagan las facturas u ofrecer una libertad de expresión sin cortapisas. Porque, en este 2021, las redes sociales no solo se han convertido en una enorme maquinaria de vender al servicio de las marcas más poderosas, sino que también son el principal escaparate para miles de artistas, galerías de arte y otros profesionales que dependen de sus algoritmos para ser vistos.

Un ejemplo de las consecuencias prácticas de este dilema es el de la galería de arte Inéditad. Especializados en arte LGTB, mantienen que «los artistas queer necesitan expresar la diversidad sexual, así como las diferentes identidades de género, a través de obras en las que, en muchas ocasiones el cuerpo, incluyendo obviamente su genitalidad, es protagonista necesario para dar visibilidad a su mensaje». Y es ante esas obras, cuando aparecen las políticas de Instagram. Varias de sus publicaciones han sufrido la censura de la red social y han sido consideradas por la plataforma como no publicables, de acuerdo con sus criterios.

Fabrio Bran Solo (Acrílico sobre-papel Canson 250gr)
La piel que florece. Víctor Brenes (Fotografía digital sobre papel Hahnemühle-Photo-Rag-scaled)

Para Luis López Almarcha, fundador de Inéditad esta censura no tendría sentido si el mismo dilema surgiese en alguno de los principales museos de arte. «¿Qué sucedería si las principales pinacotecas del mundo asociaran también el desnudo con la obscenidad?»—se pregunta. Para él, “la prohibición del desnudo artístico es una coacción de nuestro actual patrimonio creativo y cultural». Sobre todo, en el caso del arte queer, que precisa del retrato de la realidad física en sus diferentes cuerpos como vehículo de expresión.

[pullquote] «¿Qué sucedería si las principales pinacotecas del mundo asociaran también el desnudo con la obscenidad?» [/pullquote]

En el fondo, el debate es muy jugoso. Al fin y al cabo, las redes sociales no dejan de ser un producto de una empresa que tiene todo el derecho del mundo a elegir las políticas de comunidad que mejor le parezcan. De la misma forma, no está claro si lo que hacen puede considerarse censura. No es como si tuviesen la capacidad de prohibir a un artista que desarrolle la obra que le de la gana. O de impedir que cualquier galería cuelgue en sus paredes lo que a su comisario le parezca más relevante. Es más, ¿tendría una galería de arte la obligación de exponer una obra sólo porque de no hacerlo se arriesgase a ser acusada de censurar?

Es una cuestión seria. Al final, ni los límites de la libertad de expresión deberían anteponerse a la lucha por los derechos civiles ni viceversa. Es importante construir una sociedad en la que los derechos civiles de cualquier colectivo y minoría estén protegidos y garantizados, pero para ir en esa dirección, quizá los falsos debates sobre la libertad de expresión no sean la mejor de las herramientas. Las empresas practican su particular forma de activismo en aquellos mercados en los que los consumidores lo demandan. Y cuando una empresa es global, la búsqueda del equilibrio entre culturas divergentes y diferentes perfiles de comprador genera tensiones como esta.

Quizá el camino a seguir sea ese, cultivar una masa de consumidores exigente y comprometida con los derechos civiles del colectivo LGTB para que las empresas entren en un mercado sabiendo que de su compromiso dependen sus ventas. Y los datos sobre las nuevas generaciones muestran que, en todos los lugares del mundo, las posturas respecto a la aceptación de la diversidad sexual mejoran. Porque la educación en respeto a la libertad de los demás se ejecuta a través del ejemplo. Y, porque, en el fondo, lo cierto es que pretender obligar a una empresa a que se adecúe a tus propias ideas sobre lo que es censura y lo que no lo es no es más que otra forma de atacar la libertad de expresión.

1 Comment ¿Qué opinas?

  1. Un poco hipócrita también que hableis de LGBTI+ y todos los cuadros sean de hombres guapos y jóvenes? Donde quedamos las lesbianas, trans, personas de diversidad y sexualidad igual no tan “fácil de publicitar”?

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