¡Baila como Christopher Walken, baila!

12 de febrero de 2015
12 de febrero de 2015
2 mins de lectura

En el videoclip Weapon of Choice (2000), Christopher Walken baila. Y aunque no es la primera vez en pantalla, resulta curioso y me sugiere un pensamiento.

La marca Walken (villanos, locos y, en ocasiones, padre de familia formal) eclipsa al Walken bailarín. Por esto, no me extrañaría que el vídeo con música de Fatboy Slim, dirigido por Jonze, fuera visto en su momento y después olvidado. Antes de continuar, el vídeo.

A la mayoría del público no le sonará el nombre de Christopher Walken. Sin embargo, cualquier espectador dirá del actor: «Este siempre hace de malo o de loco». (Y casi que tendría razón). El rostro de Walken es difícil de olvidar tanto como los personajes que ha interpretado. Preguntad al espectador medio si este tipo baila y os dirá que no lo cree, no lo ha visto o no lo recuerda.
Para los espectadores de cine de los 70 —abuelos de hoy—, Walken es el tarado que juega a la ruleta rusa en El cazador (The Deer Hunter).
Para los espectadores de los 80, Walken es el villano Bond con tinte rubio acompañado por la felina y portentosa Grace Jones.
Para los espectadores de los 90, Walken es el hombre del reloj en Pulp Fiction («Tu padre me dio este reloj»). Y para los seguidores de Tim Burton, el hombre sin cabeza de Sleepy Hollow.
Quizá por todo esto, Christopher Walken fuera escogido para interpretar Weapon of Choice. Al comienzo del videoclip, el espectador no recuerda o no conoce al Walken bailarín de Pennies from Heaven y Hairspray. (Parece que el actor baila una vez cada década para asombro de nuevos espectadores).
Sin embargo, poco importa qué personajes interpretó Walken, si buenos o villanos. El efecto de la reputación anterior —la marca— no dura más allá de los primeros diez segundos del videoclip. Como todo buen actor, Walken parte de cero y debe ganarse al público en cada escena. Y aunque la letra parece el discurso de un gánster («no te asustes de mi tono, mira mi nueva arma…»), la coreografía se impone.
Walken acaba donde empezó, en el sillón, pero su gesto, su expresión ha cambiado. De imagen de derrota (¡la vida!) pasa a la sonrisa despreocupada. Y lo que es asombroso: en ningún momento deja de ser Walken. Es importante recordarlo. A muchos, por miedo, nos cuesta bailar o contar un chiste o participar en una carrera… Prevemos qué pensarán, qué dirán («un pato mareado», «mira qué tonto…»)
A menudo no queremos parecer ridículos ni tontos, como si «un momento fuera del guion» empañara nuestra vida. Un guion de hierro que solo permite cierta libertad en fiestas y actividades grupales en las que «hacer el tonto» es obligatorio. (Eso sí, con control, sin desbarrar; una copita de más como mucho, que un día es un día). Y así estamos, quietecitos porque somos personas normales, profesionales responsables…
¡Walken baila y sigue siendo Walken!
Y si algo que hacemos/pensamos/vemos descuadra a otros, gastamos energía justificando lo que solo debería justificarse por el placer. Por esto, para evitar las críticas, mejor quietecitos, pensamos. (Los que hacen anuncios saben cuánto miedo tenemos a salirnos del tiesto. Por esto susurran que compremos esto o lo otro «para ser rebelde», «marca la diferencia», «piensa distinto»… Productos como placebos).
Christopher Walken baila y en ningún momento deja de ser Christopher Walken (ni es tonto ni es ridículo).
«Parece que ahora va a dispararte», dice mi mujer en cuanto Walken se sube a la mesa. Pero no saca un arma, vuelve a su sillón, liberado.
¡Baila como Christopher Walken, baila!

Último número ya disponible

#141 Invierno / frío

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>

No te pierdas...