Cómo hacer de Bob Esponja un terrorista suicida

Caminar entre los trabajos de Patricia Waller en la galería Deschler es como si a tu abuela se le hubiera ido la cabeza y se dedicase a corromper a base de ganchillo a los ídolos y personajes favoritos de sus nietos más pequeños. La exposición Broken Heroes, que recoge las esculturas textiles de esta artista berlinesa nacida en Chile, pilla a personajes como Bob Esponja, Spiderman o Minnie Mouse y los pone en situaciones un pelín extrañas como escoger la carrera de terrorista suicida, ser asfixiado en su propia tela de araña o sufrir una violación.

Waller cuenta que usa a “personajes cartoon” por “ser reconocibles en la mayor parte del mundo de manera inmediata como iconos de la cultura pop”. Waller escoge ponerlos en estos escenarios debido a que “la posibilidad de fallar simplemente no es parte de su creación, lo que hace que esta representación sea más impactante tras una primera impresión divertida y graciosa”. Puede parecer una tontería, pero Waller tardó más de dos años en tricotar las 10 piezas que componen la exposición.

Para cada una de estas obras Waller tiene una pequeña historia asociada, como la del suicido o asesinato (todavía no está esclarecido) de un Winnie-the-Pooh asolado por la explotación disneyliana, una Hello Kitty que escoge cometer el suicido ritual japonés por sus problemas de identidad al verse en tantos productos o un Ernie/Epi destrozado por la pérdida de la fama que acaba sin vivienda, alcohólico y mendigando.

Waller ve su trabajo como una “crítica reflexiva del culto a la celebrity” y cree que en Broken Heroes puede leerse la discrepancia “entre el mundo ideal de la publicidad y la experiencia real en la vida”, en un “juego con un humor macabro y mordiente vestido de trabajos de ganchillo”, bromea.

La idea del ganchillo con las agujas y la lana le vino a Walder cuando estudiaba a finales de los 80 en la Academia de Bellas Artes de Karlsruhe. “Buscaba un material que no estuviera establecido dentro de las artes y a la vez quería ser independiente de las máquinas y la electricidad”, explica, “y a principios de los 90 descubrí la lana, considerada inferior en términos de arte, y comencé a tejer, una técnica anacrónica”.

“Al menos”, reflexiona y saca pecho, “así era cuando empecé yo”.

Fotos: Carlos Carabaña

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