Madrid tiene una costa que sabía a Marlboro y whisky

Con la llegada de los americanos a la base militar de Torrejón en los años 50 del siglo pasado, Madrid comenzó a llenarse de rubios y fornidos soldados yanquis que se instalaron en lujosos apartamentos situados entre el Santiago Bernabeu y la Plaza de Castilla.

Con ellos llegó todo un nuevo estilo de vida más moderno, más alegre. Aquel nuevo barrio fue bautizado por los vecinos como Corea, por la invasión de soldados estadounidenses recién llegados de la guerra americana contra aquel país asiático. La calle Doctor Fleming se llenó de bares donde sonaban Frank Sinatra y Elvis Presley. El whisky llenaba los vasos en lugar del vino tinto de los paisanos y los dólares atrajeron la prostitución, que creció alrededor de aquel hervidero de nuevos aires venidos de América. Estaba naciendo un nuevo estilo de vida en aquella España gris del régimen franquista.

costa fleming

El término de Costa Fleming lo acuñó el periodista Raúl del Pozo en los años 60 cuando le preguntaron en qué costa veraneaba. «Yo, en Costa Fleming», respondió. Doctor Fleming se había convertido en la zona golfa y bohemia de Madrid, el lugar donde acudían las estrellas del momento y donde la juerga y la diversión estaban aseguradas. Incluso un sonido, un estilo musical, fue bautizado de aquella manera: sonido Costa Fleming.

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Después el barrio fue cambiando. Los locales de copas y la prostitución dejaron paso en los años 90 a entidades bancarias y hoy ve nacer muchos proyectos gastronómicos. Sin embargo aún se mantienen pequeños comercios que pelean por salir adelante. «El pequeño comerciante es una especie en extinción», comenta a Yorokobu Jorge Galaso, uno de los fundadores y presidente de la Asociación Costa Fleming. «Este barrio es muy barrio, un Madrid diferente, un Madrid dentro de Madrid, como una matrioska. Hay que conocerlo sin clichés ni prejuicios, levantarle la falda a la matrioska y ver qué hay debajo: comerciantes que emprenden y arriesgan. Aquí hay negocios que llevan más de 50 años abiertos, que han pasado de padres a hijos y que intentan sobrevivir al paso de la globalización», detalla.

Antes de ser asociación, sus fundadores quisieron crear una imagen diferente del barrio, divertida, más diurna que nocturna, explica su presidente. Después llegó la web para darlo a conocer y contar las historias de sus habitantes. Como la de Alfredo, el último sereno del barrio. O la de uno de sus ilustres vecinos, Paco Umbral. «Pero quisimos hacer más y constituimos la Asociación en julio del año pasado para que ocurriesen cosas en el barrio, emprender acciones como en Malasaña, Latina o Las Letras y atraer ideas para mejorarlo». Hoy la asociación cuenta con 45 asociados entre comerciantes, tenderos, empresarios y hosteleros.

Costa Fleming quiere revitalizar la vida del pequeño comercio en esta zona de Madrid que carece de monumentos y museos que visitar y cuya historia es muy reciente. Para Galaso, lo que define a un barrio es la manera en la que se interrelacionan comerciantes, espacios, vecinos y visitantes.

«El comercio es a una ciudad como la piel a un rostro: le da identidad. Hasta el punto de que podemos identificar el dinamismo o la decadencia de un barrio por medio de la vitalidad de sus comercios», añade. Son ellos quienes dan vida a los barrios, quienes invitan a la gente a pasear por sus calles y las convierten en espacios vivos y seguros. «Estos establecimientos no son sólo lugares en los que adquirir bienes o servicios, sino que también dan vida a nuestras calles y plazas, actuando como intercambiadores relacionales, al tiempo que dinamizan los barrios al incentivar la economía, la movilidad y la propia convivencia».

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Las acciones que realiza la asociación van encaminadas a dinamizar esa vida comercial de barrio de toda la vida. Pero también buscan la implicación de los vecinos. «Queremos vertebrar el barrio; nos gustaría crear lazos reales entre vecinos, visitantes y comerciantes», aclara el presidente de Costa Fleming.

En esa línea, la semana pasada arrancaron con Dale Caña al Vecino, una acción en la que premiaban las compras locales regalando la nueva Maestra de Mahou. Ahora han iniciado la Semana del Vino de Madrid, donde los locales de la zona junto a la D.O. Vinos de Madrid proponen al visitante una serie de actividades en torno al vino. «Pero no queremos hacer lo mismo de siempre, ruta de la tapa, mercadillo, etc .», aclara Galaso. «Nos preocupa ser originales, por lo que estamos viendo qué se hace en otras partes del mundo, planteando acciones diferentes de cara al futuro, a ser posible cosas que nunca se hayan hecho antes».

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Por esa razón ya están manos a la obra para preparar más acciones que atraigan al público a este barrio tan lleno de clichés que hay que derribar, como «ese olorcillo a whisky», un pasado de juergas y prostitución que no se corresponde con lo que es hoy y una imagen de vecindario envejecida y muy tradicional: mercadillos, conciertos sostenibles, decoración del barrio… pero aún no quieren desvelar nada. El objetivo es posicionar la Costa Fleming como destino diferente de ocio en Madrid. «Sólo hay que darse una vuelta por aquí para descubrir la variedad [de locales y negocios] que hay», nos invita el presidente de Costa Fleming.

La asociación se ha puesto ya en contacto con la Junta de Distrito y el área de Comercio del Ayuntamiento de Madrid, con quienes reconocen tener muy buena sintonía. Sin embargo, aún no han pedido ninguna  subvención ni ayuda. «Todo se andará».

La vida en la calle Doctor Fleming sigue su curso. Ya no hay prostitutas que tienten con sus encantos a los marines americanos, y Sinatra ha dejado paso a otros ritmos más actuales. En sus bares, el vino y el whisky conviven como dos viejos amigos y los americanos regresaron a su país con sus dólares y su american way of life. El barrio, sin embargo, sigue vivo. Solo tiene que volver a encontrar su ritmo.

 

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