Existe algo romántico en la imagen de dos pastorcillos enamorados grabando sus iniciales en el tronco de un álamo para conmemorar su afecto. Pero la talla de un árbol no es solo para las parejas de amantes; también lo es para las personas más solitarias del mundo, los pastores vascos que recorrieron el oeste americano a mediados del siglo XIX.
Fue en aquella época cuando muchos vascos dejaron sus verdes valles para emigrar hacia Estados Unidos en busca de un trabajo con el que mantener a sus familias. En esta especie de diáspora laboral, la mayoría terminó trabajando como pastores de ovejas, un trabajo durísimo ya que tenían que pasar largas temporadas trasladando el ganado de un lugar a otro.
Estos pastores se recorrían en verano las tierras altas de Nevada, California, Oregón, Idaho y Wyoming, llevando con ellos miles de ovejas cada uno, en solitario. Es allí donde la historia y las huellas de sus vidas se encuentran talladas en los troncos de hayas, abedules y álamos en todo el oeste norteamericano.
Muchos de estos vascos escribían y tallaban frases o dibujos en los árboles mientras trataban de soportar las largas temporadas de soledad en los EE.UU.; frases que hablaban de recuerdos de su tierra, de mensajes a otros pastores, de política, de religión o, simplemente, reflexiones sobre lo buenas que estaban las judías de su amá. La mayoría utilizaron el euskera a la hora de grabar los árboles, algunos el castellano y ninguno el francés.
A lo largo del tiempo se han podido tallar por parte de los pastores vascos en EEUU cientos de miles de arboles. El escrito más antiguo data de 1882 y está grabado en un álamo que todavía queda en pie. Se refería a una fantasía sexual que el pastor tuvo en un determinado momento de su travesía y es el ‘glifo’ sobre árbol de mayor edad encontrado hasta la fecha en todo el mundo.
Para los pastores, la corteza lisa y blanca de los álamos resultó ser la mejor de las telas naturales donde escribir sus recuerdos, sus pensamientos y añoranzas. Con un cuchillo, o incluso con la uña (no olvidemos que no dejaban de ser vascos), el pastor podía rascar una fina capa de la corteza para formar palabras o imágenes. Al principio, sus tallas serían difíciles de ver, pero con el tiempo el proceso de curación de los árboles oscurecía las marcas, por lo que destacaban en la madera de color claro.
Ningún otro grupo de pastoreo del mundo ha logrado dejar para la posteridad esta forma de comunicación a través de los árboles llamada Arborglyphs (que literalmente significa «escritura en árbol»), algo inédito en la arqueología moderna y que tiene asombrados a los expertos americanos, tanto por la antigüedad como por las increíble cantidad de árboles tallados.
Según los arqueólogos, la talla en árboles vivos es probable que se haya practicado por las civilizaciones de todo el mundo aunque, al ser madera, solo las que se remontan a no más de 100 años todavía permanecen, que es lo que suele vivir de media un álamo. Aunque se pueden encontrar vestigios más antiguos en árboles muertos o troncos caídos.
Varios investigadores han tratado de analizar el fenómeno. Entre ellos algunos americanos y otros vascos. El que más ha hecho por sacar a la luz estas tallas es el profesor de Historia Vasca del Truckee Meadows College, en la Universidad de Nevada, José Mallea Olaetxe.
Empezó en 1988 con este proyecto. Hoy en día ha catalogado alrededor de 20.000 árboles a través de tallas en California, Nevada y Oregón, que datan de finales del siglo XIX, según cuenta en su libro «Speaking Through the Aspens: Basque Tree Carvings in California and Nevada”.
También mantiene una base de datos de entre 13.000 y 14.000 grabados en su ordenador; y cree que lo que ha visto «es probablemente una parte muy pequeña de lo que hay ahí fuera, la punta del iceberg”.
Según este investigador, estos árboles son historia viva. ¿Cómo, si no, podríamos saber la forma en que se hacía el pastoreo de ovejas en EE.UU, por ejemplo? No hay nada escrito sobre eso. Ahora es importante que se sepa que, aun siendo pocos, los vascos dejaron su impronta en los lugares más lejanos y solitarios del mundo.
Sin embargo, el tiempo de los Arborglyphs, de estos testigos de la historia, también se acaba. Los incendios forestales, las enfermedades y el deterioro natural están poniendo en peligro la innumerable cantidad de grabados en árboles que aún no se ha evaluado, amenazando con destruir unos vestigios culturales que se remontan a más de un siglo y medio.
Ahora una iniciativa de la Universidad de Nevada pretende llevar al Archivo Nacional Americano lo que se considera uno de los mayores legados escritos de la cultura vasca. Y, paradójicamente, está fuera del País Vasco. Entre las montañas y los valles donde pastan las ovejas.
«Speaking Through the Aspens: Basque Tree Carvings in California and Nevada” (Las Vegas: University of Nevada Press)
Más info: Universidad de Nevada, Reno.
Fotos:The Society of Environmental Journalists, Basque Library, University of Nevada, y Flickr.
Este artículo fue publicado en la revista Ling de octubre de 2011.
Cuando los pastores vascos dibujaban corazones en los álamos americanos
