Pues sí. Resulta que existe. Con un 99,999999 % de probabilidad. O sea, que la han encontrado. ¿Que de qué estoy hablando? Pues del bosón de Higgs, la “partícula de Dios”, como se le bautizó hace años. Mejor dicho, décadas. Antes, siquiera, que se supiera que existe. Ya ves, así son los físicos. ¿Que no sabes de qué estoy hablando?
Érase una vez una época maravillosa denominada los años 50. En ese momento los físicos estaban exultantes: en las décadas anteriores se habían sentado las bases para una serie de nuevas teorías que, parecían, iban a explicarlo todo. Los fenómenos de la naturaleza iban a ser entendidos con unas leyes muy básicas que los científicos estaban creando. Era la “teoría del todo”, que, aunque aún no existía, hacía tiempo que se estaba horneando, y estaba al caer, ya, muy cerquita.
Las ecuaciones eran magníficas. Estaban consiguiendo unir el electromagnetismo con una fuerza llamada “nuclear débil”, la responsable de la radioactividad, dando a entender que ambos fenómenos no son más que la misma cosa vista desde una perspectiva distinta. Con el tiempo se le uniría otra fuerza, la “nuclear fuerte”, la que tiene unidos el interior de los átomos, y, algún día, la gravedad. Sin embargo, algunos detalles se iban escapando. Por ejemplo, eso de la masa.
¿La masa? Sí, la masa. Eso que todos tenemos. Lo que nos hace estar gordos, lo que hay en las hamburguesas, en el hielo de los combinados, en el suelo y la pared de tu casa, y en los muebles, y la arena y en el agua y las rocas. Lo que hace que haya gravedad en la Tierra y que cuando viajemos tengamos inercia. Pues resulta que la masa no aparecía en esos cálculos. Sencillamente, no estaba. El universo entero iba a ser explicado a partir de unas sencillas fórmulas, pero era un universo sin masa. Lo cual, evidentemente, chocaba, y bastante, contra las evidencias empíricas. Vamos, que tenemos masa, creo que no hace falta explicarlo. Pues ese pequeño detalle se escapaba, no existía, en las ecuaciones.
Aquí es cuando llegó el tal Higgs. Y otros más, en total 6 científicos que estudiaron la cosa independientemente. Pero es el tal Higgs el que pasaría a la historia. Su postulado es “sencillo”: el universo entero está repleto de un campo, el “campo de Higgs”, que impregna todo lo que existe.
Un campo que llena el vacío y que interacciona con todo aquél que lo cruza. Cualquier partícula que se mueva, según Higgs, se relaciona con ese campo, pero cada una a su propia manera. Algunas partículas, como los fotones (las que forman lo que llamamos “luz”) lo atraviesan sin dificultad alguna. Otras, llamadas muones, tienen un cierto rozamiento, que hacen que viajen más lentas.
Algunas todavía más, como los quarks, los que crean los protones. Es como cuando buceamos: ¿a que cuesta más atravesar el agua que darse un paseo por el aire? Y ¿a que a esa señora tan gorda le cuesta más que a tu primo el canijo? Pues lo mismo. Bueno, más o menos.
Pues bien, en el interior de este campo Higgs predijo, con papel y lápiz, que aparecían y desaparecían, por generación y destrucción espontánea, unas partículas, los “bosones de Higgs”. Estos bosones (bonito nombre, ¿a que sí?) son como las letras de la sopa (de letras) que me hacía mi padre cuando era pequeño: había tantas en el cuenco que me costaba meter la cuchara. Es la interacción de estos bosones con el resto de cosas que existen que generan lo que llamamos masa.
Durante los 50 años que han seguido el dichoso bosoncito de Higgs se ha escapado a las observaciones. Nadie era capaz de encontrarlo. ¿Que por qué? Porque es que casi ni existe. Es decir, que cuando se genera desaparece en muy poco tiempo. Su vida media es de 10-22 segundos, o sea, 0,0000000000000000000001 segundos, es decir, una parte entre diez mil trillones de lo que viene siendo un segundo. Por eso se construyó el Gran Colisionador de Hadrones, el LHC, en el CERN, entre Italia, Francia y Suiza, un instrumento científico que costó 7,5 billones de euros a pagar entre unos 20 países cuyo propósito principal era el de encontrar el Higgs. Y, por fin, lo han encontrado 🙂
Vale, bien, pero, ¿es importante? ¿Realmente me cambia la vida? ¿No es una paranoia científica eso de ‘de dónde sale la masa’? Y, sobre todo, ¿es necesario gastarse toda esa cantidad de pasta?
Hombre, pues eso depende. Si tu ambición en la vida es ver pelis, salir por la noche y tomarte tres copas, igual lo de Higgs no te quita el sueño. Si te interesa la ciencia, entender los cómo y porqués del mundo en el que nos movemos, a lo mejor empieza a interesante.
Y si te juegas el nobel o pasar a la historia científica (o una beca de 900 euros que te permita seguir investigando) puede ser realmente importante. Y, aún así, tampoco te creas. Este tipo de descubrimientos son los que parecen chorra pero con el tiempo nos cambian la vida. Inventos como el rayo láser, el cinematógrafo o la bomba atómica no eran más que curiosidades científicas, y con el tiempo, han cambiado la historia. Así que nunca se sabe.