Diez peculiaridades que deberías conocer sobre Bélgica

23 de marzo de 2016
23 de marzo de 2016
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Si Europa tiene un centro neurálgico, es éste. Se trata de un pequeño Estado, con una altísima concentración de población, uno de los mejores ratios de calidad de vida y una característica definitoria: la pluralidad, tanto lingüística como política. Y de ahí, precisamente, vienen también algunos de sus grandes problemas.

El ‘problema’ del plurilingüismo

Bélgica es un país entre varias aguas. Tiene un área de influencia neerlandesa al norte, la Bélgica flamenca, con su idioma y costumbres, y otra de influencia francesa, con sus correspondientes contrapartidas. La capital, Bruselas, es teóricamente una combinación de ambas comunidades. Además, una pequeña franja del este del país acoge a una nutrida colonia germanófona, lo que dibuja un territorio rico en lo lingüístico… y caótico en lo organizativo. Como muestra, un botón: los grandes partidos están escindidos en dos formaciones, una para cada comunidad lingüística mayoritaria.

Fucsia: Francófona. Naranja: Neerlandesa. Verde: Germanófona.

Caos político

Bélgica se ha vuelto un país ingobernable precisamente a causa de ese plurilingüismo. De forma similar a lo que sucede en otros países con este problema, como Suiza, los gobiernos tienen que respetar las cuotas lingüísticas de su población y, habida cuenta de que cada formación tiene una versión en cada idioma, eso lleva a que se formen coaliciones amplísimas. Tanta es la complicación que el país se tiró año y medio sin gobierno hasta que se consiguió que un socialista valón, Elio di Rupo, tomara las riendas de un Ejecutivo con seis ministros de cada comunidad. Hacía casi 40 años que los socialistas no gobernaban el país.

Baste un último dato para ilustrar su inestabilidad política, desde marzo de 2008 ha habido cinco cambios de primer ministro, incluyendo la reelección de uno de ellos. Desde entonces representantes de cuatro partidos diferentes (VLD, CD&V, PS y MR) han desfilado por el palacio de Gobierno sin llegar ninguno de ellos a los tres años en el cargo. Guy Verhofstadt, Yves Leterme (en dos ocasiones), Herman Van Rompuy, Elio Di Rupo y ahora Charles Michel han ido pasando, pero Bélgica ha seguido profundamente dividida.

Coaliciones gigantes

Todo lo anterior conduce a un parlamento fragmentado, que necesita de equilibrios imposibles para sacar decisiones adelante. Es por eso por lo que no es raro que se formen gobiernos de amplia coalición. Por ejemplo, el actual Ejecutivo está conformado por una sopa de siglas de cuatro miembros: N-VA, CD & V, Open VLD y MR. El récord llegó a una coalición de seis conocida como ‘coalición arcoíris’. Así son las Cortes actuales

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Voto obligado

Si España fuera tan ingobernable como Bélgica la gente acabaría cansada, pasando de ir a votar. Sin embargo en Bélgica esto no sucede por una sencilla razón: es uno de los pocos países del mundo que tiene voto obligado (en Europa, por ejemplo, también lo tiene Luxemburgo). Menos mal que España no es ingobernable (ejem).

Un país a punto de desaparecer

Las tensiones entre ambas partes del país, y su problema endémico de formación de Gobierno, llevó el país hace poco a plantearse su propia existencia. Los movimientos nacionalistas han ido creciendo con fuerza en los últimos años, especialmente en la zona flamenca -más rica-, donde el ultraderechista Vlaams Belang llegó hasta la alcaldía de Amberes. Así, en diciembre de 2006, y tras dos años de preparación, la televisión emitió un documental ficticio en el que participaron conocidos periodistas y políticos fingiendo que el Parlamento flamenco había declarado su independencia de forma unilateral. Algunas escenas, como la supuesta evacuación de la familia real, impactaron a la sociedad belga, y muchos políticos condenaron su emisión.

https://www.youtube.com/watch?v=ck7lu8p1MZE

Alto ratio de funcionarios

Es un país pequeño, aunque muy poblado, y con un altísimo ratio de funcionarios. No en vano, además de los propios de sus instituciones (que ya de por sí son múltiples y complejas para atender a la cuestión identitaria), hay que sumar la numerosísima flota de personal de las instituciones europeas. Todo ello, sumado a que Bélgica es uno de los territorios más industrializados del mundo ha hecho que la economía del lugar sea potente y los precios disparatadamente caros -algo que se nota hasta en los billetes de avión, por ejemplo-.

Inmensa deuda pública

En relación con lo anterior, el país tiene una altísima deuda pública, situada en el 107% de su PIB. De hecho, sólo los países europeos que han tenido una brutal exposición a la crisis presentan situaciones comparables. Según datos de Inteligencia de EEUU, sólo Grecia, Italia, Portugal y Chipre le superan, y sólo Irlanda -país rescatado- queda por detrás. Por comparar, España estaba a finales del año 2015 en el 101% del PIB.

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El ‘banco’ de EEUU

A finales del año pasado Bélgica tenía una curiosa marca: era, tras China y Japón, el principal acreedor de Estados Unidos. Es decir, que este pequeño y frágil país del corazón de Europa era uno de los grandes depositarios de deuda de la principal potencia económica mundial -con permiso del gigante chino-. En el último año la cosa ha caído, pero sigue estando entre los diez primeros, algo que llama la atención viendo quiénes son el resto de acreedores (países mucho más grandes y ricos).

Problema de integración

Bruselas fue la ‘cuna’ de algunos de los terroristas que atentaron en París, y también ha sido el objetivo de nuevos ataques en cuanto se localizó y abatió al responsable de las acciones en la capital gala. Igual que le pasó a París hace años con sus disturbios en la periferia, que evidenciaron un problema de integración racial y religiosa, algo está pasando en Bélgica a ese respecto.

Según datos internos, más de un 10% de la población residente en Bélgica es extranjera, muchos de los cuales son de origen Europeo.

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Sin embargo, Eurostat refleja que más de un tercio de ellos tienen origen no tenía origen europeo ya por 2011, y el país se ha mostrado incapaz de asimilar esa cifra.

El problema ya no es tanto la población extranjera (evidentemente) sino la falta de integración en su tejido social. A eso ha podido contribuir el hecho de que, dentro de la población nacionalizada belga, una gran parte venga de fuera de Europa.

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Según este dato, casi la mitad de ‘nacionalizados’ y algo menos de un tercio de los extranjeros vienen de países de mayoría musulmana, pero eso por sí mismo no quiere decir nada. El dato que falta lo aportan las fuerzas de Inteligencia: Bélgica es el país europeo que más ‘combatientes’ extranjeros acoge. Es decir, gente que combatió en territorios con fuerzas islamistas radicales que regresan a Europa y que, a diferencia de la población inmigrante de origen musulmán, sí tienen que ver con el terrorismo.

Los datos, publicados en The Washington Post, son los que contribuirían en realidad a explicar la pujanza islamista en el corazón de Europa, que encontraría su base en esa posible falta de integración de amplia comunidad extranjera en el país.

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Un país abierto

Bélgica dispone de una legislación avanzada en muchas materias, desde el aborto a la homosexualidad, y ha introducido interesantes reformas en terreno militar en los últimos años. Fue de los primeros países en plantar a EEUU en su campaña bélica en Irak, y se muestra por lo general reacio al uso de la fuerza injustificada. La normalidad con la que acepta el país estas políticas es tal que el ya exprimer ministro Elio di Rupo, abiertamente homosexual, apareció en una gala televisiva y fue besado por una de las drag queens del escenario sin que nadie pusiera el grito en el cielo por ello.

Foto portada: Fotos593 / Shutterstock.com

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