Luxo e Lixo. Lixo e Luxo. Con este juego de palabras, que en portugués significan lujo y basura, el colectivo Basurama ha creado en Río de Janeiro una instalación efímera, hecha con 2.500 bolsas de plástico, para inspirar una reflexión sobre los hábitos de consumo.
«Me gustaría que los cariocas se planteasen muchas preguntas: qué significa la basura y esta contraposición entre lujo y basura, y si somos más felices por consumir más», señala Rubén Lorenzo Montero, 33 años, miembro fundador de Basurama. «Para nosotros la bolsa es el símbolo del consumo. Está hecha para ser desechada y además, se usa para llevar cosas compradas, que van a ser consumidas», explica Alberto Nanclares, 34 años, también fundador de Basurama. «Es el objeto menos deseado, el que nadie quiere y con el que nadie trabaja», agrega Rubén.
Se trata de un colectivo artístico español que se dedica a lanzar interrogaciones sobre el consumo y la economía contemporánea a través de intervenciones, instalaciones y piezas artísticas. Está formado por cinco personas en Madrid, una en Bilbao y otra en São Paulo. El colectivo tiene mucha vinculación con Latinoamérica y la incursión en Río de Janeiro, un encargo de la Fundación Banco Santander para el III Encuentro Internacional de Rectores Universia, ha afianzando aún más este vínculo.
«En este caso, queríamos homenajear el poema visual ‘Lixo é luxo’ de Augusto de Campos», relata Alberto.
La idea era reproducir esa obra poética en escala urbana a partir de basura: eso es, 7 metros de altura por 25 metros de largo. «Queríamos confrontarnos con la ciudad, con estas moles físicas que son los morros y con esta molde de país, de cultura, de proyecto que es Brasil», continúa Alberto. Ha sido todo un reto trabajar con algo tan endeble como las bolsas de plástico y construir algo tan grande con una piel tan frágil. «Y más aún con las bolsas de Río, que son tan malas que en los supermercados siempre te ponen dos, para que no se rompan en el medio de camino», añade Alberto.
Para conseguir su hazaña, el colectivo ha lanzado una convocatoria para un taller en la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UNIRIO). Una decena de alumnos brasileños han trabajado codo a codo con los artistas españoles para que la idea se convirtiese en realidad. «Lo bonito de esta técnica es que solo se necesitan bolsas de plástico, tijeras y celo», aclara Rubén. «Es un proceso minucioso: hay que abrir todas las bolsas, una a una, juntarlas, combinarlas según los colores. El patronaje de las letras es lo único en que se empleó el ordenador. El resto se ha hecho manualmente en el suelo, junto a los alumnos. Cuidamos de cada detalle, sabemos cómo cortar las bolsas y cómo hacer el diseño de las piezas para que encajen», añade.
«Cuando me inscribí en el concurso de frases sobre el poema de que Augusto de Campos, promovido por la universidad, no tenía ni idea de cuán valiosa llegaría a ser esta experiencia», relata Wanessa Rangel, 38 años, alumna de Periodismo. Participó en el taller junto a su marido de 42 años y su hija. «Basurama es una organización que hace un trabajo muy bonito, alineando consciencia y educación ambiental, reforzando la idea de colectivo y de unión de esfuerzos para realizar un proyecto que va más allá de la belleza artística. Ellos quieren alertar sobre el consumo innecesario de productos que perjudican el ecosistema y ponen en riesgo nuestra sobrevivencia», continúa.
Cabe destacar que los miembros de Basurama cuentan con conocimientos de arquitectura, ya que algunos estudiaron en esa facultad, aunque no llegasen a terminarla por falta de sintonía con el establishment. «Los chicos hicieron cálculos muy precisos para diseñar la instalación y conocer la perspectiva. Eso demuestra que es importante tener el dominio de la matemática para construir cualquier estructura», dice Helô Borges, la profesora de Ingeniería de Producción de UNIRIO que respondió a la llamada de auxilio de Basurama e hizo posible el taller en la Cidade Maravilhosa.
El toque final lo han dado unos ventiladores caseros para levantar la escultura gigante. «Solo se sostiene por el aire y ese concepto tiene que ver con la burbuja inmobiliaria, del consumo, con la burbuja especulativa en Río», cuenta Alberto. «El momento en que la letras toman forman y volumen es mágico, porque estás trabajando con bolsas arrugadas, en el suelo, y de repente le metes aire y la escultura surge de la nada», revela Rubén. «El mayor enemigo es el viento. Si hay mucho viento, hace efecto vela y es peligroso», añade.
«Ver la materialización de nuestro trabajo ha sido algo indescriptible. Solo cuando colocamos las letras de pie nos dimos cuenta de la grandiosidad del proyecto. Esta obra efímera que construimos todos juntos se ha traducido de forma poética, pero sin perder de vista su propósito», dice Wanessa.
La instalación fue diseñada para ser instalada en una universidad. A mediados de julio, apareció en la puerta de la biblioteca de la UNIRIO para que la comunidad universitaria pudiese disfrutar de una instalación de arte público. «Sin embargo, nosotros queríamos verla en otros espacios urbanos, descubrir cómo dialogaría con su entorno y ampliaría sus significados. La instalamos también en la Playa de Urca, seguramente la menos turística de Río, enclavada en un barrio de clase alta.
La confrontación con el Pan de Azúcar primero, y con el fantástico paisaje de la bahía de Guanabara y el atardecer carioca me permitió reflexionar sobre lo que podemos considerar un lujo: lujo es una biblioteca y una universidad pública, tanto como lo es una vivienda cara en un barrio restringido, o como es el lujo del paisaje. Sin embargo, entre ellos hay diferencias claves: el lujo colectivo que supone una universidad pública es, precisamente, una forma de generar riqueza social, económica e incluso financiera, aunque esta se empeñe en contarla como un gasto o incluso como un despilfarro», especula Alberto.
No es la primera vez que ‘In Love We Trash’, sale de España. Los miembros de Basurama ya ha visitado Zimbabue, Tailandia o Polonia con este proyecto.
«Todos los países tienen una economía y una pauta de consumo muy parecidas. Las bolsas de plástico se han impuesto en todo el mundo. Lo curioso del caso carioca es que en todas las bolsas se convoca a que sean reutilizadas. La bolsa es el soporte fundamental para la propaganda medioambientalista, y al mismo tiempo es lo que contribuye a la destrucción del medio ambiente. Esta paradoja me gusta mucho», concluye Alberto.
Fotos: Carlos Malder