La riqueza cultural enterrada en los cines y teatros en ruina

26 de febrero de 2014
26 de febrero de 2014
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En Madrid, Barcelona y muchas ciudades de España hay centenares de teatros, espacios históricos y edificios bordados por muros de hormigón y láminas de cartón. Sus propietarios han preferido dejarlos cerrados antes que malvenderlos o alquilarlos. La mayoría espera la llegada de grandes empresas que puedan convertirlo en espacios comerciales. En el caso de que el edificio sea de titularidad pública, los ayuntamientos no se plantean proyectos culturales de bajo presupuesto y remodelaciones austeras. O se vende o se espera a que se pueda remodelar completamente. Contra este pensamiento enraizado lucha el arquitecto Alejandro Conty a través de su estudio Excenia.

«Yo soy de León y en el centro de la ciudad hay dos teatros públicos que llevan años cerrados. Se invirtió mucho dinero en hacer un gran auditorio en las afueras y dejaron estos en el olvido. Ahora, en lugar de buscarles salida, el Ayuntamiento quiere ponerlos a la venta llegando incluso a plantear que cambie a un uso comercial».

Donde el poder político y económico ve ruinas susceptibles de transformarse en centros comerciales, Alejandro Conty ve una mina de oro cultural, social y económica cuya recuperación no tiene porqué costar mucho dinero.

«Lo importante es ser flexibles y contemplar que lo que antes era un cine puede perfectamente convertirse en un espacio multidisciplinar. Se tiene que buscar una fórmula para que funcione a pleno rendimiento. Por la mañana puede tener ensayos, por la tarde clases y por la noche teatro», defiende Conty.

El problema en el caso de los edificios públicos es la falta de imaginación de los ayuntamientos. «Su respuesta frecuentemente es que es más barato hacerlo nuevo y es mejor esperar en lugar de actuar ya con una intervención quirúrgica que saca lo mejor del espacio y lo pone en uso. En el peor de los casos se acaba vendiendo a la empresa privada dilapidando un patrimonio común».

Luego entra en juego el problema de las licencias. «Ponen muchas pegas para el cambio de uso. Si es un cine, es complicado que puedas combinarlo con un restaurante. Ahora bien, si se trata de convertirlo en un centro comercial, te ponen muchas facilidades que incluyen rebajar el grado de protección del edificio aunque sea histórico».

«Los edificios cerrados son un cáncer para las ciudades»

En el caso de los edificios de propiedad privada, Conty defiende que se debería presionar o regular los casos en los que los propietarios prefieren tenerlos cerrados. «No se debería tolerar que un espacio en pleno centro de la ciudad esté vacío durante tanto tiempo. Se podría legislar para que por lo menos busquen una salida intermedia hasta resolver si se vende o no. Está más que estudiado que este tipo de inmuebles son un cáncer para las zonas donde se sitúan. Lo que ha pasado en la Plaza España de Madrid es un caso de manual. Cerró un edificio, acabó en ruinas y eso tuvo un efecto dominó sobre el resto de comercios en la zona. La plaza acabó en el estado en el que se encuentra hoy».

«Ahora se piensa que con abrir un par de hoteles de 4 o 5 estrellas allí se resolverá el problema, pero esto esconde una falta de imaginación espectacular. No se apuesta por hacer ciudad, solo se busca convertirlo en un lugar de recreo para turistas. La fórmula es clara, levantamos todo, lo reformamos y peatonalizamos, en ese tiempo el pequeño comercio se queda sin negocio y tiene que cerrar. A partir de allí entran los hoteles y las franquicias y vaciamos la ciudad de contenido», defiende Conty. «Con el dinero de todos».

Uno de los trabajos que más tiempo le ha tomado es descubrir quién es dueño de las decenas de cines y teatros que están cerrados en Madrid. «No es una labor nada fácil. Acudes a los registros pero la información es casi siempre incompleta. No sabes si han firmado convenios recientes. Cuando localizas al propietario piden que les mandes una carta por correo con tu petición a la que nunca responden. Cuando solicitas al gobierno que declaré el cine Bogart Bien de Interés Cultural tampoco se dignan en contestar».

Una vez localizados los propietarios, Conty contacta con ellos para ofrecerles la posibilidad de hacer proyectos culturales en ellos, como en el caso del Cine Bogart.

«Es un lugar muy especial que podría reunir multitud de usos. Su historia es una muestra de que ser flexibles con un espacio no es nada nuevo. Ha sido un cine porno, un cine club para películas cultas, un cine de barrio, un cabaret y un club para señoritas. Además del teatro, tiene un frontón impresionante en la parte superior del edificio».

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Plano del Cine Bogart. La parte superior tiene un frontón.

Conty optaría por convertirlo en un espacio de coworking para las artes escénicas, pero que además tenga una multitud de usos como exhibiciones y teatro. «Se pueden conectar alumnos de interpretación con estudiantes de escenografía. Por la noche puede haber un cabaret o monólogos. Yo estaría dispuesto a gestionarlo y pagar un alquiler al propietario».

El modelo que propone incluye crear equipos de sociólogos, urbanistas, economistas y gestores culturales para sacar adelante estos espacios. «Para otros locales, se podrían replicar experiencias como la Basque Culinary Centre en San Sebastián en el que los ciudadanos pueden ir a comer y probar lo que preparan los estudiantes de esta escuela».

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El futuro de los Cines Madrid

Conty no es el único que busca dar salida a estos espacios abandonados. La isla de Crea formada por los publicitarios Dani Virumbrales y Quique Gonzalo lleva tiempo trabajando en un proyecto para convertir los cines Madrid en la plaza del Carmen, en una sala de películas Low Cost.

«Creemos que la crisis del cine tiene que ver con el precio, no con una falta de demanda por verlo», explica Virumbrales.

Tras entablar contactos con los propietarios del espacio SADE Cines, al final la compañía ha optado por darle una salida comercial al edificio que actualmente está abandonado. «Si no podemos hacerlo allí, intentaremos montarlo en otro lugar», afirma Virumbrales. En una conversación telefónica con Yorokobu, una representante de la empresa SADE confirmó que no volverá a ser cine ni tendrá un uso cultural.

El Palacio de la Música está abocado a un destino similar. Todo apunta a que este teatro, una de las pocas oportunidades que quedaban para dotar de contenido cultural a una Gran Vía casi exclusivamente comercial, acabará siendo una tienda de la marca Mango. Algo que la plataforma Salvemos el Palacio de la Música intenta evitar.

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El Palacio de la Música

«Una injusticia», en opinión de Conty, «teniendo en cuenta que Bankia (la propietaria del teatro) se comprometió a remodelarla y que hoy quiere venderla a pesar de haber recibido grandes cantidades de dinero público».

Pese a todo, el leonés se encuentra optimista sobre las posibilidades de su proyecto y otros similares al suyo. «En los 7 años que llevo volcado en esto jamás había encontrado tanto interés como ahora. Proyectos como la Neomudéjar, enmarcados dentro de un programa de RSC de una empresa, dan razones para seguir trabajando. Hay muchas compañías que podrían incluir este tipo de actuaciones dentro de sus actuaciones de RSC. No les costaría nada, solo la cesión del espacio».

«En Bilbao es donde más avanzado he encontrado el tema. Allí lo tienen muy claro; saben que la cultura no solo crea riqueza social: es un contribuyente neto de riqueza económica. Están cediendo espacios de manera gratuita, a cambio tiene que dar un uso cultural y ocuparse de los gastos. Tienen un talante y visión que no encuentro en el resto del país».

«La creatividad es lo único que nos queda. Es lo que nos salvará de esta situación. Hay que pringarse y despojarnos de esta actitud tan aldeana que ostenta el poder económico y político. Durante la movida, la gente no venía a Madrid por sus franquicias. Las personas venían por su cultura».

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Patrick Thomas

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